Mi primer amor

Mi primer amor


Cada tanto viene gente y me pregunta si estoy vivo. Si de verdad estoy vivo. No contesto. No digo nada. Ayer fui al cementerio y vi mi tumba. No difiere sustancialmente a cualquier otra del cementerio. Aunque al parecer, un poco abandonada. Se ve que hace mucho tiempo nadie la visita. Veo allí, una vieja foto que me la tomó Miguel, en Mar del Plata. En verdad no sé por qué pusieron esa vieja foto en mi tumba. Estoy arriba de un barco, con gorra de marinero. Mis manos sobre el timón y un cigarrillo en los labios. Miguel me dijo: ponete ahí. Y me tomó la foto. Ahora la veo en mi tumba. Veo flores de plástico. Un par de candelabros baratos. Un ángel de porcelana y algo curioso. Que no se da en todos los cementerios del mundo. Pero que es usual en donde vivo. La hora fatal. Una placa de bronce que atestigua la hora en que el difunto expiró. La mía está petrificada a las dos veinte del año 2002. Y es verdad, doy fe de aquello, me fui de aquí a las dos veinte de la tarde. A la hora de la siesta. Estoy un rato largo frente a mi tumba. Veo venir a Cristina que se para al lado mío, me dice que viene de visitar al padre, y que siempre que lo hace, también visita mi tumba. No digo nada. Ella queda en silencio. Yo respeto su silencio. Luego se va sin despedirse. Quedo solo frente a mi tumba. Cristina fue mi primer amor.

3 comentarios:

Felices vosotros os mortos natalinos que disponéis de espacio y renta módica para sepultaros. Lo que es por aquí, las tumbas están cada día más caras. Hay criptas que valen lo que te cuesta instalar un hotel en Ibiza.
Creo se trata de una movilización global contra el descanso "eterno".
Es que no hay paz, mi amigo.
Y encima, tú mismo lo dices, no sabes CUANDO has muerto. Te fías de esa bella lápida que señala "tu hora". Pero, siempre en estas cosas "va a haber la luz de un farol que va a molestar". Tú no has muerto en el 2002. Como acto de fe cometiste suicidio a finales del 2009 o principios del 2010.
Sea como sea, no sabes que eres un fantasma y sigues atendiendo tu almacén y visitando tu tumba, porque las tempestades son promisorias.
La poesía y el cementerio de Natales son las claves que concretan tu fantasmagórica fantasía.

¡Este joven Yoel escribe muy lindo! Qué hermoso es eso de "os mortos natalinos..."

Pero bueno, yo creo entender la foto de Miguel; es premonitoria por aquello de "Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar,/ que es el morir;/".
Si lo piensas, estás de piloto del Caleuche (puta... no tenías ninguna chancita!).

Sin embargo, queridazo, las manitos plásticas del reloj resultaron muy mezquinas... tenían que haber marcado las 5, que es la hora en que deben morir los poetas, pero, claro, no todo puede ser perfecto.

Qué buen texto, don Hugo!

Salute a quien saluta su propia tumba.
Según Aristóteles, la propiedad no existe, por consiguiente la tumba tampoco. A lo sumo dura un espasmo de tiempo.
Hugo construye la tumba virtual que sería la religiosa, la verdadera a través de los siglos y la memoria.