En el acantilado

En el acantilado


Te buscaba y te encontré. Una y otra vez te buscaba y te encontré. Luego nos fuimos a vivir a un acantilado. Era el único lugar disponible para nosotros. No pertenecíamos a este mundo. Era evidente. Nosotros no teníamos nada que ver con esta bola azul. Y nos fuimos a vivir allí. En un acantilado. No necesitábamos muchas cosas para la supervivencia. Media docena de botellas de vino. Un par de libros de Murakami, Dostoievski, Borges y Céline. Y estábamos allí. Y era un sueño. Nos hicimos amigos de lobos marinos. Adoptamos un par de pingüinos. Mientras todo el mundo se movilizaba rumbo a cualquier parte, nosotros sin prisa adorábamos al viento. Luego vimos que no necesitábamos a ningún autor al lado nuestro. Ni a Murakami, Dostoievski, Borges o Céline. Después de tomar la segunda botella de vino, llegamos a la conclusión de que tampoco necesitábamos el vino. Nos bastábamos. Éramos felices, veloces, audaces. En verdad lo único necesario era nuestro amor y el viento. El viento de Patagonia. Tuvimos una pequeña rencilla. Poca cosa, aparentemente una nimiedad. No soportaba que durmieses mirando al sudeste. Me recordaba a Amelia. Ella siempre miraba al sudeste. Es que nunca he soportado que ninguna mujer mire al sudeste. Por eso te maté. Nada más que por eso. Lo siento. En verdad no; no lo siento. No, no lo siento. Ahora no necesito a nadie. No te necesito. Ni al vino, ni a Murakami, Dostoievski, Borges o Céline. No te necesito. Ya no. A la mujer que buscaba y que había encontrado no la necesito. Ni lobos marinos, pingüinos ni al puto viento. Adiós a todos los dioses. Hoy quiero estar solo. En el acantilado. Ver una nube pasar, decirle adiós y que todo me sea Nada. La culpa es de mi madre por haberme parido. A ella se debe este tránsito. He de volverme cuervo, llegaré a su casa y le arrancaré los ojos. Madre, espero que leas el mensaje. Ya sabes tú. Vivo en el acantilado y pronto me posaré sobre tu almohada. Seré rápido, seré breve y seré terrible. Un segundo. La historia estará zanjada. Luego volveré al acantilado. Me convertiré en piedra, granito, roca. Por fin he de encontrarme en el lugar adecuado. Un sitio sin nombre. Una nada de nada. Una sombra de la sombra. Un olvido. Un lugar sin referencias. Un vómito del diablo. Solo. Como hace treinta años. Viviré allí cien mil años. Comprobaré que la piedra, el granito y la roca tienen vida. Que es lo único en el mundo que tiene vida. Luego llegará el resplandor y recién entonces comenzará el viaje. Mi viaje. Y buscaré de nuevo a la que siempre busqué. Y no la encontraré. Estoy seguro que no la encontraré. Es que en verdad nadie estaba destinada para mí. En ningún lugar. En ninguna galaxia. En ningún palacio. Al final me extinguiré. Solo. Completamente. Definitivamente. Me dormiré y será leve.

12 comentarios:

Anónimo dijo...
03:04
 

Gracias nada mas que gracias.

