La mujer de un amigo tiene bigotes

La mujer de un amigo tiene bigotes

En aquel momento fuimos su paño de lágrimas. Nos dijo que había pillado en la cama matrimonial a su mujer con su mejor amigo. En aquel momento nos enteramos que ni Salvador, Fabián, Esteban ni yo, éramos su mejor amigo. Prosigamos… Estaba hecho mierda. Una piltrafa humana. Y estábamos allí con él. Trabajaba en algunas de las estancias de la zona de Última Esperanza.

Le llamamos estancia a grandes extensiones de tierra (campo), miles de hectáreas con abundante ganado en Patagonia. Bajaba a la ciudad los fines de semana, pero ese día por un presentimiento o porque necesitaba un trago y echarse un polvo con su mujer, se apersonó un miércoles. Y pasó lo que pasó. En verdad que tuvimos suerte. Nosotros también nos turnábamos con su mujer. Y talvez por un presentimiento o porque nosotros estábamos tomando un trago por ahí, no nos pilló con su mujer. Le aconsejamos. Le dijimos que así es la vida y todas esas pamplinas. Que todo el mundo comete errores. Que él también se acostaba con alguna listilla del lugar. Lo sabíamos. Era nuestro amigo. Nuestro mejor amigo. Que la carne es débil y que patatín y patatán. Que en definitiva la culpa fue de su mejor amigo. Que la mujer de un amigo tiene bigotes. Toda esa mierda que se dice cuando verdaderamente la mujer de un amigo tiene bigotes. Acudimos al postulado de: errar es humano y perdonar es divino. Brindamos por su resurrección. Surtió efecto. Vendió la cama.

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