Lanús de mi corazón: Miguel Mazzeo*

Lanús de mi corazón: Miguel Mazzeo*


Qué maravilla! cuando las cualificaciones individuales se combinan armoniosamente con los agenciamientos maquínicos no subjetivados. Tan delicadísimo equilibrio suele generar modelos creativos espontáneos, fluidos.

Variación continua de las variables, diría un filósofo. Puede ser...

¿Cómo detener ese alud de fantasmas del color de la sangre y el vino que irrumpe por las regiones más impensadas del verde pujante del mandala? Señores de todos los parajes de Sudamérica: no lo intenten, perderán su tiempo.

¿Qué métrica oculta subyace en la cadencia de los danzarines? Intuyo la astucia legendaria de los hacedores, su paciente magisterio, su obstinación instintiva. Percibo los destellos de su audacia táctica y estratégica.

¿Qué fe alimenta su repulsión a todo sedentarismo? Miles de gargantas idólatras y consustanciadas que, a contratiempo de este tiempo que algunos llaman “poscultural”, persisten en una mirada sagrada del mundo y de las cosas, restituyendo un poco del sentido perdido de la vida social, lejos de la expectativa individual del prestigio y el poder.

Es fascinante la libertad del riesgo, de la leve desesperación; la libertad de la iniciativa, de la explosión. Cautiva el vértigo que nos acaricia cuando el torbellino amedrentador convoca esa cuota de azar, siempre necesaria para arribar al paroxismo de las cúspides.

¡Qué maravilla! cuando, como decía Fernando Pessoa, mi deseo entra en la sustancia del mundo.

¡Que maravilla! sentir esa alegría que viene de lo recóndito (del amor al símbolo) y no de una superficie (la certeza de poseer una verdad). La alegría de saber que uno cuenta con una cobertura mítica y con guiones propios. La alegría de dejar de sufrir una esperanza para pasar a sufrir otra esperanza más grande, más ambiciosa, más utópica. La alegría que hace caducar los mareajes que rigen nuestras pobres biografías, que gobiernan los hábitos mecanizados. Algunos dirán: —esa alegría sólo dura un instante. Yo creo que existen brillos que no son efímeros, brillos que derrotan a las superficies y a la inmediatez. Sólo hay que aprender a atesorarlos. Por otra parte, ¿quién nos quita la vivencia de un espacio-tiempo tan intenso y extraordinario?

¡Que maravilla!, justo ahora, cuando se acerca el tiempo en que esta religión –rincón soberano e indestructible– franqueará su primer siglo.

¡Que maravilla! la costumbre de contar estrellas con violenta y crepitante felicidad.

Lanús Oeste 12 de diciembre de 2013.

*Miguel Mazzeo, escritor e hincha de Lanús.

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