alfonso alcalde
el espectador siempre tiene la razón
Una bailarina que practicaba en público el desnudo total, llevada por un exceso de entusiasmo dejó caer un seno en el escenario. Luego invitó al más curioso de los espectadores a mirar por ese ojo prohibido. En el fondo de la pieza estaba tejiendo una señora de edad y aspecto respetable. Afuera llovía sin consuelo y hasta se escuchaba un piano triste, blando, sonando muy bajo, suave como si tuviera frío, lo que no era efectivo.
truco irreverente
El conejo sacó de su sombrero al empresario del circo y éste lo dejó cesante ante las burlas de la selecta concurrencia. Desde ese mismo instante los números de fondo fueron el león amaestrando a la domadora, el cuchillo tirando el arma al artista y el sable que se tragaba una garganta. El empresario, ante las continuas protestas del público, no tuvo más remedio que reincorporar el conejo al elenco estable, pero ya nunca fue lo mismo según una infidencia hecha por sus íntimos.
acción que motiva desconcertante desembolso
La flaca descubrió una noche que el placer era sólo un invento porque nadie lo había disfrutado en vida. Puso como ejemplo su más reciente experiencia cuando, después de pulverizar la cama, el soldado que pasó la noche con ella vistiese con el apresuramiento que exige la estrategia militar.
Más tarde dijo que la vibración de la corneta, llamando nuevamente a las filas, le produjo el verdadero placer que esperaba.
Ella se sintió como intermediaria de la maniobra, señalando que era una víctima de los preparativos de la guerra. Sin embargo, lo que más le dolía era la exigencia del nochero del hotel que la obligó a pagar de su propio peculio la cama que quedó reducida a escombros con el entusiasmo.
efemérides peligrosa
A la hora de la sed una botella de vino tinto sospecha que le ha llegado la hora y tiembla: no quiere morir. El borracho parte de su casa y en el camino se encuentra con su mejor amigo que lo invita a celebrar el acontecimiento.
Los dos comprenden la situación y caminan en demanda de otro bar porque son humanos por sobre todas las cosas.
castigos corporales repercuten cuando menos se piensa
Un niño rebelde es obligado a tomar dos platos de sopa al día.
Cuando grande trabaja de payaso en un circo y le basta apretar una goma para que salte un chorro de lágrimas de la nariz, de las orejas y de sus manos. Esta virtud lo transforma en un misántropo. Más tarde se dedica a decorar los muros de la cárcel con mujeres en trajes de baño, invierno y verano, manifestando a quien quiera escucharlo que no está arrepentido de haber dado cuenta de su madre un día de invierno, cuando el viento del sur lo incitó al crimen sin ningún otro argumento valedero ante la justicia o la ley.
no hay que cambiar muy seguido de oficio
Un especialista tiene la fórmula secreta para hacer el pastel de mil hojas más delicioso de la tierra. Después cambia de rubro y se pone a fabricar ataúdes. Son pocas las personas que comparten su abatimiento mientras lo miran trabajar.
suma y resta de nefastos intereses
Madame de Savigne fue la amante de Gaudin de Sainte-Croix, un hombre de carácter débil, manco, amable. Mientras la mujer trataba todos los días de ultimar a su marido, Sante-Croix, dando muestras de una empecinada porfía, le suministraba los antídotos correspondientes, temeroso de quedarse con la viuda para siempre. La señora calculó que el veneno no era tan fulminante como para ver sus planes coronados por el éxito y optó por aumentar la dosis. Otro tanto disponía Sainte-Croix con los neutralizantes. El juego llegó a ocuparles el día entero y tanto la envenenadora como el salvador del difunto dedicaron lo mejor de su tiempo a este deporte mientras el suscripto pasaba de hora en hora de la vida a la muerte o al revés con recuperaciones que parecían milagrosas hasta caer de nuevo abatido con la respiración corta.
Un día el bueno de Sainte-Croix sufrió un grave accidente y esa noche murió; mejor dicho estalló volando hecho añicos, al extremo que ni un solo filamento de su persona fue encontrado por quienes se dedicaron a su búsqueda.
los deseos configuran aspectos temibles de la personalidad
Es un hecho que W. H. Hudson congestionó la libido transformando el deseo sexual en una ecuación equívoca. En su libro La Edad de Cristal, el mundo se convierte en un paradisíaco predio agrícola. El trabajo no escasea, hay tiempo para la premeditación y la alevosía. La mujer es una abeja productora (una por casa) que lava, teje, copula, intriga, satisface, molesta, agravia, adula, enternece. Sobre sus hombros pesaba la responsabilidad de la reproducción. El resto de las damas vivía de los efluvios del amor vegetal controlado por una yerba reducidora de los deseos hasta que el aburrimiento de las mujeres en estado de merecer armó la revuelta, y con esos precedentes en la mano, gente sin escrúpulos inventó más tarde el biógrafo.
una madre, gracias a dios, puede elegir el futuro de sus hijos
La flaca al ver por primera vez un preservativo asoció la idea a un acuario con pequeños peces.
Su sentido del humor llegaba a tales extremos que se permitía cortarles la punta sin que el galán la sorprendiera, de modo que todos sus hijos eligieron la carrera del mar cuando llegó el momento de ganarse la vida por su propia cuenta.
peripecias del soldado
Ya le dije al mariscal del campo con todo respeto -Usted me envía al matadero. Está previsto que en este ataque nadie escapará con vida. Ahora bien, usted me obliga a disparar con este torpe fusil que tiene un corcho en la punta, mi general. Usted me dice que aguardamos la hora cero para asaltar al enemigo que nos espera con las ametralladoras camufladas en la casamatas. Mi capitán, no es que yo sea cobarde. saludo a la bandera antes de partir, soy joven, difícil sostener que tengo derecho a la vida porque la guerra es la guerra, eso está claro, mi cabo, pero el hecho de que yo me haya enredado con su mujer, después de todo, se puede arreglar con un trato de caballeros. En todo caso cuando se acueste con ella dígale que mis últimas palabra fueron: ¡Viva la patria, viva el amor!, pero no le dé mayores detalles cuando se ponga a llorar y salga a buscarme en medio de la noche, mi sargento cornudo.
todo éxtasis esconde una trampa
A veces es un solo pez que hurga el océano, el que predicará su verdad en el desierto. Es como si resbalara una estrella sangrante para que usted pida algún capricho: que ella abra las piernas hasta más arriba de la cintura mostrando soles descomunales, ese vapor que emigra del sexo y que acorta y alarga las mareas. Busca, a tienta pero con ahínco, su media naranja, sabe que tiene que invitarla a comer, besarle las agallas, usufructuar del vaivén un tanto cómplice del océano y por último dejarse llevar por el deseo como enviado por una tercera persona. Y en esas circunstancias se ajusta a la acción determinada por el libreto que lleva en las manos. Es sólo un actor que sabe que deberá permanecer en el escenario el tiempo reglamentario de los tres actos y en los cuales amará, odiará y procreará. De modo que cuando aparece colgando el anzuelo, es el propio pez el que tiene que improvisar el resto de la acción y ni siquiera tomar algún tipo de precaución para preservar la vida. Todo ha sido reducido a una burda maniobra, a un melodrama tan grotesco en que simplemente el pez cae en la trampa y empieza a descender el telón y se escuchan los aplausos y también los solitarios silbidos de rigor, que nunca faltan.
comentarios:
20:13
Fue a poner un comentario pero el comentario le dijo que pusiera la mano bien extendida. Que el se encargaría de hacerlo.
Da gusto conseguir blogs como el suyo.
Un saludo.
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