Ella en África y yo con Messi

Ella en África y yo con Messi

Había encerado el piso. Lo hago para ocasiones especiales. Limpié los cuadros. El baño. Puse sábanas limpias. Nag Champa. Botellas de vino, vodka, ginebra. Mariscos, empanaditas, centolla y chuletas de cordero. Todo el día enfrentándome a los preparativos. Mi amigo el doctor vendría por la noche, a eso de las diez. Con dos “bombones”. Aquella noche mi mujer estaría de turno en el hospital. Estábamos aún viviendo juntos pero ya todo se iba al traste entre ella y yo. El tiempo, la rutina y algunos kilos de más de ambos, habían hecho mella en nuestra relación. Los hijos ya eran grandes y hacían su vida lejos de nuestro mutuo marasmo. La nuestra, era una vida de mierda que vagaba a la deriva por inercia. Lo habíamos hablado y la separación era la próxima meta. Todo el romanticismo y fogosidad de antaño, eran cosa de viejos historiadores de la Edad Media. Mi aparato de tv enfocado en algún partido del Barcelona. La de ella, animales cazando en alguna sábana africana. Camas separadas y todo el cuento. Ella en África y yo con Messi.

Mi amigo el doctor me dijo: son francesas. Espectaculares. Turistas que vinieron a mi consulta. La Patagonia las transforma. Se vuelven loquitas. Quieren intimar con gente de acá. Son todas iguales. Quieren conocer a primitivos que las sacudan. Que le quiten el stress de las viejas capitales. Están de vuelta de todo. Quieren algo nuevo. Comenzaremos en tu casa por la noche. Luego al día siguiente, podemos ir por el campo, Transformarnos en indios Selk'nam y arrastrarlas por la pradera de su cabellera. Lo que sí me dijo, no me falles. Ponte guapo y el viagra hará el resto. Lo que sí te sugiero es que no pongas música francesa. Ponte algo local, algo nuestro, ese cidí que tienes de La Mórbida, por ejemplo. Olvídate de Adamo y todo esa mierda. Nos vemos a las diez.

Diez para las diez me tomé dos pastillas azules. Aquella noche sería mi noche. Pasado un cuarto de hora de las diez lo llamo, no contesta pero le dejo un mensaje: está todo okey. Esperándote. Pasado media hora de las diez, me tomo otra pastilla y lo vuelvo a llamar y le dejo otro mensaje: llámame, está todo listo. Y no llega. Y no llama. Son las once da la noche y nada. Me siento mal. Pienso que tendría que haber tomado una sola pastilla. Que se me fue la mano. Estoy realmente mal. Aturdido. Acelerado. Taquicardia. Una mierda. Se me fue la mano, pienso. Una verdadera cagada. Busco en la Web y aparece la palabra priapismo. Mi miembro a punto de estallar. Morado azulado. Dolor. ¡Putas francesas! ¡Puto amigo doctor! Llamo una ambulancia. Me olvido de mi mujer que a esa hora está de turno. ¡Es mi vida! Me voy a morir. No quiero morir. Yo un ateo de toda la vida, grito adolorido ¡Sálvame Señor!

Estuve dos días en observación. Mi mujer no volvió a casa. Me enteré que mi amigo el puto doctor, llevó a las putas francesas a su casa e hizo su propia fiesta. Me enteré que todo el pueblo se enteró. Desde aquel tiempo soy conocido por Pitufo Azul. Gordito, chiquito, paradito y azul. Una mierda realmente. Salgo a la calle y la gente se ríe de mí. He perdido amigos. He perdido crédito. Soy el hazmerreír del pueblo. Lo único que tengo en estos momentos, son los goles de Messi.

3 comentarios:

Increiblemente buena la historia. Considero que morir de priapismo es lo más parecido a morir yendo a buscar el estandarte a tierra enemiga jajaja.
Saludos y buenas noches.

Anónimo dijo...
19:08
 

historia verdadera ocurrida en la apacible comarca de Natales

Estimado Hugo: disculpame, pero hacía rato que no veía tu blog y me he reído de buena gana con tus cuentos recientes. Definitivamente genial. Por favor, ve que puedas publicarlo, de alguna forma. Mis saludos desde Stgo smog y hastío (también de lucha constante). Emilio