Toco la puerta del Maestro

Toco la puerta del Maestro

Toco la puerta del maestro. Perdón. Toco la puerta del Maestro. Humildemente me presento. Fulano de tal. Quisiera, etcétera. Me recibe. Con su pelo verde y su barba azul. Tengo la suerte que me reciba. La enorme suerte que me reciba. Es que el Maestro no recibe a casi nadie. En una de sus ventanas tiene un aviso: no recibo a casi nadie. Me recibe. Le explico del por qué de mi visita. Sonríe con una risa sardónica y casi cruel. Un poco estúpida. Me pregunta qué hago. Qué hago con mi vida. Que la malgasto le digo. Es lo que supongo que supone que le diga. Me mira como quien mira un esparadrapo en la esquina del ring. Luego me mira como quien mira un ocelote. Más tarde me mira como quien mira un pergamino. Dice o pregunta: quién le habló de mí. Le digo que su obra es vastamente conocida. Reconocida. Que no existe nadie que no lo conozca. Todo esas lisonjas que harían feliz a un tonto. Aquello le da ánimo. Habla sin parar. Diatribas sin parar. Consejos sin parar. Filosofía barata en liquidación por fin de temporada. Habla de educación, política y la mar en coche. De su obra. Está en contra de esto y lo otro. A favor de esto y lo otro. Le abruma el devenir aciago del siglo que le tocó vivir. Me pregunta qué opino sobre el aborto, el universo paralelo y el Tratado de Libre Comercio. Todas mis respuestas le hacen sonreír. Todas sus preguntas me hacen sonreír. Debes vivir me dice. Debes ser nuevamente niño. Debes de poner en disponibilidad tu chakra. Necesitas dejar el cemento y volver al árbol. A la naturaleza. Al manantial. A cultivar tu huerta. Siempre con ese aire de autosuficiencia de mierda.

Le pregunto dónde está el baño. Vomité. Me sentí un poco mejor. Recordé a mi madre que cuando niño y tenía fiebre me decía: ya pasará, ya te sentirás mejor. Tu mamá está acá para cuidarte. Ya te pondrás bien.

Volví y le descerrajé un tiro en la cabeza. Me recordé de mi madre. Volví a ser niño. Me sentí mejor.

5 comentarios:

Siempre es un gusto dispararle a un maestro. Salud!

La mejor manera de acabar con el humanitarismo budista y la literatura de autoayuda.

Abrazo

Anónimo dijo...
11:14
 

Hizo usted muy bien, ojalá tuviera una pistola y ese espíritu infantil para hacer lo mismo con un doctor italiano que ha mantenido a mi amiga esperanzada ante la serie de dificultades físicas que padecía su hijita de 4 años: nada de medicinas, nada de carne, nada de pescado, solamente pasta con aceite y verduras. Ahora la bimba se encuentra en el hospital de Genoa diagnosticada de leucemia linfática. Se podía haber atajado antes el problema pero aún la madre sigue confiando en el naturista, qué le vamos a hacer.
Si quiere, le digo la dirección, se vuelve niño otra vez y lo liquida, en serio.
Tienes razón, Manuel Marcos y tal vez haya profesionales buenos en este sentido pero el dolor me hace escribir estas cosas.

Valeria

Un gran abrazo querida Valeria. Lo mismo a Sémola y a Manuel Marcos.

Nita dijo...
20:24
 

Sigo sorprendiéndome, me encanta como escribes...