Sin timón

Sin timón


R

ecuerdo perfectamente. Eran dos latas de tomates, tres de durazno y un paquete de servilletas. Eso era. Yo tenía trece años. Se trataba de cantar una canción. Concursar por la radio del pueblo, cantando una canción. Ese era el premio. Corrí desaforado por las calles del pueblo y me presenté. Acá tenemos a un niño que nos va a cantar una canción por dos latas de tomates, tres de durazno y un paquete de servilletas. Dinos tu nombre niño. Me llamo Hugo Vera Miranda. Bueno, di qué vas a cantar. Voy a cantar Tu corazón es un barco. Adelante niño canta esa hermosa canción de Palito Ortega. Tu corazón es un barco, sin timón, sin timón, sin timón, sin timón, sin timón, tu corazón es un barco sin timón, sin timón. Etcétera. Me trabé. No me acordé de la letra. Sólo el estribillo. El mundo me aplastó. Los niños no piensan en la muerte. Yo quería morirme. El locutor dijo que por el entusiasmo, sólo me entregaría el paquete de servilletas. Veinte años después llegaría la televisión al pueblo. Por lo tanto la radio era la única entretención. Era lo que todos escuchábamos. Mi vergüenza infantil no tenía limites. Volví a casa. Tiré el paquete de servilletas sobre la mesa. Mis padres alborozados. Me besaron. Estaban encantados. Me fui a dormir. En compensación soñé con una montaña de chocolates. Pasaron los años y nadie recordó. Hasta que apareció, treinta años después, un testigo. El puto pinche testigo culero cabrón. Fue en el cabaret de El Campesino. Estaba con Jorge y dos putas. Les hablaba orondo, de la noche que conocí a Cortázar. De la influencia del Nadaísmo en mi vida. De Gonzalo Arango y Jotamario. Y apareció. Él. El testigo. Apareció cantando. Tu corazón es un barco. Contó la historia. Él había estado allí. En la radio. Como público. Dijo que fue la única vez en su vida, que sintió vergüenza ajena. Me abrazó y pidió una nueva ronda de cervezas. Aproveché que salió a bailar con la puta que me correspondía, para irme. Llegué a casa. Soñé con una montaña de chocolates.



4 comentarios:

Hola Hugo: yo iba o más bien me llevaban todos los domingos a la radio de mi pueblo, La Polar, al programa de Cocho Cárcamo y recitaba poesías, en ese entonces la memoria no me traicionaba como ahora lo hace, me acuerdo de la Dolora de la Guerra,largo y terrible poema para una niña de 5 años.
Todo iba bien hasta que me preguntaron qué había ese domingo de almuerzo en casa, dije que porotos, hasta hoy no me olvido del reto recibido y de las burlas, los domingos no eran días de legumbres.
No te aflijas por el timón y sigue soñando con tu montaña de chocolates, yo ya olvidé los porotos.
Un abrazo

Excelente relato y si fue real también. ya se sabe la realida a veces supera a la ficción.
encantado de visitarte.
Un abrazo de josef.

Un gran abrazo querida Beatriz. Moitos bicos. Un abrazo Josef.

Al testigo le valía una patá en la r.... pero dime amigo no has quedado traumado porque a usted lo que le sobra es personalidad y otras cosas....
Besos sureños