Poemas de Oscar Hahn
El Emborrachado
Saltan los saltimbanquis
sobre los oros y los orines,
saltan los timbaleros
sobre timbales de puercoespines,
saltan titiritando
los borrachines titiriteros.
La mesa que sube a tu altura
bebiendo y bebiendo madera
es tabla de tu sepultura
y es ángel de tu borrachera.
Gotearon del techo las brujas
que están chapoteando en tu vaso:
no bebas sus negras burbujas,
te irás al cajón paso a paso.
Alzaron los duendes el vuelo
y van a empezar su trabajo,
tú quieres pisarlos, y el suelo
no está, siempre está más abajo.
Ya giran en círculos rojos
las cuatro murallas malditas,
ya giran los muebles con ojos
y tú tambaleas y gritas.
Y el vino con ropa de fraile
también es la muerte que espera
meterte borracho en el baile
que bailan allá en la huesera.
Bailan los saltimbanquis
sobre los oros y los orines,
bailan los timbaleros
sobre timbales de puercoespines,
bailan titiritando
los borrachines titiriteros.
Canis Familiaris
Llegará. Siempre llega. Siempre llega puntual
el sin cesar ladrido del perro funerario.
Entra por la ventana y repleta tu cuerpo
con puntiagudos ruidos.
Es una larga máquina de escribir, con cabezas
de perro como teclas. No te deja dormir
el tecleo canino de ese perro canalla.
El sin cesar ladrido del perro funerario
llegará. Siempre llega. Siempre llega puntual.
Escrito con tiza
Uno le dice a Cero que la nada existe
Cero replica que Uno tampoco existe
porque el amor nos da la misma naturaleza
Cero más Uno somos Dos le dice
y se van por el pizarrón tomados de la mano
Dos se besan debajo de los pupitres
Dos son Uno cerca del borrador agazapado
y Uno es Cero mi vida
Detrás de todo gran amor la nada acecha
Televidente
Aquí estoy otra vez de vuelta
en mi cuarto de lowa City
Tomo a sorbos mi plato de sopa Campbell
frente al televisor apagado
La pantalla refleja la imagen
de la cuchara entrando en mi boca
Y soy el aviso comercial de mí mismo
que anuncia nada
a nadie
Visión de Hiroshima
único, cargado con la potencia del universo. Mamsala Purva
(Texto sánscrito milenario)
Ojo con el ojo numeroso de la bomba
que se desata bajo el hongo vivo.
Con el fulgor del hombre no vidente, ojo y ojo.
Los ancianos huían decapitados por el fuego,
encallaban los ángeles en cuernos sulfúricos
decapitados por el fuego,
se varaban las vírgenes de aureola radiactiva
decapitadas por el fuego.
Todos los niños emigraban decapitados por el cielo.
No el ojo manco, no la piel tullida, no sangre
sobre la calle derretida vimos:
los amantes sorprendidos en la cópula,
petrificados por el magnesium del infierno,
los amantes inmóviles en la vía pública,
y la mujer de Lot
convertida en columna de uranio.
El hospital caliente se va por los desagües,
se va por las letrinas tu corazón helado,
se van a gatas por debajo de las camas,
se van a gatas verdes e incendiadas
que maúllan cenizas.
La vibración de las aguas hace blanquear al cuervo
y ya no puedes olvidar esa piel adherida a los muros
porque derrumbamiento beberás, leche en escombros.
Vimos las cúpulas fosforecer, los ríos
anaranjados pastar, los puentes preñados
parir en medio del silencio.
El color estridente desgarraba
el corazón de sus propios objetos:
el rojo sangre, el rosado leucemia,
el lacre llaga, enloquecidos por la fisión.
El aceite nos arrancaba los dedos de los pies,
las sillas golpeaban las ventanas
flotando en marejadas de ojos,
los edificios licuados se veían chorrear
por troncos de árboles sin cabeza,
y entre las vías lácteas y las cáscaras,
soles o cerdos luminosos
chapotear en las charcas celestes.
Por los peldaños radiactivos suben los pasos,
suben los peces quebrados por el aire fúnebre.
¿Y qué haremos con tanta ceniza?
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