POLI Y EL LECTOR
Ramón Díaz Eterovic.
Es de noche y el Lector recorre las páginas de una novela de Roberto Arlt que habla de siete locos singulares. Suena el teléfono a su lado y al responder la llamada, escucha la voz del escritor Poli Délano que le habla de la presentación de su novela "El amor es un crimen". Al cabo de unos minutos acuerdan reunirse en el lanzamiento del libro y una vez que el fono vuelve a su sitio, el Lector sabe que no podrá retomar la lectura de Arlt. ¿Qué decir en la presentación en la que debe participar?, se pregunta y lo primero que piensa es que su amistad con Poli ha enterado algo más de veinte años, desde que el autor de "Cambalache" regresara al país después de su prolongado exilio mexicano. Luego se contradice y piensa que son más años, porque tiene la sensación que la amistad es más extensa y se origina en la lectura que por los años setenta hacía de los cuentos y novelas de Poli, cuando éste ya era un narrador consolidado -miembro destacado de lo que alguien llamó la generación de los novísimos-, y el Lector conseguía los libros de Poli en alguna librería de Punta Arenas. "Amaneció Nublado", "Cuadrilátero", "Lo primero es un morral" "Cero a la izquierda" fueron los primeros libros que conoció de Poli y en ellos nació la seducción por sus historias siempre cargadas de atractivo, de vida, de fresca autenticidad.
Al calor de esas lecturas iniciales, el Lector muchas veces se preguntó cómo sería el escritor que había tras esos libros que leía con tanto interés. Aún no sabe que a veces es preferible no tratar a los escritores o como alguien dijo, sentarlos en mesa aparte, y se imagina que tendrá la posibilidad de conocerlo algún día. Pero, la vida tiene vueltas inesperadas, y cuando el Lector viaja a Santiago, Poli ha tenido que exiliarse y la cita queda pendiente, suspendida en la incertidumbre que vive el Lector como tantos otros ciudadanos de un país al que le han quebrado la ilusión y nunca más volverá a lucir la misma piel.
El Lector se las da de escritor en una época en que el horno no estaba para cocer metáforas edulcoradas, y como parte de una generación con maestros ausentes, sigue leyendo las obras que Délano publica en el exilio. Libros, que no encuentra en los escaparates de las pocas librerías sobrevivientes en Santiago, sino que llegan por caminos menos tradicionales, disfrazados a veces de novela rosa o textos de estudios que algún amigo viajero trae del extranjero. Libros que pasan de mano en mano, alimentando el entusiasmo de otros lectores. De ese modo conoce novelas como "En este lugar sagrado", "Piano bar de solitarios" y "El hombre de la máscara de cuero" que apenas leídas hace sus favoritas, al tiempo que sigue imaginando que un día conocerá a su autor.
Pasa el tiempo, y mientras Daniel López y su dama de compañía llenan sus bolsillos con el llamado dinero de todos que, desgraciadamente, nunca es de todos, llega el día en que Poli regresa de su exilio y el Lector lo conoce en un acto en la Casa del Escritor. Poli se parece a los personajes de sus novelas y cuentos, y que la imagen que de él se había hecho calza a la perfección con el tipo de carne y hueso que tiene a su lado, que no ocupa su tiempo en hablar de sus propios libros, y sí se interesa por los que escriben los jóvenes narradores de entonces. Con él no corre eso e sentar a los escritores en mesa aparte, se dice y se alegra que sea así.
Poli publica otros libros. "Como si no muriera nadie", "Casi los ingleses de América", "El verano del murciélago" y para sorpresa del Lector, un día lo invita a presentar uno de sus libros. No sabe que la historia se repetirá, pero si tiene claro que ha ganado un amigo, amigo también de sus amigos, un maestro en el oficio de escribir y vivir, o viceversa con el que compartirá lecturas, viajes por España y México, la admiración por su padre don Luis Enrique, la afición por los tangos de Rivero y Goyeneche, la amistad con escritores de otros rumbos. El Lector piensa en estas cosas y cierra definitivamente la novela de Arlt. Recuerda anécdotas, chascarros, una visita a Mempo Giardinelli en su refugio del Chaco, momentos plácidos y otros no tanto que ha vivido junto a Poli. Podría llenar muchas páginas con esos recuerdos y esa no es la idea, piensa sin saber muy bien todavía que puede decir el día de la presentación.
