Escucho una vieja canción que nadie escucha

Escucho una vieja canción que nadie escucha

Camino y nadie me ve. Escucho una vieja canción que nadie escucha. Leo un libro que nadie lee. Viajo en una carroza tirada por hienas enloquecidas en una avenida atestada de zombies. Y no es sueño ni metáfora. Recuerdo que esto ya lo había conversado con Félix Francisco Casanova. Estamos solos. Nadie nos salvará de la caída. Del derrumbe definitivo. Ni siquiera alguna mujer de caderas elásticas, ni el Papa ni el orgullo nuestro de cada día. Hemos venido a predicar la destrucción para reconstruir la dicha y hemos sido crucificados en el manantial de la bondad televisiva. De políticos y señoras de la bondad que nunca leyeron a Rimbaud. Que nunca sintieron el viento en sus almas. Que nunca entendieron el poder de la navaja. Ni siquiera nos dieron un minuto en su puto programa de destrucción masiva. Ni siquiera fuimos tocados por la varita mágica de un hada prodigiosa que entendiera al héroe. Viví entre gnomos y fui despreciado por holgazanes de turno. He vivido siempre danzando sobre la fogata encendida de comentarios asesinos. No tengo un lugar en donde estar a salvo de la mierda circundante. Pero algo tengo claro. No merezco vuestra aprobación. Ustedes no merecen mi desprecio. Yo solo quiero el olvido. Y lo tengo. Mucho antes de morir ya he sido olvidado. Mañana continuaré con mi carroza tirada por hienas enloquecidas. Sobre mi tumba el olvido. ¡Fuck you!

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