leoncio guerrero: pilintra

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torció para la cueva, donde se arrojó con todo su peso y su indolencia sobre unas mantas. ¿Qué había mal olor? ¿Qué las cabezas de pescado estaban putrefactas? ¿Y qué? Ni la cabeza le dolería. Estaba acostumbrado. Vaya una cosa por otra. Prefería la cueva y sus hedores a una casa que para pagarla y mantenerla tendría que trabajar regularmente, obedecer y sentir la tiranía del tiempo. ¿El tiempo? Para él era ese lento, dulce pasar de los días, aparecer y perderse del sol. Si alguien le hubiese preguntado en qué día y en qué mes del año se encontraba, no habría podido responder. Sólo sabía que era verano, porque podía refugiarse, sin temor a los fríos en la cueva. Le quedaba un poco de tos, a causa de su enfermedad. Pero ya pasaría. Cierto, también, que le dolía la espalda, que estaba muy pálido. Tampoco le importaba: unas cuantas salidas a la pesca y volvería tostado y fuerte.

Extracto del libro La Caleta de Leoncio Guerrero

comentarios:

Anónimo dijo...
12:58
 

Muy interesante