El Lector da una mirada de reojo a la pila de libros que tiene encima del velador y descubre los ejemplares relucientes y olorosos de "El amor es un crimen" y de "Un cadáver en la bahía" las dos últimas novelas que ha leído de Poli. El segundo de los libros ha llegado desde España y forma parte de una colección llamada "La Casa Ciega". Colección de relatos policiales y de misterio a la que Poli se ha sumado porque no le es ajeno el género de las balas y los tipos duros. Por ahí, recuerda el lector, circula la novela "La muerte de una ninfómana" que Poli publicara en México con el seudónimo de Enrico Falcone. En "Un cadáver en la bahía" Poli recrea un espacio que le es querido: Cartagena. Y pone en acción al inspector Jacinto Lara, agudo y jugado por la verdad como todo buen policía de novela. Aparece un cadáver en la playa y Lara después de algunas pesquisas descubre que es la víctima de un crimen pasional. Tratándose de una novela policial más no se puede decir, piensa el Lector reconociendo que el texto tiene gancho, misterio y que lo ha leído de una sentada, siguiendo los pasos del inspector Lara hasta descubrir al asesino. Antes de regresar el libro al montoncito del velador, relee la dedicatoria donde aparece el nombre del escritor Mortimer Gray, uno de los seudónimos que usó Luis Enrique Délano para publicar sus historias detectivescas. Hijo de tigre, tenía que salir con olfato para la narrativa policial, piensa el Lector.
"El amor es un crimen" tiene un título engañoso. Mirando la portada podría pensarse que es otro relato policial de Délano. Pero, el Lector sabe que no es así. Ha leído la novela unos días antes y ha caído en sus redes. La narración es envolvente. Se leen unas líneas, se conoce al protagonista, se cree atisbar el derrotero de la historia y ya no se puede salir del mundo propuesto. Hay crímenes en la novela. Dos crímenes por salvación, piensa el Lector. También hay dos mujeres: Alejandra Montoya y Luz Larraín. Representan mundos diferentes. Alejandra es la muchacha provinciana que llega a Santiago a vender su trabajo como empleada doméstica. Luz en cambio observa la vida desde la comodidad de un buen pasar. El destino las une y de ambas habla Joaquín Cervera, un periodista con afanes de escritor. Conocemos de las vidas de las mujeres de manera dosificada. Poli, piensa el Lector, sabe que un buen narrador no tira todas sus cartas a la mesa de una sola vez. Conoce la mentada teoría del iceberg formulada alguna vez por el viejo Hem, tan admirado por Poli.
Las mujeres conocen el amor, su cara risueña y su cara triste. Luz tiene más fortuna y elimina a su esposo en lo que parece ser un accidente. Alejandra recorre el sendero de las mujeres más desvalidas. Las humillaciones, las golpizas, el dolor que rompe sus ilusiones. Ya alguien dijo que "la vida es más tango que el mismo tango". Cada una de las mujeres, a su manera, se libera, pero como en la vida, no siempre lo que uno espera aparece a la vuelta de la esquina. Poli insinúa un final, piensa el Lector y reconoce que antes de las últimas páginas imaginó la salida más fácil para la historia. Sin embargo, Délano suele guardar una última vuelta de tuerca para los finales y en esta ocasión la novela termina con algo parecido a un golpe de puerta en las narices. Sutil, elaborado, pero golpe al fin de cuentas que da un sentido especial a toda la narración. La novela tiene buenos ingredientes. Personajes atractivos y bien dibujados. Tiene humor, suspenso, romance. Se palpita vida en ella. Una novela que seduce. Debería decir eso -piensa el Lector antes de apagar la luz-. Sería un acertado comienzo para la presentación del libro.
Texto leído en la presentación de la novela de Poli Délano: "El amor es un crimen". Instituto Británico de Cultura, Santiago, 25 de agosto de 2005.
Al calor de esas lecturas iniciales, el Lector muchas veces se preguntó cómo sería el escritor que había tras esos libros que leía con tanto interés. Aún no sabe que a veces es preferible no tratar a los escritores o como alguien dijo, sentarlos en mesa aparte, y se imagina que tendrá la posibilidad de conocerlo algún día. Pero, la vida tiene vueltas inesperadas, y cuando el Lector viaja a Santiago, Poli ha tenido que exiliarse y la cita queda pendiente, suspendida en la incertidumbre que vive el Lector como tantos otros ciudadanos de un país al que le han quebrado la ilusión y nunca más volverá a lucir la misma piel.
El Lector se las da de escritor en una época en que el horno no estaba para cocer metáforas edulcoradas, y como parte de una generación con maestros ausentes, sigue leyendo las obras que Délano publica en el exilio. Libros, que no encuentra en los escaparates de las pocas librerías sobrevivientes en Santiago, sino que llegan por caminos menos tradicionales, disfrazados a veces de novela rosa o textos de estudios que algún amigo viajero trae del extranjero. Libros que pasan de mano en mano, alimentando el entusiasmo de otros lectores. De ese modo conoce novelas como "En este lugar sagrado", "Piano bar de solitarios" y "El hombre de la máscara de cuero" que apenas leídas hace sus favoritas, al tiempo que sigue imaginando que un día conocerá a su autor.
Pasa el tiempo, y mientras Daniel López y su dama de compañía llenan sus bolsillos con el llamado dinero de todos que, desgraciadamente, nunca es de todos, llega el día en que Poli regresa de su exilio y el Lector lo conoce en un acto en la Casa del Escritor. Poli se parece a los personajes de sus novelas y cuentos, y que la imagen que de él se había hecho calza a la perfección con el tipo de carne y hueso que tiene a su lado, que no ocupa su tiempo en hablar de sus propios libros, y sí se interesa por los que escriben los jóvenes narradores de entonces. Con él no corre eso e sentar a los escritores en mesa aparte, se dice y se alegra que sea así.
