evtushenko
En el mundo no hay seres anodinos
En el mundo no hay seres anodinos.
Nuestros destinos son como la historia de los planetas.
Cada uno es singular y único,
No hay planetas que se le parezcan.
Aquel que fue amigo de vivir
alejado de todo,
suscitó el interés de los otros
precisamente por su amor al silencio.
Cada cual tiene su propio mundo secreto.
Con su propio mejor instante
y su propia hora terrible,
que nosotros desconocemos.
Cuando muere un hombre
muere con él su primera nieve,
y el primer beso, y el primer combate…
Se lo lleva todo consigo.
Claro, quedan libros y puentes,
máquinas y telas pintadas;
bastante es lo queda detrás,
pero algo también se pierde.
Tal es la ley del juego despiadado.
No mueren hombres, sino mundos.
Los recordamos pecadores y terrenos.
Pero en el fondo, ¿qué sabemos de ellos?
¿Qué sabemos de nuestros hermanos, de nuestros amigos,
de nuestra única amada?
De nuestro propio padre,
Sabiéndolo todo no sabemos nada.
La gente se va sin vuelta.
Sus mundos secretos no vuelven
y cada vez que pienso en esto
me dan ganas de dar un alarido…
Las canciones de la Revolución
Hay que cantar siempre las canciones
de la Revolución.
Si no se cantan más a menudo la culpa la tienen ustedes.
¿Ustedes están bien?
¿Sin preocupaciones?
Canten
Las canciones ayudarán.
Hay que comprar canciones
y releerlos atentamente.
No bastan con leerlas una o dos veces.
Canten en voz alta,
Pero también en silencio.
¿Ustedes tienen hijos?
Cántenselas a ellos.
Oirán
el triste, el lejano,
el penoso ruido de las cadenas.
Verán a los presos
torturados,
vejados
fusilados.
Ellos no creían en los himnos dulzones y falsos
de su época:
creían en sus amadas canciones.
Las cantaban
a hurtadillas,
a media voz.
El no poder cantarlas en voz alta
les causaba dolor.
Es una sangre memorable
la que nos une.
¡Ahora tenemos el deber de cantar
a voz en cuello!
¿Ustedes están bien?
¿Sin preocupaciones?
¿Ustedes no creen
en las personas
ni en las palabras?
Pero en este mundo existen
las canciones de la Revolución.
Cántenlas.
Las canciones les ayudarán.
Cuando tu rostro apareció en el horizonte
Cuando tu rostro apareció en el horizonte
sobre mi vida destrozada,
en un principio sólo vi
lo mísero que es todo lo que poseo.
Pero tu rostro iluminó los ríos y los mares
con su luz especial
y me inició en los colores del mundo,
a mí, que no estaba iniciado.
Cuánto temo, cuánto no temo
el fin de los descubrimientos, las lágrimas
y el éxtasis,
pero no lucho contra ese temor.
Comprendo que ese miedo mismo
es el amor. Y lo preservo,
aunque no sé acariciar,
descuidado vigía de mi amor.
Ese temor me acosa día y noche.
Sé que esos instantes son efímeros
y que para mí desaparecerán los colores
cuando tu rostro se ponga en el horizonte…
Traducción Nicanor Parra.
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