Sonia González Valdenegro

Sonia González Valdenegro

La secreta fragilidad del día a día

Relatos en los que el mundo interior de los personajes es más relevante
que lugares y nombres, son los cuentos de “La preciosa vida que soñamos”.
Personas comunes y corrientes, como la autora, que luchan
por no derrumbarse en cualquier instante.


Por Nicolás Sepúlveda Guzmán

Sonia González Valdenegro nació en 1958. Es abogada, casada con el escritor chileno Ramón Díaz Eterovic y madre de tres hijos. Nació en Santiago, ciudad donde actualmente vive con su familia. Nota biográfica.
Probablemente usted no la conozca, aunque tal vez debería.
No porque se trate de la esposa de un escritor reconocido en Chile, sino porque ella misma escribe. Y no sólo eso, ha publicado novelas como el “El sueño de mi padre” e “Imperfecta desconocida”, aunque el mayor reconocimiento de su carrera lo ha tenido como autora de cuentos, género en el que ha publicado los volúmenes “Tejer historias” y “Matar al marido es la consigna”.
Además, sus relatos han aparecido en compilaciones nacionales, como “Salidas de madre” y “Voces de Eros”, y extranjeras, entre las que se cuenta “El cuento hispanoamericano del siglo XX”, de España. Su labor literaria ha sido galardonada con los premios Metro-SECH y Consejo Nacional del Libro y la Lectura. Más notas biográficas.
Después de esos datos, usted podría preguntarse no sólo quién es Sonia González, sino también por qué no la conoce.
Tal vez la respuesta se encuentre en la vocación de esta escritora por la vida tranquila, la tarea introvertida y la predilección por observar antes que protagonizar, como ella declaró a algún matutino nacional.
O simplemente en la mezquindad que en nuestro país caracteriza a editoriales y medios en la difusión de la obra de quienes se afanan, pluma y papel en mano, en dilucidar los misterios del comportamiento humano a través del simple ejercicio de narrar.
Estas expresiones, en el caso de Sonia González, dejan de ser lugares comunes y se convierten en cientos de páginas de relatos sencillos, bien escritos y amables con el lector. Su nuevo tomo de cuentos “La preciosa vida que soñamos” (LOM Ediciones, 2007) confirma todo lo dicho.

Ni nombres ni lugares

Lo fundamental en cada relato de González son los personajes.
Casi no importa si el cuento se desarrolla en primera o en tercera persona, porque el tono siempre roza lo íntimo, confundiendo descripciones con sensaciones del o de la protagonista. Incluso las distintas épocas en que transcurren diversos hechos se ponen a disposición de la forma de contar, efecto que se nota especialmente cuando el autor parece fundirse y confundirse con el narrador.
Así, la protagonista de “Asunto de a tres”, por ejemplo, va y vuelve en el tiempo, compara y enmaraña a su colega Mercedes con la época de la facultad de Derecho y oculta al lector lo mismo que su memoria le oculta a ella. El tono del relato se torna cada vez más secreto, hasta que el final nos introduce en lo más íntimo del mundo que los personajes quieren pasar por alto.
Hay aquí dos características transversales a los 14 relatos que componen “La preciosa vida que soñamos”: primero, la intimidad de hombres y mujeres que esconden y se esconden de secretos que se develan en frases sutiles, claves delicadas que la autora comparte tanto con nosotros como con sus héroes. Segundo, el final anunciado, pero sorpresivo; deseado, pero no del todo cómodo.
Estos elementos conforman cuentos por sí solos, aunque la escritora los redondea con descripciones mínimas, justas y necesarias, de los ambientes y de los lugares físicos: un campus universitario, un céntrico café, una pequeña habitación en una pensión, un condominio.
La sola mención de ellos parece suficiente a los propósitos de González. Las puertas para que el lector desate cada experiencia que esas palabras tan vagas puedan evocarle, quedan abiertas de par en par. El efecto que provoca la lectura atenta permite que la construcción final del cuento se afirme en la conciencia y en la emotividad de quien sostiene el libro abierto de par en par entre sus manos.
El mejor caso se presenta en el relato que da nombre al libro. La vida perfecta de una familia común y corriente se ve alterada cuando los secretos que sostienen esa apariencia de felicidad se vuelven más grandes. En menos de diez páginas la autora despedaza las seguridades de un núcleo familiar que podría ser el suyo o el mío, en cualquier parte del mundo y en cualquier época, porque no hay fechas ni nombres propios ni referencias a lugares.
Ese “soñamos” del encabezado no es casual, pues puede referirse tan bien al pasado como al presente.
No obstante preferir Sonia González la tranquilidad de su hogar, sus heroínas buscan emanciparse de todo lo que les estorba en su propio camino.
Temores, amores e inhibiciones, tal como la protagonista de “Políticas editoriales”, una mujer mayor de setenta con aficiones literarias que a partir de la no publicación de una novela, aparentemente autobiográfica, inicia un pudoroso viaje catártico hasta la inocente rebeldía de su juventud.
Quién sabe si la autora ha pasado por procesos similares. Tal vez prefiera una vida tranquila en lo exterior, porque las experiencias interiores que transmite son lo suficientemente intensas. Si gracias a ello puede seguir brindándonos su obra gratificante, bienvenido sea.

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