Poema del Cosmos de Juan Pablo Riveros

Poema del Cosmos de Juan Pablo Riveros

LA MARAVILLA DEL MULTIVERSO


Por Juan Mihovilovich


"Si todo está inextricablemente unido/ por ilaciones sutiles. /Si no cae una hoja sin/ que se perturbe el ánimo del tirano. / Si cortar una flor en Andrómeda/ Entristece a alguien aquí en la tierra. / Si todo está ligado/ ¿por qué entonces me extravío?/ ¿por qué la golondrina/ no retornó a su hogar/ en el instante preciso?/.
(Teorema de Bell II. - Pág. 335)


JUAN PABLO RIVEROS: POEMA DEL COSMOS


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De qué milagros o transformaciones nos habla este libro? ¿Sólo de las esencialmente divinas, o también de las metamorfosis humanas, distantes y próximas a un destino siempre incierto? ¿Qué nos propone este poema único y trascendente? ¿Sólo las preguntas arrojadas con certera lucidez a un infinito aterrador o es también una propuesta cercana? ¿Es parte de una advertencia para retomar el camino de los dioses y no seguir anclados a una miseria corrupta que nos invade desde una modernidad frívola y aún más desventurada?
Juan Pablo Riveros nos presenta, inicialmente, un itinerario apoteósico, si cabe el término. Un transito primigenio, una elucubración histórico-mítica sobre la creación del mundo que habitamos a través de un desciframiento de las diferentes culturas terrenales y que han estructurado de diverso modo (¿?) la creación del hombre, las concepciones de Dios y el Universo. Un salto cualitativo hacia los mitos de los diferentes continentes. Pero, ello constituye apenas el iceberg, la parte visible de una composición épico-cósmica que trasciende las cosmogonías aprendidas (y olvidadas) por el ser humano actual. Este texto portentoso trabaja después -o al mismo tiempo, aún cuando ésta palabra puede resultar peligrosa dicha al pasar - los eternos dilemas del hombre y su implícita divinidad -también puesta en entredicho- desde una perspectiva poco común: lo sitúa en el centro de una periferia espacial, lo apaña desde el borde una pequeña galaxia -nuestra vía láctea- que apenas sí constituye una mota de polvo en la vastedad del universo. Desde este microcosmos e instalado en un planeta disminuido y donde la vida física es innegable, el poeta distribuye su propuesta entre las sempiternas interrogantes del hombre, los dilemas permanentes de la ciencia, la espiritualidad y el misterio de la poesía, hasta las órbitas inconmensurables de la vida cósmica, allá, al extremo de lo incognoscible, desde que "la gran explosión" surgiera de una nada aparente y expandiera sus nebulosas a la velocidad de la luz por un espacio sin tiempo ni medida.
Ciertamente: coloca en parte importante del discurso los aportes señeros de los grandes hombres (Holderlin, el precursor personal; Kepler y la geometría divina; Mozart y su sinfonía sideral; etc.) que vislumbraron que la existencia y sus enigmas no obedece nunca a los simples derroteros de los poderes fácticos, políticos, religiosos o militares, que desde siempre asolan la vida planetaria de superficie. De ahí que si la tierra gira alrededor del sol, como lo aseguraba Galileo, "…debe ser tenida como una idea necia, absurda, filosófica y herética, porque contradice las sagradas escrituras." (La prohibición, pág. 118). O bien, el proceso de Newton desde su nacimiento hasta su muerte: "Su ansia de saber/ una forma desesperada de defensa/ contra el oscurantismo/ cuya presión sentía en derredor."/ Para decretar a través de sus propias palabras…Me he comportado como un niño/ que juega al borde del mar…mientras que el gran océano de la verdad/ se expandía ante mí/ completamente desconocido". Y la doble sentencia del autor: "Peligroso jugar a la orilla del mar."(pág. 158)
Quizás, si desde una óptica abreviada al máximo, esta idea o apreciación clarividente, esgrimida con cierta pesadumbre por Newton, refleje uno de los significados vitales de este poema único. El peregrinaje humano mimetizado en un océano eterno de luces y de sombras. Pero, al contrario de lo que pudiera pensarse, más allá de las innegables atrocidades del hombre y sus recorridos históricos; más allá incluso, de la bomba de Hiroshima que desvirtúa o destruye luego las ansias de saber de Einstein y su fórmula mágica ("…la ecuación /es un hermoso trozo de matemáticas/ con una de las visiones más profundas/ del funcionamiento del Universo." - pág. 338); más allá de la euforia de Truman al saber la noticia que superaba todas las previsiones militares; en fin, más allá de las presencias de Hitler o Stalin, de las instituciones formales u ocultas que gobiernan los sentidos y los moldean de acuerdo a sus exigencias mundanas, perecederas o finitas; más allá de la propia humanidad, este libro nos ilusiona con la trascendencia, pero una trascendencia que excede los exiguos límites de nuestra perspicacia, y que, ¡ oh maravilla de las paradojas! nos sitúa en el centro mismo de un desamparo que se intuye potente, decidor, que supera la simple idea de la resignación circunstancial o el peso innegable de la muerte. (O, probablemente, de que el tiempo no es otra cosa que materia corruptible contenida en el espacio).
Pero claro, un texto tan vasto, de tantas manifestaciones verbales, lingüísticas, de variadas incursiones matemáticas y físicas, no puede resumirse en pocas palabras. Las aproximaciones a la vida natural que recrean las percepciones inmediatas y las trasladan al ámbito de las especulaciones sobre el misterio primero y último de existir, nos colocan, a menudo, en una encrucijada: por un lado, las afirmaciones que hasta hoy surgen de la ciencia y que procuran descifrar lo indescifrable; y por otro, el indudable intento de "sentir" las vibraciones energéticas que este poema trasluce entrelineas, y que, al fin de cuentas, no es otra cosa que el milagro de sabernos vivos y conscientes de que el misterio de la poesía es el único -o al menos, el más cercano- al propio espíritu de las cosas, los seres, el hombre y el universo.
Sin embargo, y aún cuando pudiera parecer un contrasentido, no estamos únicamente en presencia de una obra monumental que introduce per se las eternas interrogantes del individuo. Por cierto. Ellas constituyen uno de los leit motiv de su basamento. Pero, es a partir de los implícitos cuestionamientos, certezas y dudas permanentes, que el poeta descorre con inusitada seriedad un velo -por supuesto, es otro intento al que el lector coadyuva- de implicancias cósmicas hasta ahora inéditos en la poética nacional. Y esta afirmación, que nada tiene de desmesurada, alcanza ribetes homéricos modernos; la obra procura fusionar ciencia y espiritualidad e incursiona en el verbo con la intencionalidad de que el mensaje y el mensajero sean igualmente importantes, y que cuando la poesía abre las puertas de lo insondable lo hace con la cautela de quien sabe -a ciencia cierta (¿?)- que el misterio perdurará, aunque las visitas estelares emerjan de la naturaleza misma de las flores o las plantas, de un río o una mantis religiosa, hasta un amenazante e ignorado agujero negro o uno de gusano, o el nacimiento y muerte de miles de estrellas y galaxias; o, por último, hasta la percepción intuitiva de múltiples dimensiones o universos paralelos.
Y entonces sí que resulta válida y premonitoria una de las frases finales de este libro cautivante y perturbador: "No puedo resignarme/ ni puedo admitir/ que desde el primer fulgor/ todo haya ocurrido/ sólo para dar paso al hombre. /

