Yo la tengo más grande

Yo la tengo más grande

Siempre al final uno está solo. También al principio. Solo. Arrojado al mundo en volandas. Y debes lidiar con batallones de circunstancias. Con situaciones atmosféricas. Con leyes de tránsito. Debes circular por carreteras adecuadas. Tener una bandera. Un himno. Una madre. Un paisaje. Y somos frágiles. Rompibles. Fugaces. Y esa cosa impropia de creernos inmunes. Fatalmente eternos. Y vamos por el mundo con una nariz de payaso maltrecha. Diciendo sí a todo. Diciendo no a todo. Originales. Y nos creemos el cuento. Únicos. Geniales. Mi mentira vale más que la tuya. Yo la tengo más grande. Yo. Somos dueños de la razón. La vida tiene sentido por mí. Te lo voy a explicar. Te lo dije antes. Ya te lo expliqué. No voy a volver sobre lo mismo. Y vamos por el mundo como si nada. Siendo dueños de un gramo de queso. De una bicicleta. De la verdad. Y sobre todo. Eternos. Hasta el hartazgo. Pobres inútiles buenos para nada. Somos eso. Sesos. Con ajo y a la sartén, con aceite de oliva queda mejor.

4 comentarios:

Excelente y punzante reflexión, un puñetazo certero en plena mandíbula.

Anónimo dijo...
16:38
 

http://youtu.be/YVZYychHL8E

tal -por- cual!!

Yo digo lo mismo. Aunque la sabrosa opción de al menos poder comernos con ajo salpicado en la sartén los sesos, de, no sé, un hálito de esperanza. Eh!, al menos somos comida, tío.