¡Tirar a matar!

¡Tirar a matar!

Por Héctor Martínez Díaz



Para lamento del ego patriótico, parece que no es cierto aquello de que cada átomo de nuestro cuerpo desciende de una estrella, pues no siempre nos comportamos ad hoc, de manera estelar y, por el contrario, en tiempos de catástrofe nos inunda cierto descontrolado actuar imitativo de masa.

Lo anterior quedó reflejado en los saqueos tras el terremoto, más aún cuando no fueron solamente descamisados, ni lumpen proletariado, menos aún soldados de la Yakuza nipona, tampoco del Cartel de Sinaloa o de Tijuana, ni siquiera la banda del Cisarro, quienes actuaban masivamente descontrolados.

Es que gracias a la experiencia vicaria de la magia de la tv, saqueamos todos a Concepción, otrora sesentera y revolucionaria tierra miracha. Para los pobres y ricos del campo y la ciudad robar fue una expresión del sentir popular. Aunque pudiera ser que fuéramos presas de agorafobia -temor patológico a los espacios abiertos o a los lugares donde no se puede recibir ayuda- y eso nos instó a correr llevándonos plasmas y lavadoras. Lo cierto es que nuestro biotipo, acervo sociocultural y socioeconómico, hubiese vuelto esquizofrénica -¡cómo si ya no lo fuera!- la tipología del hombre delincuente lombrossiana.

Y, ¡claro está!, los saqueos fueron, también, pábulo para esa insaciable vocación morbo informativa mediática. Ya no era necesario, entonces, alarmar de la delincuencia con portadas de peleas barras bravas después de un clásico; inundar los titulares con los destrozos de las barricadas y desmanes dejados por la movilizaciones sociales sean ya de peñis o winkas; o sobreabundar la crónicas rojas con los hurtos hormigas y las frías estadísticas delincuenciale. Es que el sismo alcanzó tal magnitud que aparte de los desaparecidos, muertos, miles de damnificados, ciudades y pueblos arrasados, miles de millones de dólares en pérdidas, cambió también el eje de tierra, desplazó en 8 metros algunas ciudades, disminuyó, según dicen, en 1,6 milésimas de segundo el día y remeció profundamente nuestra cordura.

Pero quienes, ya sea por un estado de necesidad o no, saqueaban bienes muebles e inmuebles -¡pobres ingenuos!- no sabían que también se robaban a si mismos las columnas de la base social democrática. Estaba justificado, entonces, militarizar la zona devastada, pero otra cosa es el terrorífico clamor de ¡Tirar a matar!, que sectores de la sociedad exigían a las Fuerzas Armadas. Y no faltaron los que van por ahí de moralistas dictadorcillos, para quienes los saqueos se vieron favorecidos por la mano blanda de la persecución estatal y de aquella cantinela: "hoy por hoy los derechos humanos son para los delincuentes".

Proliferaron los visionaros panegíricos a imponer orden y seguridad por medio de una populista y represiva violencia estatal, como el que fuera publicado el 7 de marzo en la sección Reportajes de La Tercera, considerado hoy todo un clásico: "El Cabo Hinojosa Desenfunda": Atados de manos, bajo permanente sospecha, carabineros arriesgan la crucifixión pública cada vez que cometen el pecado de patearle el culo a un punga, se lee en parte del texto. Luego de su publicación, como profecía autocumplida, el acontecer nos hizo una mueca trágica: una persona, por desobedecer el toque de queda, muere a golpes en Hualpén, presuntamente a manos de la patrulla naval que lo detuvo.

¿Nos cantará su palinodia el Iluminado Gran Hermano articulista, siendo él gustador de la cultura grecolatina como aparenta? ¿Se titulará aquella: "Se les pasó la mano a estos cosacos"? ¿Criticará en ella las falencias educaciones de la obtusa formación literaria del contingente marino que no saben distinguir que lo de él fue sólo un figura retorica, casi una licencia estética, nada más que un uso exquisito de la ironía? O que, más bien, no tuvo intención de escribir aquello, y es que, pese a despotricar contra el festiviña, fue presa de ese coro regaettonero "¡dale por el cu… dale por el cu…!". Y es que, aunque uno no quiera, el perreo se cuela por todos lados. Mas creo entender al rizado autor y que su escritura es plurívoca y evoca, pues, múltiples lecturas, porque sería de muy mal gusto pensar que esos marines, sean sus fieles lectores y quienes interpretaran el sentido unívoco, en su chascona columna.

