La noche que conocí a Bukowski

La noche que conocí a Bukowski


Por la tarde me bajé 4 cajas de Miller y me despaché más de una centena de Brahms, un día de tantos, hasta que llegó Susan de Black Sparrow Press; ella quería hablar de mi último artículo y yo seguir con la Miller, ella quería hacer el amor y yo seguir escuchando al Maestro. Le rogué que se fuera, le pedí que se fuera, la eché. El segundo ofrecimiento era interesante, pero ya sabía lo que venía; hablar y hablar sobre el único tema, EL AMOR. Pasa siempre que cuando uno quiere follar ellas quieren hablar de amor, esa tarde yo no quería ninguna de las dos cosas, solo beber y Brahms.
Malhumorado decidí salir; en mi auto seguí escuchando al pibe Johannes, desde mi calle De Longpre giré a la izquierda por Normandie, subí por el Bulevard Santa Monica y me estacioné frente a dos bares, el Milodón City Cha Cha Cha y el Clean Hands, opté por el segundo. Al entrar supe que esa no iba a ser mi noche, después al salir lo comprobé. Nada más sentarme divisé en el rincón cerca del piano, a esa camarilla de edulcorados poetas de Chicago; Creeley, Olson, Dickey, Meredith y un enano con pinta de esbirro napoleónico.
Vino Jhoana la camarera y me preguntó si quería lo de siempre, le dije que sí; me trajo 4 latas de cerveza, una botella de brandy y un vaso de gin. A veces, salvo el hipódromo, ningún lugar es bueno, aunque ese lugar sea tu casa o el bar. Y así estaba yo con mis meditaciones cartesianas cuando veo acercarse al esbirro de Napoleón, me dice hola y yo levanto una ceja.
- qué pasa buen hombre- le digo,
- permítame presentarme, soy bukowski
- y… ¿Eso se come?
- Solamente quería decirle que lo admiro
- Yo a usted no amigo
- Perdón...
- Algunas malas lenguas dicen que Dios perdona, buenas noches.

Fue así como conocí a Bukowski, un tipo irrelevante y un perfecto papanatas. Después me enteré que trabaja en un General Store de la calle Fredoom y que también es poeta o cree serlo.
Fue el peor día en semanas. Volví al East Hollywood, en la puerta me esperaba Linda y en mi pieza Brahms. Era para volver a creer.


2 comentarios:

Anónimo dijo...
15:40
 

Hugo... uf, me gusta¡

Ese día debí acompañarte, quizá habríamos hecho que el viejo amargo aquel... nos contase la historia aquella de cuando Lamantía lo hizo añicos después de un buen encuentro (o mal encuentro, según la perspectiva)

(cambiando de casa... por cierto, pero shhhhhhh)

Anónimo dijo...
10:23
 

jajjajajja...hugo...los encuentros y desencuentros...mal venidos o bien venidos siempre...

y qué buena anécdota igual...