guillermo riedemann

guillermo riedemann



PAIS DE POETAS

Parricidio

La siquiatría me protege: yo también quise matar a mi padre. La primera vez debe haber sido como a los seis años, cuando se despidió en la estación de Reumén, subió al tren con destino al sur y me dejó solo en medio de la nada. Una nada que no era tal, claro, pero que se le parecía, a pesar de la mano del abuelo y de los potreros y los zorzales que picoteaban los cerezos del verano.
En mi mente lo maté a mi padre más de una vez desde entonces Afortunadamente, sobrevivió con su soledad y sus dolores, y dejó de respirar muchos años después de que yo decidiera que mejor no se muriera nunca.
Tres o cuatro metros de tierra cubren su sencillo ataúd, lo que quede de esa madera, en el Cementerio Parque del Sendero, en Temuco. Hace poco, el domingo 10 de septiembre, mientras caminábamos por el Cementerio General de Santiago, entre gases lacrimógenos y chorros de agua repartidos democráticamente, un amigo comentó que no entendía ni le gustaban esos nuevos cementerios que parecen jardines, que parecen empresas y buenos negocios para sus vivos dueños. Pensé en mi padre, pensé que más que enterrarlo lo habíamos sembrado, que ya deben estar creciendo nuevas raíces en aquellos tres o cuatro metros de tierra.

Puedo echar mano a Freud, a Reich, a Eduardo Durán. En mi mente caben todos los planes de parricidio. También del padre de Kafka y el de Rimbaud. El padre de mi señora y el padre David que abusó de mí cuando era un niño de preparatorias en Colegio de Curas. El padre de Pinochet, parricidio que cometido oportunamente nos hubiera ahorrado incluso las cuentas en el Riggs.
Parricidio significa tomarse atribuciones que no corresponden, montar en cólera, subirse a la parra. A propósito, Bolaño dice que las vacas sagradas están hechas para ser devoradas, aunque salten todos como fieras.
Y hay una que hoy es venerada como auténtica vaca de la India.
Hay que reconocer que no le llega ni a los tobillos a Günther Grass, el premio nobel alemán que ha reconocido públicamente haber pertenecido a las Waffen-SS de Hitler a los 17 años. "Es una mancha que tenía que soltar", ha dicho Grass.
No obstante, nuestra vaca sagrada, nonagenaria y antipoética, haría bien en responder algunas preguntas o, por lo menos, explicar por qué aceptó, tras el golpe, ser funcionario de los militares en el intervenido Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, mientras académicos, estudiantes y trabajadores eran apresados, torturados y hechos desaparecer.
Tal vez debamos esperar la publicación de sus memorias para saber si algo de eso fue verdad y si hay algo que explicar o alguna "mancha que soltar".

Toro furioso no ha sido nunca, esto hay que aceptarlo, a pesar de los intentos con una sueca (¿o con dos suecas?) que por lo menos provocaron uno que otro poema que sin duda pasarán a formar parte de antologías varias.
Vaca sagrada sí y pequeño dios también, aunque se revuelque en la cama aterido de lamentaciones. ¿No era que los poetas habían bajado del Olimpo?
Ya es demasiado tarde para volver atrás. Pero no es poco mérito pasar la barrera de los noventa años y exponer sus geniales chistes en el subsuelo de la cultura oficial.
Que el Cristo de Elqui lo libre de terminar convertido en estatua.

5 comentarios:

Anónimo dijo...
01:06
 

Muy bien señor Riedemann. Ya me parecía que aquel señor se las traía. Debe ser por aquello que sus chistes ya no causan risa, más bien pena. Buen artículo. Gracias.

Si , q se yo...

me gusto, te dejo mis huellas
saludos

Anónimo dijo...
22:29
 

Hoy senti el dolor, espere, tuve la paciencia, tuve la mirada para apreciar, para sentir, y mas que el mundo, mas que toda la destruccion que genera vida, tu me dañaste, estan los señores que gobiernan y nos entregan los malditos valores sociales, pero tu hicistes mas, hay un cancer que esta creciendo y que nace de mis ojos, me vuelto insano, me llevastes al verdadero dolor, hoy perdi la esperanza, solo me queda lo mismo que he hecho, soltar aquella criatura enjaulada, que me sonrie cada vez que equivoco y que gatea por que conoce el daño, bienvenido odio, hace tiempo que no conversabamos, hace tiempo que no me susurrabas al oido, hace tiempo que no te deseaba tanto, las lagrimas fueron en vano, el camino recorrido por esta carretera perdida tambien lo fue, debo retroceder al punto inicial, ya que 30 años son demasiado, no quiero la muerte, solo la quiero para mi personalidad, y la verdad que tambien la quiero para ti, adios.....

Anónimo dijo...
22:49
 

Poeta, me enseñas como se hace para publicar un libro de poesía?