Pequeña triste historia

Pequeña triste historia


E

l tipo tenía cara de pegarle a su mujer. Vino a comprar un paquete de galletitas. Me dijo que era para su mujer. Más tarde llegó a comprar la mujer. La mujer del tipo que tenía cara de pegar a su mujer. Compró un litro de vino. Dijo que era para el marido. Más tarde llegó el hijo de ambos. Un nene de ocho años. Compró chocolatines. Por el precio de uno, se llevó tres. Dejó de llorar.


4 comentarios:

simplemente bueno!

Un día a la salida de la escuela primaria, en el kiosko de la esquina robé caramelos. El dueño me vió y al rugido de "¡Pendejo de mierda", me atrapó por el cuello y comenzó a estrangularme. Pataleé en sus pelotas con mis zapatos "Pasodoble" y huí.
Le conté a mi padre y éste al entender qué había hecho yo, me estrujó una oreja hasta ponerme negro el cuero cabelludo. Mientras seguía retorciendo mi audífono natural, dijo: "Qué gran hombre el tintorero japonés de la otra cuadra. Se enteró que su hijo era ladrón. Lo metió dentro de la plancha y lo quemó vivo. Eso voy hacer con usted".
Escapé también de mi padre.
Yo tendría 10 años y la experiencia fue traumática. Supongo que allí estuvo el carozo que a posterior me permitió desarrollar durante mi juventud y madurez, una vida marginal y delicuente, feliz.
Aprendí a no ser atrapado. Aunque los devenires siempre fueron inciertos, como aquellos caramelos (o chocolatines) originales.

Anónimo dijo...
18:02
 

Es estremecedor. Muchas campañas sobre el terrorismo doméstico deberían contar cosas así.
Yoel, lo tuyo a veces creo que es pura ficción. Lo siento, que no me lo creo. El post de Hugo es terrible. No puede dar pie a que alguien cuente semejantes alucinaciones. Y si te ocurrieron semejantes cosas, ¿por qué no siento nada semejante a lo que sentí cuando leí el breve post de Hugo?
No quiero caer en la estuidez de que este es un post literario y el creerme al que mejor escriba.
No quiero caer en eso. ¿Pero de verdad te ocurrió eso o nos estás contando un cuento?

Nel 78 para ganarme la vida en bsas, hice teatro infantil y luchaba contra "la mosca invisible" (5 minutos de esgrima contra "El vuelo del moscardón" de Rimsky-Korsakov).
Hoy ya anciano, la necesidad me ha vuelto a enfrentar con la mosca invisible. Llevo a cuesta un equipo de sonido potente y ejecuto el acto contra el compositor ruso, en medios de transporte y en las calles peatonales.
Nadie presta atención a mi actuación pero las monedas son abundantes, pues mi grotesco inspira lástima.