Mientras leía esta novela, apareció la noticia del científico ruso de la antártica que fue apuñalado por otro. Una noticia a todas luces extraña. Me pregunté al igual que muchos cuál habría sido el motivo para esa agresión. Imaginé celos profesionales, o de los otros. Después de unos días se supo que la causa era que la víctima solía contar los finales de los libros que leía el victimario. Grave delito entre los amantes de la literatura. Así que decidí tomar precauciones frente al hecho, uno nunca sabe cuándo puede encontrarse con un científico ruso amante de la literatura y del suspenso.
Es difícil presentar una novela sin dar pistas de lo que trae entre sus hojas, es difícil presentar una novela en la cual ya conocemos al protagonista, sus giros, sus gustos, sus ideas. Es difícil tratar de decir algo más de lo que ya se dicho sobre Heredia y Ramón Díaz Eterovic. Diecisiete novelas, comic, serie de televisión, radioteatros, traducciones. Heredia es más que un personaje, es la puerta de entrada a un pequeño y profundo universo.
En “La cola del diablo”, Heredia nuevamente visita Punta Arenas después de un poco más de dos décadas. Recorre sus calles y uno lo siente tan cercano como si estuviera en su departamento de Ayllavilú. El viento, el frío, las imágenes del Estrecho, los cambios en la ciudad lo reciben. Heredia se encuentra con una parte de su historia y también con una parte de la historia de todos nosotros.
En primer lugar Heredia nuevamente está al medio de uno de los grandes temas que nos ha sacudido, o mejor dicho, que se ha destapado en los últimos años. Un tema más que actual que desnuda los nexos, los métodos de un viejo engranaje: Los crímenes sexuales de la Iglesia Católica y sus maniobras para encubrirlos. Ahora sabemos que es una vieja organización que ha sabido eludir a la justicia. Desde los más encopetados obispos hasta el cura de mi pueblo, hay excepciones, pero al parecer son solo eso.
En esta novela Heredia tiene que enfrentarse a estos poderes en las sombras que siempre prefieren actuar desde la oscuridad, cubiertos con la protección que les otorga su papel en la sociedad, cubierto con aquel halo de santidad.
Heredia nos va contando en esta entrega, como se ha tejido la maniobra para ocultar un crimen que a su vez oculta otro crimen y así en una larga cadena, es la punta de la madeja.
Heredia bebe, Heredia camina por las calles, conversa, imagina conversaciones, Heredia recuerda y entre medio nos va dando pistas de su amplio y generoso recorrido como lector, como amante del tango, de la música en general y del cine. Así aparecen ante nosotros desde Lao Tse hasta el poeta Saratoga y desde Malher hasta el tanguero Horacio Ferrer. Reconocemos al pasar los gustos y homenajes de Ramón Díaz Eterovic. Así la literatura es crónica, homenaje, puentes hacia otras obras. La novela más que como una historia cerrada, de inicio a fin, es un espiral en el que convergen, por la fuerza centrípeta de Heredia, otras épocas y otras armas.
Para los seguidores de Heredia, el gato Simenon es tan relevante que sería imperdonable que no apareciera. Uno no se imagina a Heredia llevando al gato hasta Punta Arenas y haciendo los trámites en el aeropuerto. Por eso Heredia se las ingenia para comunicarse con el gato de una forma que solo los amantes de los animales entenderían y de esa forma el viejo Simenon, el viejísimo Simenon, aparece haciendo sus preguntas y comentarios agudos.
He contado más de lo que quería contar. Hablamos de un personaje que solo vive entre las hojas de un libro, de varios libros para ser precisos, pero no es solo un personaje, es un pequeño mundo, con sus relaciones, sus amistades, sus decepciones, su humor. Personajes de novela que nos interpelan sobre lo que sucede a nuestro alrededor, eso que llamamos realidad. La novela funciona como espejo, nos devuelve una imagen de lo que no queremos ver, también la novela funciona como un ancla que permite fijar estos episodios en nuestra retina y memoria. Heredia en su soledad nos arroja nuestros traumas colectivos. Los personajes, los diálogos, las imágenes de Heredia caminando por la calles de Punta Arenas, escondiéndose del viento, conversando en una bar, se quedan en nuestros recuerdos, y cada quien va creando su propio Heredia y con el tiempo no sabremos si lo vivimos o lo leímos, aunque ambas alternativas en definitiva son parte de la misma experiencia vital.
Hay más en la novela, pero no se puede decir todo lo que tiene porque sería matar la emoción y ya sabemos lo que le pasó a un científico ruso por abusar de la confianza.
Texto leído en la
presentación de la novela de Ramón Díaz Eterovic : "La cola del
diablo" en la Feria Internacional del Libro de Santiago 2018.