Adolfo Bioy Casares: Sábato

Adolfo Bioy Casares: Sábato


Febrero 1980. Conocí a Sábato poco después del 40. Sé que en esos días Borges y yo habíamos publicado Seis problemas para don Isidro Parodi y sé que yo vivía en la casa de la calle Coronel Díaz. Sábato me pareció una persona de inteligencia activa -como Ricardo Resta, de quien se aseguraba "piensa todo el tiempo"- y eso me bastó para recibirlo como a un amigo. De vez en cuando Sábato se permitía, a manera de apoyo, pedanterías infantiles, que molestaban a Borges. Si había dicho algo intencionadamente paradójico, exclamaba (como si hubiera hablado otro y él aprobara por lo menos la audacia del concepto): "¡Margotinismo puro!". El tono de este comentario aparentemente críptico era de extrema suficiencia. Si uno pedía explicaciones, Sábato vagamente y con aire de pícaro aludía a un profesor alemán llamado quizá Margotius o Margotinus o algo así. Evidentemente se trataba de su monsieur Teste, su Bustos Domecq, su Pierre Menard; no quería ser menos que nadie; Borges no celebraba la broma: tal vez la invención de Sábato no fuera más allá del supuesto profesor, no llegara nunca a un reconocible estilo de pensamientos. A falta de eso, ponía Sábato ese inconfundible tono de satisfacción para exclamar "¡Margotinismo puro!". De todos modos, Sábato me parecía digno de estímulo y convencí a Borges (lo convencí superficialmente, para nuestras conversaciones de entonces) de que Sábato era inteligente. Se me ocurre que Borges no creía en esa inteligencia cuando estaba solo o con otros amigos. Silvina, por su parte, fue aún más difícil de persuadir.

Creo que Sábato se acercó a mí con mucho respeto, ingenuamente persuadido de su papel de escritor bisoño, frente al escritor consagrado. Por eso incluyó sin siquiera vacilar su articulito sobre La invención de Morel en su primer libro de ensayos Uno y el Universo. Me pregunto si con el tiempo no se arrepintió de esa inclusión o si habrá pensado estoicamente: Quod scripsi, scripsi.

Yo mismo me encargué de bajar del pedestal en que mi protegido me había puesto. Por modestia, por buena educación, por temor de parecer fatuo, le aseguré que mis escritos eran bastante chambones. "Hago lo que puedo, pero tengo la misma conciencia que usted (o "que vos" si ya lo tuteaba) de mis límites". Cuando publiqué Plan de evasión, Sábato apareció en casa arrebatado de admiración y me pidió permiso para mandar a Sur una nota sobre el libro. Tan perfectamente lo convencí esa tarde de que "el libro no era para tanto" que publicó poco después en Sur una nota neutra, indiferente, desde luego desprovista de todos los elogios que le boché o le contradije. Sin embargo estoy seguro de que llegó a dudar de la sinceridad de mis juicios sobre mis escritos porque en una conversación exclamó: "Ya estás con tu humildad china".

Un día me trajo (ya estaba viviendo yo en la casa de la calle Santa Fe, donde ahora vive Alicia Jurado) el manuscrito del Túnel "para que se lo corrigiera". Me pregunto por qué en el trato de escritores hay tantos malentendidos ¿por falsas modestias? ¿por una vanidad que siempre merodea, como un chacal hambriento? Lo cierto es que leí con lápiz colorado el librito y, según mi costumbre (en ese tiempo corregía las traducciones de El séptimo círculo y de La puerta de marfil), lo corregí casi todas las veces que fue necesario. Cuando Sábato vino a retirar su novela, comprendí mi error. Él venía dispuesto a recibir elogios por un gran libro; yo le devolvía un librito, plagado de errores de composición, que no podían corregirse (como esa patética imitación de Huxley, la discusión sobre las novelas policiales que interrumpía el relato) y con las páginas garabateadas de elementales correcciones en rojo: correcciones de palabras, como constatar, de sintaxis, etcétera. Nuestra amistad, que nunca fue del todo espontánea, empezó a deteriorarse.

Recuerdo lo que me dijo un día mientras sucesivamente orinamos en el baño de casa: "Cómo te envidio. Vos andás por la calle sin que nadie te moleste, sin que nadie te reconozca. Yo voy por la calle y la gente me señala con el dedo y exclama: 'Ahí va Sábato'. Es horrible. Estoy muy cansado".

Adolfo Bioy Casares, Descando de Caminantes, Editorial Sudamericana, 2001.

12 comentarios:

Anónimo dijo...
18:29
 

maquiavelico bioy, soporifero hasta las ultimas, que dira de este articulo sabato?


n.

De Sábato, escuché que lo denominaron: "Aborto de mosca", "cagada de paloma" y otros desprecios.
El Chileno a mediados de los sesenta leía "Sobre héroes..." y me incitó a leerlo. Mi forma de leer superficialmente, hizo que tanto el novelón como la novelita "El Túnel" me gratificaran y no provocaran en mi (ni en mis similares), OLVIDOS.
Una noche, también de los sesenta, lo escuché a Sábato dar una conferencia en el San Martín: hablar sobre la guerra y la paz. Supongo que habrá hablado de Tolstoi y de Vietnam... Me encantó escucharlo.
Nunca lo desprecié.
Hace poco vengo vendiendo sus publicaciones raras a libreros y coleccionistas, por poca plata.
Sábato pintó pinturas oscuras...
Cuando, también en los sesenta, él me regaló cinco manuscritos suyos, fue porque se los pedí para venderlos, para juntar plata para viajar. En el remate de aquel entonces nadie pagó por sus grafismos manuales, los buitres del arte solo se interesaron por los originales de artistas plásticos.- no de escritores ( Borges no estaba entre los manuscritos porque acababa de casarse con una señora).
La mediocridad de entonces se agudizó.
La experiencia -y la sapiencia- induce a transitar el corredor a la muerte, en silencio. Aunque la gratuidad de las boludeces, embelece.