Bueno, quizás todo lo que pasó sirva de algo y nos demande una nueva mirada del ser chileno. ¡Quién lo diría!, fue en el mismo Concepción, pero en el año 1834, cuando un humilde maestro venezolano, Simón Rodríguez, creaba escuelas penquistas y propugnaba a quien quisiera escucharlo un discurso tal de: "Innovamos o erramos". De lo contrario, El contagio de la locura no será sólo el titulo de una novela del hoy damnificado amigo Juan Mihovilovich, escritor y juez mixto de Curepto, sino también la idiosincrasia nacional y ahí sí que estaríamos arrasados.

9 comentarios:

Buena crónica. Esclarecedora y comprometida. Pinta tu aldea y pintaras al mundo dicen y creo que lo que cuentas grafica en parte el comportamiento humano de todo el planeta.

Damián dijo...
14:15
 

Al igual que la mayoria de los chilenos (no resentidos sociales), comparto la clara e inteligente visión que expresó Fernando Villegas en su columna del 2 de marzo "Con la pistola al cuello".
Lógicamente, los saqueadores, delincuentes y narcos no la podrán compartir. No les conviene.

Salva dijo...
10:13
 

Me pregunto: la gente de Concepción, victima de los saqueos tras pocas horas tras el terremoto, ¿estaría más de acuerdo con las pelotudeces expresadas en este blog, o con la mano dura y justa que los protegiera de las hordas desalmadas?
Podriamos hacer una encuesta...

Ay, Damián, Damián...
¿Inteligente Villegas? Bueno, quizás tengas razón; inteligente en el sentido que puede embaucar a los que quieren ser embaucados. A esa lamentable masa de pobres que votaron por los "jaguares".
¿Los derechos humanos causaron los excesos el día del terremoto?
¿Un aplauso al paco que le pone una pistola al cuello a un poblador?
Hay cosas en esta vida que son indefendibles... no sé, digo yo.

Anónimo dijo...
02:50
 

El señor Ferrer ve desde su óptica lo que quiere ver y que nada tiene que ver con los saqueos de las hordas de desalmados que aparecieron después de la desgracia. Es una opinión sesgada de lo que aconteció. Para mi que le siguen lavando el cerebro a toda esta gente que opina y que tiene que ver con los comunistas y los que no quieren vivir en un país tranquilo en donde se pueda vivir feliz.
Gustavo

Ante tamaña tragedia, ver primar el forúnculo localista "nacional", es triste.
Pienso en aquellos lugareños que al ver bajar la marea corrieron a recojer langostas. Cayeron en la trampa geológica y la Ola los borró.
Lo que menos importa es que fueran chilenos, haitianos, nicaraguenses o extraterrestres.
Lo único válido para el que se entera de la desgracia, es -habiendo sido parido en el humus terrenal que fuera- correr a dar su vida por los damnificados. Y entender que lo más probable sea que reciba balazos o que sirva de comida a otros, pues el hombre es errabundo y se construye equivocándose.
Todo aquel que critica sin haberse involucrado, no tiene perdón.
Mi madre, que era de perdonar, diría: "Millor si metiera a lengua no cu"

Mi amigo Alejandro Ferrer, en su blog de Radio Polar, publicó un excelente artículo sobre el tema. Paso el enlace.

http://blogs.radiopolar.com/alejandroferrer/blog.php?id=29

Onánimo dijo...
11:27
 

No dejen de probar la mano dura en carne propia muchachos

Chica_Bond dijo...
23:36
 

Grande, Yoel, por el último comentario. Es lo que había que decir. Por el "forúnculo" de ser argentina, no lo habría dicho y me hace bien leerlo.
Y por UNA vez, también estoy de acuerdo con una madre.