francisco pérez perdomo: M

francisco pérez perdomo: M



M

Magnetizados por la fuerza única del astro,
de los tejados, no siniestra
sino confortablemente sentados
sobre el tranquilo erizo de las nalgas,
conversamos.

Narrar una aventura no con la voz
sino con la punta de la uña
parece una osadía para muchos vedada,
pero no es tal si se ha rescatado de la ruina del cuerpo
una memoria no hostil a las falanges.
Oído el crac del pedernal
comienza el movimiento del labio superior
sincronizado con la uña aguzada.
El cuerpo debe permanecer flácido y no obstante
concentrarse hasta el máximo
y los ojos no deben virarse hacia ninguna parte
porque no se captarían las señales
si se persiste con antiguos resabios y algunos deslices oculares.
Dicho entre paréntesis, la señal no se capta sino percibiendo sus ondas
y sintiéndose por ellas anegado.
Bueno, además el oyente debe colocarse
en un punto equidistante del labio del parlante
y de la séptima teja del tejado
y así pues, ya solemnemente instalado,
va transmitiendo de teja a teja y a la oreja pertinente
las señales concertadas.

Cabe anotar para descargo de confidentes
que nada iguala al secreto de estas conversaciones
tan increíblemente confidenciales.
Apenas si algunas mínimas delaciones del viento
sin ninguna importancia
llevadas a través de ciertos vasos capilares
a los consanguíneos dementes
que ejercitan sus pensamientos en las vigas de moradas solitarias.

M

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