Anónimo dijo...
18:04
 

gracias por compartir esos borrones de recuerdos, yoel

mis saludos para Fernando de Gregorio, por favor, de parte de su devoto lector,


n.

Anónimo dijo...
13:56
 

Y si te amo, es porque veo en ti la Portadora,

la que, sin saberlo, trae la blanca estrella de la mañana,

el anuncio del viaje

a través de días y días trenzados como las hebras de la lluvia

cuya cabellera, como la tuya, me sigue.

Pues bien sé yo que el cuerpo no es sino una palabra más,

más allá del fatigado aliento nocturno que se mezcla,

la rama de canelo que los sueños agitan tras cada muerte que nos
une,

pues bien sé yo que tú y yo no somos sino una palabra más

que terminará de pronunciarse

tras dispensarse una a otra

como los ciegos entre ellos se dispensan el vino, ese sol

que brilla para quienes nunca verán.

Y nuestros días son palabras pronunciadas por otros,

palabras que esconden palabras más grandes.

Por eso te digo tras las pálidas máscaras de estas palabras

y antes de callar para mostrar mi verdadero rostro:

«Toma mi mano. Piensa que estamos entre lamultitud aturdida y
satisfecha

ante las puertas infernales,

y que ante esas puertas, por un momento, llenos de compasión,

aprisionamos amor en nuestras manos

y tal vez nos será dispensado

conservar el recuerdo de una sola palabra amada

y el recuerdo de ese gesto

lo único nuestro».

Anónimo dijo...
21:59
 

Poeta y profesor universitario. Doctorado
en Literatura por la Universidad de Pensilvania. Desde hace más de una
década ejerce la docencia en la Universidad de Villanova, Estados
Unidos. Fundador del Taller Literario Aumen, en Castro, y de varias
revistas y talleres literarios en Chile y Estados Unidos. Obtuvo el
Premio Pablo Neruda otorgado por la fundación homónima en 1991. Su
poesía ha sido traducida parcialmente al inglés, al italiano y al
ruso y aparece en numerosas antologías en Chile y en el extranjero.

Anónimo dijo...
16:40
 

Casualmente, el electricista que se encarga de las instalaciones de casa, aparte de ser lector de Sábato, es un importante coleccionista de sus libros, discos y miscelanea periodística.
Este coleccionista es un profesional muy buscado por el vecindario, más que nada por su responsabilidad y capacidad de prevenir cortocircuitos. Él, es un ejemplo de la precaución máxima cuando de energía eléctrica se trata. Antes de empezar a trabajar, aparte de sus guantes de caucho y zapatos de goma, inexorablemente se calza un profiláctico de alta resistencia, cumpliendo sus funciones al palo.

¿Todo bien?

Todo bien Yoel. Dejé de fumar y ando medio vuelto loco, nada más. Gracias querido amigo. Un abrazo.

Anónimo dijo...
10:42
 

Gracias a Dios, las bolsas amanecieron en baja.
Gracias a hUGO que ha dejado de fumar nicotina, las bolsas y los bolsones se van a hacer mierda.
¡Estuve con Panchito Sierra!
el loco hace siglos que dejó de fumar y ahora se da con el oxigeno. Se lo ve bien al hijo de puta. Es un redentor del puta madre. Le canjeé dos dientes de ajo por dos fetas de jamón crudo.
Fuerza.

al dejar un vicio no es recomendale el reemplazo por otro vicio.
Si bien el ejercicio del asesinato serial en pueblo chico provoca respeto entre los allegados, más un breve relax, irremediablemente compulsa a la tergiversación.
Yo en tu lugar, cuando me viniera la compulsión de fumar, practicaría "la ostentación fálica del almacenero de Natales".
Haciéndote el pelotudo, dejás ver a la clientela un cacho de pene con la clara intención del abuso sexual, pero siempre como por casualidad, nunca con cara de hijo de puta.
Aparte de ser un buen "reemplazo" puede funcionar como atractivo turístico.
Fuerza, Hugo.

Anónimo dijo...
03:20
 

Creo que Sabato fue lo que se dice un gran "unilibris", es decir, autor de un gran libro como "Sobre heroes y tumbas", a lo sumo dos junto con " El tunel". Y nada mas. Bioy fue un gran hipocrita que de frente te alababa y de espaldas, en su diario, te destrozaba. Un gran cobarde con una soberbia como si fuese Tolstoi, cuando sus libros bien puede ser prologos a los de Borges.

No es que Sábato sea un gran "unilibris", sino más bien que el Sr. anónimo leyó un solo libro de él. Si hubiera leído "Hombres y Engranajes", "Uno y el Universo", El Escritor y sus Fantasmas", "La Resistencia", "Apologías y Rechazos", "Tango, discusión y clave", "Antes del Fin", "Heterodoxia", opinaría de otra manera.