Febrero 2012.



POEMAS DE JUAN PABLO RIVEROS

LA COLISIÓN CON ANDRÓMEDA

En cinco o siete mil millones de años más,
los 200 billones de soles de la Vía Láctea
colisionarán con Andrómeda,
un titánico grupo de 100 mil millones de estrellas.

Los brazos de nuestra espiral se dispersarán
y las estrellas se destrozarán
como si hubiera ocurrido un choque de trenes cósmico.


La galaxia de Andrómeda,
una pequeña nube, dijo Abderramán Al-Sufi el 964 a.c.,
un universo isla de dos núcleos,
uno brillante y amarillo,
una banda de polvo sombrío,
un gigantesco anillo de 150 mil años luz
y magníficos brazos espirales violetas
con cúmulos de estrellas,
es nuestra hermana más cercana
que se precipita sobre nosotros
a 480 mil kilómetros por hora.

Un día,
Andrómeda brillará en nuestro cielo nocturno.

Una galaxia atravesará a la otra
como fantasmas que apenas se tocan
pero la gravedad las desgarrará y retorcerá.


Andrómeda cortará el cielo nocturno
mientras la Vía Láctea se doblará.
Las estrellas individuales de Andrómeda
brillarán más y más
hasta que la galaxia entera copará el cielo.

Atrayendo a los dos discos estelares,
la gravedad los hará orbitar mutuamente
encapsulados en una espiral mortal.
Sus zonas exteriores
se rasgarán desde sus centros
y girando en torno a sí mismas
finalmente se acoplarán.

Pero en la profundidad de nuestra galaxia,
el panorama que una vez conocimos
ya no será el mismo.
La vieja ciudad aparecerá destrozada
como invadida por millares de ejércitos estelares:
sus barrios,
los diferentes sistemas solares de la Vía Láctea,
los planetas
serán una completa ruina,
y sus jardines, ríos de flores polvorientas y gas,
y las mismas calles habrán cambiado de dirección.

La carnicería cósmica
quedará escrita en el cielo nocturno.

La nueva galaxia
- mitad Andrómeda, mitad Vía Láctea-,
será una esfera en cuyo centro
orbitarán dos agujeros negros súper masivos.

Pero en nuestro viaje a Virgo,
se esperan colisiones aun mayores.

VÍA LÁCTEA II

Pero las estructuras cósmicas siguieron evolucionando
a escalas cada vez mayores
hasta que sus masas colapsaron.

