Ramón Díaz Eterovic: NARRACIONES BONSAI
PARAÍSO
Adán llevaba siete años en ese lugar. Conocía al dedillo cada grieta de los muros que rodeaban los patios y caserones. Eva había llegado una semana atrás. Aún no se acostumbraba a los barrotes que dejaban entrar el sol a pedacitos en su habitación. Se enamoraron a primera vista y reían de buenas ganas cuando oían decir que el amor de ellos era una cosa de locos.
PASIÓN
Trémulo y susurrante, el relojero tomó las manos de la novia indecisa y le dijo: no te puedo esperar todo el tiempo del mundo.
CAFÉ SANTOS
Por las tardes la veía entre vahos de café y bolitas de mantequilla. Algunas veces se sonreían y otras, no. Ella era la señora de Azpillaga. Él, Julito el garzón.
AMANTE PROFESIONAL
Romero, asesino de profesión, se vanagloriaba de ser un hombre de palabra. Al conocer a Raquel sintió una súbita comezón en su orgullo. La invitó a cenar, la enamoró y por la mañana, cuando el sol caía plácido sobre los cabellos de la mujer, le disparó entre los pechos por el simple y estúpido placer de cumplir un contrato.
TEDIO
Sola y cansada se recostó sobre una piedra. El día desfiló por su memoria como un carrusel. Desayunos, lavados, compras, una tediosa reunión de apoderados. Miró a unas algas que flotaban a su alrededor, y con un suspiro cercano a la queja, maldijo la ostra el mentado aburrimiento de sus congéneres.
POSTAL DE INVIERNO
El hombre lee un poema de Vretakos: "Se parecen mis versos al contacto dorado del sol sobre la nieve". Recuerda una tarde de invierno en el sur. Las calles nevadas, los sueños limpios, la esperanza intacta. Desea volver a las mañanas de su infancia y se ve camino a la escuela, rompiendo con sus pisadas la paz de la nieve acumulada en las veredas. Hace muchos años que no ve nevar. ¿Lo hice alguna vez o solo fue un sueño?, se pregunta el hombre mientras lee un poema de Vretakos.
GATO
El gato me observa desde su rebeldía azul. Suave, arisco, como el enigma de la palabra libertad. Adormilado en sus recuerdos, él entiende mis dolores cotidianos, la pequeña muerte que me acompaña cuando cada mañana abro la puerta de mi casa y me clausuro.
EL ENMASCARADO
Un hombre recorre las calles de una ciudad que no se nombra. Se parece a mí, a otros, a todos. A veces sueña y a veces ríe, mientras mira sus dientes en una vitrina. Le gusta detenerse en las esquinas, explorar sombras y temores, ocultar su rostro a los extraños. Al amanecer reniega de sí mismo y de sus pecados. Regresa a su casa. Bebe café, lava su cara y aprisiona la corbata entre los dedos. Luego, despojado de su verdad y de sus sueños, sale de nuevo a recorrer las calles, enmascarado.
CANTANTE POPULAR
Esa noche, antes de subir al escenario, la bailarina de mirada ausente lo besa en las mejillas y le pide que cante para ella el bolero más triste de la noche.
LA SOLEDAD DE UN BEBEDOR DE FONDO
Puede suceder un día cualquiera. Una copa o dos; la espera del vino mientras la puerta del bar repite su gris indiferencia. Le acompañan las sombras de sus amigos del alcohol y la leyenda. Hermanos en el oficio de vivir sin esperar más que el fin del día o la triste sonrisa de una muchacha. Puede suceder un día cualquiera. Los días son monedas de escaso valor. Da lo mismo que sea lunes o viernes si ya sus amigos no cruzan la puerta del bar, ni hay versos que escribir sobre las mesas manchadas de vino.
MUCHACHAS
Alguien como yo también las ama. Las veo cuando van rumbo a la fábrica o tras las cajas de un supermercado contando treinta monedas que no le pertenecen. A veces ríen -simples y momentáneas- como flores que no resistirán el invierno. A su manera son felices, y sé que alguien como yo también las ama.
0 comentarios:
Publicar un comentario