Posiblemente no nos volvamos a ver y aquello a nadie importa. Ni a tu padre ni a tu madre, ni a ti ni a mí. No seremos nada más que una niebla entre la niebla. Nadie ganó nada. Nada se perdió. Seremos fantasmas entre fantasmas. Una cripta en una caverna ignorada. Ningún amor ha sobrevivido al encanto de las desdichas pasajeras. No quedará nada. Ni siquiera el recuerdo del recuerdo del recuerdo. Fuimos pasajeros insomnes de un tren enloquecido que nunca llegó a destino. Fuimos la sombra de la sombra de la sombra. Recuerdo cuando decías, como aquel poema de Nazim Hikmet: Llegaremos  hasta el sol. Y no. El amor es una entelequia que dura un segundo. Es aferrarse a una roca que se despeña. Son huesos pulverizados en una cámara de disección. Nada quedará de nuestro amor. De mi amor por ti. Nada quedará. Ya lo sé. Nada quedará. Fuiste mi gran amor. Eso seguro. Pero la vida es así. Un tópico. Nadie podrá asegurar que yo haya sido tu gran amor. El gran amor de tu vida. Nadie. El gran amor de mi vida fuiste tú. Eso sí. Te lo aseguro. El gran amor de mi vida fuiste tú. Es probable que el gran amor de tu vida fue Fernando. Que el gran amor de Fernando fue Eloísa. Que el gran amor de Eloísa fue otro. Y así. A nadie le importa nada. Solo se trata de vivir, comer, follar y salir de vacaciones. Luego el amor que se lo den a los chacales. De seguro que ellos tampoco lo querrían. Y ahora estoy aquí, recordándote. Y eso a nadie importa. Te lo aseguro. A nadie importa. Ni a tu padre ni a tu madre. Y luego llegará el absoluto olvido. Tierra arrasada por el espanto. No seremos más que la nada. Una fosa común de cosas fortuitas. Un rictus. Una embarcación a la deriva. Y luego el absoluto olvido y un tren enloquecido que nunca llegará a destino.