El momento absoluto de esas gigantescas colisiones
determinó el nacimiento de la galaxia.

Y ella giró
y giró continuamente hasta ser
una achatada capa de estrellas,
un disco extremadamente plano,
con un bulbo en el centro,
que luego se situó entre 100 mil millones de otras galaxias.

Y como todo lo que hace el Poder del Mundo
se hace en círculo
, dice Alce Negro,
nuestro hogar es
una bandeja de estrellas que gira en espiral,
un hoyo, un caracol estelar,
una vasta reunión de soles
arremolinándose en torno al centro.
Circulares como los tipis,
como los nidos de los pájaros,
como el círculo de la nación,

la galaxia es un nido hecho de muchos nidos
donde el Gran Espíritu
quería que cobijásemos a nuestros hijos.

Un rayo de luz demora 100 mil años
en cruzar la Vía Láctea.

Tú y yo
vivimos en las afueras de la galaxia,
a casi 2/3 del final del disco,
lejos del centro bullicioso y febril,
lejos de Hunab-Ku, el corazón estelar de los mayas.
Ahí la densidad es mucho más elevada
y cada estrella cercana al corazón de la galaxia
tarda 300 millones de años en orbitar la Vía Láctea.

Y como si formáramos parte de una gran capital,
nuestro pequeño sistema solar se encuentra en las afueras,
en las poblaciones aledañas,
donde todo es más apacible y lento.

Mientras avanzamos hacia el centro,
las estrellas se apiñan más,
los edificios están cada vez más próximos y
la fuerza de los campos magnéticos aumenta.
Los vientos producidos por las estrellas
son más y más intensos.

Y todo es más veloz.

En el bulbo,
la galaxia es definitivamente caótica,
las estrellas orbitan de manera irregular,
naciendo y muriendo de un modo frenético.

Y en el centro de la galaxia,
en lo profundo,
oculto por una capa de polvo y luz cegadora
hay un objeto extremadamente grande,
un verdadero monstruo cósmico.

Una estrella negra, dice Einstein

INTERROGANTES

He aquí que sondas y telescopios
hurgan los confines del cosmos
tras las huellas del pasado,
de la radiación fósil,
en pos de esa pálida luz uniformemente esparcida en el Universo,
como vestigios del Big Bang.

Esas máquinas del tiempo
nos llevan a una época en que la temperatura del universo era
de 3 mil grados, es decir,
cuando tenía sólo unos 300 mil años.

Más allá de ese límite, Maestro, todo se torna opaco.
Aceleradores y computadores
recrean el instante primero
simulando el estallido de la vida
en lo infinitamente pequeño,
en los nevados fósiles del tiempo.

¿Por qué hay algo en lugar de nada, Leibniz?

Y tus melodías, Maestro,
tendidas allá arriba,
en lo infinito.

¿Por qué el cielo y el oscuro silencio de la noche?

La eterna madre de todo, la silenciosa noche
¿es anterior al Big Bang?
¿No hubo siempre estrellas?
¿Nació también el tiempo?
¿No había espacio?
¿Todo fue inventado gratuitamente
en un acto absoluto de ganas
de dolor,
o de insatisfacción personal?

¿Tan Solo estaba Todo, maestro?

¿Un acto mayúsculo de 20 mil millones de años
para que brotaran estos lirios tan menudos?
¿O la simple diversidad del agua,
del alga,
del polvo de luz?

¿Quién pudo crear algo tan sencillo,
tan simple como una pompa,
o este arco iris de nieve?

¿De lo simple a lo complejo, Lucrecio?

Pero, no sólo el cómo, Maestro,
sino el por qué,
el doloroso por qué.

Por qué destruimos lo que amamos
¿Por qué nos destruimos nosotros mismos?

Y la persistencia del mal desde el Big Bang
como una onda que se propaga a la velocidad de la luz
por todos los rincones del cosmos.

¿Por qué la política de las estrellas,
de las galaxias
en la inmensa economía del vacío frío y silencioso?
¿Nada antes del Gran Estallido?
¿No tenemos ni un indicio
ni una menor idea que nos diga
algo anterior al Big Bang?

¿No sabemos siquiera
si el origen de los orígenes sea el Big Bang?

¿La lógica terrícola
no es aplicable a todo el cosmos, Heidegger?

¿Jamás hubo un Antes?

¿Entonces tampoco ellos vivieron en el tiempo?
¿Y las manzanas?
¿Que provocó el Estallido?

Maestro,
¿cuál es la intención?

¿Por qué hay algo en lugar de nada?


JUAN PABLO RIVEROS (Punta Arenas, 1945), ingeniero comercial, magister en Estudios Internacionales, doctor en Economía, librero, editor, profesor universitario, es ante todo poeta. Ha publicado: Nimia, De la tierra sin fuegos, El libro del frío y Poema del Cosmos.

comentarios:

¿POR QUÉ NADA EN LUGAR DE ALGO?