Eres tan malo me dijo

Eres tan malo me dijo


Era una amiga con ciertos beneficios. En Chile se dice: amiga con ventaja. Un poco más que amiga. ¡Podrás tener mi cuerpo pero no mi corazón! Algo así. Vivía siempre al borde de un ataque de algo. Se quejaba hasta de su sombra. De su almohada. Y a veces hasta de su buena suerte. Un día era que le dolía la cabeza. Mareos. Problemas a la columna. Su rodilla. Una de ellas, no sé cuál. El día nublado. Hacer la fila en una oficina pública. Los taxistas. La queja perenne y sistemática. Maldito puto cuento de nunca acabar. Aquello hizo que durante mucho tiempo ya no utilizase los beneficios de nuestra amistad. Y los lamentos se acentuaban. Su salud desmejoraba. El cuello tieso. Dolores de cadera. Insomnio. Etcétera. Una noche vino y no aguanté más. Y se lo dije. Le dije lo que los chicos del barrio siempre decían en nuestras reuniones nocturnas frente a una fogata. Aquellos programas perdularios de iniciación intuitiva. Le dije: creo que lo que te falta es un buen polvo. Se puso como loca. ¡Pero qué te crees machista de mierda! Pelotudo. Cosas así. Se puso a llorar. La dejé. Puse a Lydia Lunch. Llené mi vaso de whisky con dos hielos. Seguía llorando. La Lunch cantando. Vino a mí y me abrazó. Eres tan malo me dijo. No sabes lo que me haces sufrir cuando dices esas cosas. Eso me dijo. Seguía llorando. Luego, al ponerse su ropa me dijo que se sentía mejor.

0 comentarios: