Estaban tocando Le Sud de Nino Ferrer

Estaban tocando Le Sud de Nino Ferrer

"Ya que no podemos cambiar de país, cambiemos de conversación”
"inmaculada decepción"

Después de cenar nos fuimos a un café en las inmediaciones del Río de las Minas, en Punta Arenas. Estaban tocando Le Sud de Nino Ferrer, cuando una de las chicas más feas del mundo vuelve del baño. ¿Ya pediste? Me pregunta, le dije que no, que primero esperaba que ella hiciese su pedido. Me dice que ya pasó aquel tiempo. Aquel tiempo de las tontas galanterías del hombre hacia la mujer, sobre todo si era ella la que invitaba y pagaba. Volvió con más aplomo después de sentarse en el inodoro, y por lo que observo, sin lavarse las manos. Me pregunta que le cuente en detalle qué hago para vivir. Que cómo me las arreglo para vivir. Se pone seria, me mira a los ojos, seguramente lo leyó en alguna revista en la antesala de su dentista, eso de mirar de frente a los ojos. Sostener la mirada, todas esas pamplinas insustanciales psicologístas y banales.

Hacía siete años que no sabía nada de ella, enterada que yo pasaría una semana en Punta Arenas, me escribe un correo y me invita a cenar, a pasar un momento agradable. Era abogada de un Organismo de la Mujer, en el gobierno de una mujer. La cucaracha, vivía bien, ganaba bien y compraba los mejores tampax del mercado. Siete años atrás, la acogí en mi casa durante una de sus fases de honda depresión. No se había olvidado de aquello y ahora quería demostrarme que estaba bien. Que sus cosas funcionaban. Quería que conociera su casa, su auto sus hijos pequeños y su marido encantador. Toda esa mierda displicente que la mayoría de los humanos veneran como: alguien que vino de abajo y, que a pesar de todos los entuertos de la vida, ha conquistado la cima. Su cima. Su pequeña cima de mierda.

Y ahí estaba este pequeño-enjuto-faldas cortas-batracio- preguntándome cómo hacía para vivir, qué hacía para vivir. Que le confesase in situ mi derrota. Mi derrota por demás ampliamente divulgada por la manada de pequeños triunfadores de todo pelaje. Peluqueros, médicos, entomólogos, amantes del truco, escritorzuelos, profesores y un cuantuhay de especímenes poblando el planeta. Todos ellos triunfadores. Le dije que no hacía nada. O casi nada. Que tomaba vino tinto y escribía. ¿Y ganas algo de dinero con ello? Estuve a punto de decirle cual Joyce: "Ya que no podemos cambiar de país, cambiemos de conversación”. En cambio le dije que tomando no ganaba dinero. Que escribiendo tampoco ganaba un rublo. Pero que nunca falta una pequeña ramera que me invite a cenar y que luego quiera follar. Dicho esto; no sé por qué, tuve una erección, me fui al baño y me masturbé. Salí del baño y no me despedí. Llegué a casa, dormí como los dioses, si es que los enloquecidos dioses pueden dormir.

Ilustración Javier Molinero.

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