Juan Mihovilovich: ¡Aleluya!

Juan Mihovilovich: ¡Aleluya!

Me busqué en el listado de Pere la Chaise...
"inmaculada decepción"



No conocía a Rory Gallagher, hasta que un minirrelato de HV me dijo, ten cuidado, ese loco existe. Quedé pensando si de verdad era así. Recién supe que los muertos de HV gozan de buena salud y salen de vez en cuando desde su propio cementerio. O en ocasiones se ocultan en el bunker que han construido bajo tierra para que los patanes que seguimos vivos no alteremos su merecido descanso con nuestras inopinadas visitas. Así que, me dije, si Gallagher existe es posible que yo no. Me busqué en el listado de Pere la Chaise en Paris y no estaba. Como tampoco estaba Cortázar cuando lo busqué a mitad de los años 90. Salí corriendo asustado desde mi oficina hasta el camposanto ubicado a tres km. Después de orillar ese mar que parece lago llegué con la lengua afuera. Al interior de las doscientas y tantas tumbas había un individuo de pelo largo sentado sobre un nicho húmedo y tenía entre sus manos una guitarra de marca. Le pregunté si yo estaba entre los deudos. -No lo sé, me respondió. No soy de acá. Ando de paso. – ¿De dónde eres?, le pregunté. -La verdad es que lo ignoro. Solo sé que debía encontrarme contigo.- ¿Y por qué andas con esa guitarra? ¿No serás por casualidad Rory Gallagher? -No, me respondió. Ese es un rockero de poca monta. Mi nombre es Jeff Buckley, aseguró, mientras afinaba discretamente su guitarra. -¡Aleluya! Exclamé. Entonces, la muerte no existe: estás vivo. -Puede ser, respondió con gesto adusto.- Puede ser. Y se puso a cantar la canción de Leonard Cohen, cuando yo miraba el vuelo rasante de un Martín pescador y algo parecido a una lágrima se deslizaba por mis mejillas.

3 comentarios:

¿Es mi impresión o a este Jeff Buckley se le ha puesto un acento gauchesco después de muerto?

Al parecer no ha muerto. Dicen que lo vieron junto a Elvis en Puerto Madryn. Un primo de un vecino mío los vio frente a una gasolinera comprando parisienne.

Esta iba a ser mi segunda opción, la primera era que el cielo de los cantantes estuviera por ahí, en el sur, donde a nadie se le fuera a ocurrir mirar.