Aquel viejo bar

Aquel viejo bar

El primero de noviembre fui a visitar mi tumba al cementerio. A la entrada vendedores de helados, frutas y flores. Traté de comprar flores pero nada. No sé si no me escucharon o no me vieron. Ni caso me hicieron. Ingresé y el cementerio lleno de gente. Niños, jóvenes y ancianos. Un ir y venir de gente. Mares de gente visitando a sus muertos. Pasaba entre columnas y nadie me saludaba. Ni caso me hacían. Vi a un compañero de curso y no me saludó. Vi a un amigo pasar de largo. Vi a mi hermana y pasó como si nada. Vi algunos vecinos que reían. Vi a un poeta a paso ligero. Vi a una amante que al parecer no me vio. Vi las nubes y un cielo naranjo. Chicos adolescentes que se besaban. Una madre llorando. También puedo ver el Cerro Dorotea majestuoso. Es un día verdaderamente maravilloso. Hay luz y sol. A medida que avanzo, me acerco a mi infancia donde fui tan feliz. ¡Fui tan feliz aquí! En Puerto Natales. Inmensamente. Me acerco a mi tumba. Pienso que no tendría que haber muerto. Más bien pienso, que tendría que haber muerto cuando era feliz. En mi adolescencia. Esa manera infame de seguir la vida a pesar de los malos presagios. Por fin llego a mi tumba. No sé quién puso una foto mía que no me favorece. Incluso era la foto que yo más odiaba. Aparecía la fecha de mi nacimiento que no era la de mi nacimiento. Aparecía la fecha de mi muerte que no era la de mi muerte. Flores de plástico que por lo visto, eran de hace mucho tiempo. Nadie se detenía allí. Nadie se detenía allí. Nadie se detenía allí. La gente pasaba y pasaba. No dejaban de pasar. Sólo yo ante mí. Me retiré del camposanto y me fui a un viejo bar. Un viejo bar donde se escuchaban risas de mujeres que ya no existían.

3 comentarios:

Saludos de nuevo, Hugo, así de anónimos somos, por nuestro bien, y que no falte una cerveza o algún licor bien fuerte después de cruzar el río Leteo.

Abrazo

Un abrazo Manuel.

Anónimo dijo...
12:25
 

excelente poema,