Poli publica otros libros. "Como si no muriera nadie", "Casi los ingleses de América", "El verano del murciélago" y para sorpresa del Lector, un día lo invita a presentar uno de sus libros. No sabe que la historia se repetirá, pero si tiene claro que ha ganado un amigo, amigo también de sus amigos, un maestro en el oficio de escribir y vivir, o viceversa con el que compartirá lecturas, viajes por España y México, la admiración por su padre don Luis Enrique, la afición por los tangos de Rivero y Goyeneche, la amistad con escritores de otros rumbos. El Lector piensa en estas cosas y cierra definitivamente la novela de Arlt. Recuerda anécdotas, chascarros, una visita a Mempo Giardinelli en su refugio del Chaco, momentos plácidos y otros no tanto que ha vivido junto a Poli. Podría llenar muchas páginas con esos recuerdos y esa no es la idea, piensa sin saber muy bien todavía que puede decir el día de la presentación.
El Lector da una mirada de reojo a la pila de libros que tiene encima del velador y descubre los ejemplares relucientes y olorosos de "El amor es un crimen" y de "Un cadáver en la bahía" las dos últimas novelas que ha leído de Poli. El segundo de los libros ha llegado desde España y forma parte de una colección llamada "La Casa Ciega". Colección de relatos policiales y de misterio a la que Poli se ha sumado porque no le es ajeno el género de las balas y los tipos duros. Por ahí, recuerda el lector, circula la novela "La muerte de una ninfómana" que Poli publicara en México con el seudónimo de Enrico Falcone. En "Un cadáver en la bahía" Poli recrea un espacio que le es querido: Cartagena. Y pone en acción al inspector Jacinto Lara, agudo y jugado por la verdad como todo buen policía de novela. Aparece un cadáver en la playa y Lara después de algunas pesquisas descubre que es la víctima de un crimen pasional. Tratándose de una novela policial más no se puede decir, piensa el Lector reconociendo que el texto tiene gancho, misterio y que lo ha leído de una sentada, siguiendo los pasos del inspector Lara hasta descubrir al asesino. Antes de regresar el libro al montoncito del velador, relee la dedicatoria donde aparece el nombre del escritor Mortimer Gray, uno de los seudónimos que usó Luis Enrique Délano para publicar sus historias detectivescas. Hijo de tigre, tenía que salir con olfato para la narrativa policial, piensa el Lector.
"El amor es un crimen" tiene un título engañoso. Mirando la portada podría pensarse que es otro relato policial de Délano. Pero, el Lector sabe que no es así. Ha leído la novela unos días antes y ha caído en sus redes. La narración es envolvente. Se leen unas líneas, se conoce al protagonista, se cree atisbar el derrotero de la historia y ya no se puede salir del mundo propuesto. Hay crímenes en la novela. Dos crímenes por salvación, piensa el Lector. También hay dos mujeres: Alejandra Montoya y Luz Larraín. Representan mundos diferentes. Alejandra es la muchacha provinciana que llega a Santiago a vender su trabajo como empleada doméstica. Luz en cambio observa la vida desde la comodidad de un buen pasar. El destino las une y de ambas habla Joaquín Cervera, un periodista con afanes de escritor. Conocemos de las vidas de las mujeres de manera dosificada. Poli, piensa el Lector, sabe que un buen narrador no tira todas sus cartas a la mesa de una sola vez. Conoce la mentada teoría del iceberg formulada alguna vez por el viejo Hem, tan admirado por Poli.
Las mujeres conocen el amor, su cara risueña y su cara triste. Luz tiene más fortuna y elimina a su esposo en lo que parece ser un accidente. Alejandra recorre el sendero de las mujeres más desvalidas. Las humillaciones, las golpizas, el dolor que rompe sus ilusiones. Ya alguien dijo que "la vida es más tango que el mismo tango". Cada una de las mujeres, a su manera, se libera, pero como en la vida, no siempre lo que uno espera aparece a la vuelta de la esquina. Poli insinúa un final, piensa el Lector y reconoce que antes de las últimas páginas imaginó la salida más fácil para la historia. Sin embargo, Délano suele guardar una última vuelta de tuerca para los finales y en esta ocasión la novela termina con algo parecido a un golpe de puerta en las narices. Sutil, elaborado, pero golpe al fin de cuentas que da un sentido especial a toda la narración. La novela tiene buenos ingredientes. Personajes atractivos y bien dibujados. Tiene humor, suspenso, romance. Se palpita vida en ella. Una novela que seduce. Debería decir eso -piensa el Lector antes de apagar la luz-. Sería un acertado comienzo para la presentación del libro.
Texto leído en la presentación de la novela de Poli Délano: "El amor es un crimen". Instituto Británico de Cultura, Santiago, 25 de agosto de 2005.
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