El último misterio de Charles Dickens

El último misterio de Charles Dickens



Por Ramón Díaz Eterovic

Charles Dickens, el autor de inolvidables novelas como Grandes Esperanzas y David Copperfield, murió en julio de 1870, a los 58 años de edad. En abril de ese mismo año, dio a conocer la primera entrega de El misterio de Edwin Drood, novela policial de la que alcanzaron a publicarse veintidós capítulos y que dejó sin terminar, originando uno de los misterios más comentados de la literatura universal respecto a obras inconclusas. Después de la muerte de Dickens hubo varios intentos de concluir la novela, de la que el autor no dejó más pista que lo publicado, algunas conversaciones con el dibujante que la ilustraba para su edición por capítulos y una charla privada con la mismísima Reina Victoria en la que se supone pudo revelar el final del misterio a la soberana. Pero nada de eso arrojó luces sobre el desenlace de la historia y los autores que intentaron concluirla fracasaron, incluido uno que aseguraba haberse comunicado con Dickens a través de una médium. Wilkie Collins, amigo de Dickens y autor de novelas memorables como La Piedra Lunar se negó a escribir el final inconcluso, y el último intento que se conoce al respecto corresponde al escritor León Garfield, en una edición publicada por la editorial Edhasa, el año 1986.

Como en todas las novelas de Dickens, El misterio de Edwin Droodes rica en personajes muy peculiares y en las observaciones que el autor entrega sobre las costumbres de la sociedad inglesa que le tocó vivir. La trama se sitúa en Cloisterham, un pueblito próximo a Londres que no tiene más atractivos que una vieja catedral y un cementerio custodiado por un especial sepulturero. Drood es un joven que se encuentra comprometido en matrimonio con Rosa, una linda y algo ingenua muchacha que reside en un internado para señoritas. El matrimonio ha sido acordado por los padres de los jóvenes, y cuando llega el momento de concretarlo, ellos deciden oír a sus corazones y dejan en nada el acuerdo. Ambos jóvenes tienen sus respectivos tutores. En el caso de la joven es un singular y simpático abogado, Grewgious; y en el de Drood, el profesor de música John Jasper, un personaje algo siniestro, de doble personalidad, aficionado al opio y con un temperamento proclive a la violencia. Para enredar aún más el entuerto, entran en escena un par de hermanos, Helena y Neville Landless, que se sienten atraídos por los futuros esposos, a tal punto que Neville entra en disputa con Edwin Drood, hecho que rápidamente pasa a ser del dominio de la gente del pueblo. Entonces sucede lo que nadie espera. Edwin y Rosa rompen su compromiso, y el joven desaparece, sin dejar otro rastro que un reloj y prendedor de corbata abandonado en el lecho del río que cruza el pueblo. Todos dan por hecho que el joven ha sido asesinado y los dardos apuntan hacia Neville, un personaje de personalidad débil y enfermiza. La novela queda inconclusa en el momento en que Jasper manifiesta su amor por Rosa, y apuntando sus dardos contra Neville, sigue consagrado a la investigación y la venganza. Todo ello mientras viaja a Londres y se hunde en barriadas sórdidas donde encuentra el consuelo del opio.

¿Neville, Jasper o algún otro? El misterio acerca del posible asesino queda abierto, como también la posibilidad de que Drood simplemente haya desaparecido, impulsado por sus propios medios y por el hecho de sentirse culpable de no concretar el compromiso para el que supuestamente estaba preparado desde su infancia. El misterio de Edwin Droodes una novela sin final, lo que no atenta con su atractivo y por el contrario invita al lector a imaginar el desenlace que considere más plausible. En los últimos capítulos escritos por Dickens todo parece indicar que la culpa se orienta a Jasper, pero para un autor que gustaba de complicar sus tramas y solía sacar ases bajo la manga, parece ser un desenlace simple y muy anunciado. Final que, dicho sea de paso, es el que desarrolla León Garfield al escribir los capítulos faltantes de la novela.

Se ha dicho que pudo ser una de las mejores novelas de Dickens y lo que podemos leer de ella da pie para estar de acuerdo con eso. Los personajes, las descripciones, el humor y la historia envolvente tienen el sello del mejor Dickens. Es el texto de un autor que se sabe al final de su vida y tal vez por eso su prosa es más densa y su visión de las personas es más oscura e inquietante que en sus novelas anteriores. La novela tiene páginas notables, diálogos agudos y muchos de esos personajes a los que nos acostumbró Dickens en sus novelas y relatos. Personajes secundarios como el sepulturero Durdles, el canónigo Crisparkles, la institutriz Twinkleton y el detective Datchery son dignos de recuerdo. No por nada, un lector tan exigente como Borges incluyó esta novela en la célebre colección El Séptimo Círculo, y otros autores como G.K. Chesterton y Arthur Conan Doyle ocuparon parte de su tiempo en reflexionar sobre el último misterio de Charles Dickens.

comentarios:

Anónimo dijo...
19:14
 

Hace cosa de un año, el Judío Errante me recomendó está novela, aseverando vaticinando mostrándome un secreto: "¡Es una novela policial!". No me intimó a que la leyera, pero me hizo sacarla de entre los libros que estaban a la venta para que la guardara en mi biblioteca.
A veces el Judío Errante se aparece subrepticiamente a mis espaldas y me ataca intentando estrangularme a traición. Entonces le doy un codazo en las costillas y es recién después, que hacemos comentarios literarios. El otro día le recomendé que comprara la biografía del Marqués de Sade de Otto Flake.
Que la muerte del autor cierre una intriga discursiva es el comienzo de una Teoría.