Hace años, en alguno de aquellos domingos del parque, el viejo Breccia me presentó a su sobrinita de diez años y me dijo: "Decime Yoel, entre tus libros no tendrás alguno para que la nena vaya aprendiendo algo de satanismo". "Neste momento, no. -Le contesté- Pero la instrucción ya la conocemos... Que vaya matando a quien más quiera. Es la mejor ofrenda y enseñanza. Sucede qués muy niña. A mi me parece, don Alberto, que hoy por hoy, el objeto de sacrificio es la pequeñita en si ¿No?". Mi amigo sonrió, me agradeció y condujo a su nieta hacia otros puestos.
Matar a la madre es poesía mítica. Eso lo hace el metamorfo de los acantilados, al que le crecen fuertes uñas para agarrarse y soportar los vientos. Androginia y libertad. Convivir con los dioses transmuta, por eso el habitante de los acantilados deja de ser humano y se vuelve pájaro (generalmente oscuro y grande).
Matar progenitores e incluso descendencia, no eterniza. Conecta con el infinito merced a la fuerza de los sentimientos muy humanos que nos condicionan.
Matar concubinato es más burocrático. En las ciudades, es conveniente tener a mano una fábrica de alimentos para mascotas, para evaporar testimonios. En el Sur, la naturaleza pareciera estar a favor de los libertarios. El acantilado y la soledad, permite la ornamentación cadavérica sin que incidan las normativas humanas.
Tampoco matar al padre, a la madre, al hijo, al nieto, a los abuelos... es el camino para encontrar el Amor. Matar seres queridos, es una Inmaculada Asunción y No Más. Por eso es que uno generalmente No lo hace, pero la ocasión es una constante, sobre todo durante el dormir. Cuando al Petiso Orejudo le preguntaron porqué había hecho lo que había hecho, rápido contestó: "Porque podía hacerlo".
No se si Oscar Wilde fue tan pajero como Santos Godino, pero si fue un predecesor: "Se mata lo que se ama".

Belgrano desde Miami dijo...
10:55
 

Acabo de meter la cabeza de mi mujer dentro de su culo.
¡Se puede!
¡Gracias poeta!

Esta historia no estaba destinada a continuar así, a terminar así. Cumple con las reglas básicas y universales de la narrativa, pero no con las del azar ni con las de la vida.

Anónimo dijo...
18:48
 

Yo conocí a uno, que hizo exactamente lo mismo y se convirtió en El Rotundo.Una montaña rocosa y acostada, frente a un pueblo colorido y amable.Pensó en algún minuto que vendría de vuelta,cabalgando en un relámpago, hacia el fin de un tormenta, pero eso nunca sucedió.Nunca sucedió.Porque él no puede ser cualquier roca, cuelquier piedra, sólo pudo ser El Rotundo.Un nido gigante de cóndores, una montaña nublada en el medio del mar.Y Ella, ya no miraba al sudeste.A veces, miraba al norte, otras veces, pocas veces al sur.Y dejó de esperar, se olvidó del viento y hasta del misterio, cerró las persianas del amplio salón de su cabeza, puso llave a la puerta y concentró en su respiración.

Abrazos muchos,
buenísimo El Acantilado
MMM

Gracias por tu comentario Yahuan. Yoel y MMM a ver si un día escribimos a cuatro manos. O más manos, no sé. MMM se me hace más nítida tu presencia de cuando eras pequeña, tenías puesto el vestido amarillo y yo pasaba a buscar a tu tío para ir a jugar al fútbol. Muy bueno lo del Rotundo. Un abrazo. Un beso.

Cuatro manos. Un editor internacional de libros de arte, invitó el otro día a una persona a salir de joda. Tomaron un avión y se instalaron en la suite de un lujoso hotel en medio del mar Caribe. La vista a través de gigantescos ventanales era paradisiaca. Entonces el editor le propuso a la persona invitada: "¿Qué te parece si ahora nos hechamos, cada uno, una buena paja?"
Según el relato del objeto invitado, la propuesta literaria fue rechazada.

Omar Centolla (de Valparaiso) dijo...
13:08
 

Ayer cené en "El viejo almacén" que fundara el grandioso Edmundo Rivero. Cual no sería mi sorpresa, cuando entre las muchas fotos que adornan el local, vi enmarcado al poeta Hugo Vera Miranda (hermosa foto del siglo pasado) posando detrás del mostrador de su abarrotería.
Sinceramente, me conmovió...
El cuadro tenía un título: "Puerto Natales. República de Chile"

Hugo, quando vocês fizerem novela ou romance a mais mão, posso participar? Bj!

Por supuesto que sí Luciane. Cuento contigo.

n. dijo...
17:47
 

la ciudad embanderada de viento y lluvia recibe al poeta hugo vera, estaremos con tomislav y el regidor hernandez a partir de las 19:00 horas en el bar de jose menendes



n.

Lo siento poeta n. pasamos todo el día caminando por Punta Arenas y no tuve conexión a Internet. Leí tu mensaje hasta hace un minuto estando ya de vuelta por Puerto Natales. Un abrazo.