Aquello que me salvó de Nerón, Hitler y Pinochet, no me salvó de Vanesa

Aquello que me salvó de Nerón, Hitler y Pinochet, no me salvó de Vanesa

Nada más al verla me decepcionó. Algo no me gustó. No sé qué fue. Pero no me gustó. Mis amigos. Carlos y Susana me lo presentaron. Es más, se habían puesto de acuerdo en presentármela. Me lo habían dicho. Te vamos a presentar a Vanesa. Es la chica de tu vida. Ya verás. Seguramente a Vanesa le dijeron lo mismo. Y estábamos ahí. Y no me gustó. No sé qué habrá pasado por la cabeza de Vanesa. Aquella noche casi no hablamos. Al día siguiente le mandé un correo. Le mentí. Le dije que me había encantado. Que quisiera verla de nuevo. Y nos vimos. Y me gustó. Todo cambió. Era fenomenal. Magnífica. La chica de mi vida. Carlos y Susana tenían razón. No se habían equivocado. Era la chica de mi vida. Yo que presumía de cierta intuición pueblerina, me había equivocado. Luego todo el celeste encanto de una vida sin prisa. Amor a más no poder, de no creer. Cinco noches en un crucero. Todas las nubes decían Te Quiero. Eso fue, hasta el día que la encontré acostada con mi padre. Ahí volví a creer en mi puta, maldita, jodida, pinche, cabrona y pendeja intuición. Aquello que me salvó de Nerón, Hitler y Pinochet, no me salvó de Vanesa y de mi padre. El golpe más fuerte siempre viene del lado de lo que amamos. Siempre. Es la vieja historia. Del asombro y la decepción. Como Ezra Pound, diría, que nada más merece ser habido. El asombro y la decepción. Nada más merece ser habido. Nada más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...
01:54
 

que bueno loco

La mejor puta mierda que haya leído en esta semana, saludos