Manejaba un taxi

Manejaba un taxi

Manejaba un taxi y era colectivero en la línea 21 y no era un buen día. No podría serlo por lo demás. No era hijo de la presidenta Bachelet que gana en un pase de manos miles de millones. Era yo y mi puta circunstancia. Ni les cuento. Les cuento: mi mujer me acusaba de veinte delitos. Me desalojaban de mi casa. Mi hijo en la cárcel. Un cielo de lagartos sobre mi testa. Y yo ahí en la línea 21 de colectivero. ¡Vaya mierda! Bajo la calle Bulnes y doblo por Ignacio Carrera Pinto. Frente al hospital se sube una mujer más gorda que una nube gorda. Apenas logra subirse al colectivo. Lleva muletas. Es más fea que una mujer fea. No dice nada. No digo nada. Arranco. Luego de pocos minutos me pregunta si paso por Campo de Hielo. Le digo que sí. Luego cuando llegamos a Campo de Hielo me pregunta si paso por dentro, aquello significa dar una vuelta de más por dentro de su barrio. Le digo que sí. Luego me pregunta si puedo dejarla en la puerta de su casa. Le digo: pero por qué no te vas a la concha de tu madre vieja de mierda. Me dice: oiga usted viejo de mierda, es que nunca le han enseñado modales para tratar a una dama. Le contesto: pero qué dama la concha de tu madre. Me responde: viejo pelao de mierda, qué se ha creído viejo puto culíao. Le digo: váyase a la concha de su madre vieja de mierda paralítica. Me dice: váyase usted a la mierda y no le voy a pagar su puta carrera. Le digo: no me pague y saque su puto culo de acá. Sale del colectivo. No fue un buen día. No fue un buen día para mí. No fue un día para ella. Era claro. Teníamos que cruzarnos. Teníamos que encontrarnos. Liberar tensiones. Eso. Putearnos. Me sentí bien por el resto del día. Ella de seguro también.

0 comentarios: