Arte por el cambio social: Apuntes para un manifiesto(1)
Por: Miguel Mazzeo y Mariano Pacheco
El arte por el cambio social surge para cubrir las necesidades simbólicas de los seres humanos que no aceptan el orden que los oprime, para fomentar con rituales los lazos igualitarios y la organización popular. Lo están gestado, no casualmente, todos aquellos que -desde distintos ámbitos- vienen luchando por el conjunto de las necesidades. He aquí el útero de sus obras.
Es un arte que asume la tarea de proveer de riqueza simbólica a los espacios y sujetos que han sido victimas de un largo proceso de degradación económica, social, política y cultural. Espacios y sujetos a los que el "arte" suele abandonar o negar en sus posibilidades estéticas, éticas y creativas.
Es un arte que provee de símbolos alternativos mientras atenta contra aquellos símbolos que externalizan el poder de las clases dominantes. Como una potencia reveladora muestra las cosas como son y despierta - refuerza la conciencia crítica. Aspira a la preforma porque cabalga junto a lo que está en proceso de conformación y es radicalmente nuevo. Su campo de acción específico son las formas de percepción y las relaciones simbólicas. Quiere sustituir a las que sostienen (justificando u ocultando) la dominación por otras que permitan la igualdad sustantiva y la felicidad. Su principal certeza es: nunca habrá dimensiones lúdicas o estéticas en el infierno. El arte solo estará en condiciones de desarrollar facetas recreativas en los marcos de una sociedad desalineada, libre.
El arte por el cambio social considera que una sociedad nueva, constituida por hombres y mujeres nuevos, no se generan solamente a partir de las transformaciones económicas y en la propiedad colectiva de los medios de producción. Esos cambios (fundamentales para edificar un orden superador al del capital) sin autoconciencia y protagonismo popular pueden producir formas de opresión y enajenación que a la larga pueden revertirlos. Si el hombre y la mujer nuevos se conciben como meros resultados de los cambios producidos por el accionar de una vanguardia, nada tiene que hacer el arte (solo festejar al poder y ser frívolo, decadente). Si por el contrario, como consideramos, el hombre y la mujer nuevos emergen en un proceso de autotransformación y autoconstitución, el arte cumple un papel fundamental, porque puede y debe ser parte inseparable de ese proceso, porque abre un frente original (que a veces es el único) en la lucha contra la enajenación, principalmente contra la enajenación política y cultural.
El arte por el cambio social plantea que para que todos los hombres y mujeres sean alguna vez alados y sagrados, hoy se impone ir de a pié y ser profanos. Aunque también sabe ser "prefigurativo": esto es, construye -con intenciones políticas- algún paraíso pequeño o fugaz a modo de ejemplo y adelanto. Un arte que está más acá de los conceptos y las palabras y más allá de las estéticas, las técnicas e incluso los contenidos (aunque no los niega). Sus enemigos: los que muestran jardines donde hay campos de batalla, las expresiones asnales o pomposas del solipsismo. Los que se ensañan con espantajos. Los que pretenden cambiar las cosas desde lugares ideales y no desde las contradicciones de una humanidad deshumanizada con su correspondiente cuota de miseria y agobio.
Es un arte inoportuno para los que intentan preservar su ciudadela de indiferencia porque da cuenta de la desdicha y de las cosas que están en disolución. Sus trazos pueden tener el signo de la congoja más honda. Pero desde el fondo del reculadero (algunas veces desde cierta rusticidad primitiva, otras desde arquitecturas densas), paso a paso, desanda el camino de la deshumanización, lucha por abrir una ventana porque intuye un horizonte amplio y radiante. Funda una nueva épica. Descubre el nuevo sentido de la "provocación". Instituye las posibilidades de un destino vanguardista asumiéndose como un arte de retaguardia.
No se queda en la pura negatividad, asume la responsabilidad inherente al momento positivo. Por eso es "comprometido", porque lo plasman hombres y mujeres que asumen el (su) tiempo histórico y todas sus consecuencias. Parafraseando al Sartre de la Crítica de la Razón dialéctica, viven su arte "como contribución posible a la ideología de una época entera y al mismo tiempo como praxis particular de un individuo definido por su aventura histórica y personal en el seno de una historia más amplia que lo condiciona". No es un arte que se conforma con los desquites permitidos (los vanos carnavales). Es recalcitrante e insurrecto. Considera -como Ralph Waldo Emerson- que el destino es para los imbéciles. Esto lo hace inoportuno para los poderosos. Opera como un piquete: altera la circulación de símbolos. Afecta las intervenciones reproductivas en el campo de las superestructuras ideológicas.
Es un arte que se nutre de las posibilidades de los hombres y las mujeres de las clases subalternas y de sus rebeldías, nunca de sus alineaciones (no las confunde con romanticismo). Se basa en la imaginación indisciplinada. Es un arte que no se rinde a ni a símbolos ni a nombres ni a las instituciones muertas (o sea: a las instituciones que ya ni siquiera sirven para resistir). Es un arte extra institucional. Prescinde del prestigio y de otras imposturas.
Se afirma -desde Duchamps- que el contexto es un elemento determinante del hecho artístico. El contexto del arte por el cambio social es la lucha y el pueblo marchando. Este contexto es su medio cultural, su campo de investigaciones, de experimentación y de creación. Asimismo es su campo principal de legitimación y su destino.
El orden instituido en la materia no ha considerado a las luchas populares como un espacio de legitimación de la obra de arte. O sea: para algunos no es arte porque se desarrolla por fuera de todo espacio de legitimación instituido como artístico. Por lo tanto este también es un frente de batalla para el arte por el cambio social. Legitimar su propio espacio como espacio artístico, con sus circuitos sin galerías, sin curadores, sin filtros, sin comités de selección, sin editoriales o revistas, sin compañías discográficas, sin escenarios rutilantes, sin medios masivos, sin mercado. Su espacio de conspiración es otro. O sea, no solo se "vincula" a contenidos revolucionarios sino que aspira a revolucionar algunos elementos estéticos pero principalmente sus condiciones de producción, reproducción y exhibición pública. Propone una lógica diferente a la del capital en todos los planos.
Entonces, se trata de un arte de acción y en movimiento: produce, demuestra, comete, perturba, perpetra, pervierte, subvierte y revierte. Un arte irremediable e inaplazable, que tendrá que ser, alternativamente, clandestino, antropófago (recordemos que la antropofagia para Claude Levy Strauss, busca siempre la neutralización de las fuerzas temibles), con nombre o anónimo (en última instancia siempre será colectivo). Un arte que es parte de una praxis (que incluye a la política por supuesto) que rediseña totalmente el campo práctico y produce lo nuevo.
Es un arte que aspira a que nosotros pongamos la palabra fundamental y que no espera a que otro la ponga en nosotros.
Como la realidad no existe por si misma y como la clase dominante nos ha creado una que nos agobia, estamos obligados a crear una realidad nueva. Nosotros -como decía Simón Rodríguez- o inventamos o erramos.
Finalmente: cuando dibujamos, pintamos, cantamos, escribimos, filmamos o fotografiamos, cuando construimos colectivamente signos -pequeños saltos dialécticos que superan lo dado-, cuando nos calentamos el alma en el fuego de las antiguas ceremonias, cuando fundamos mitos y destruimos fetiches... nos hacemos visibles, nos constituimos como sujetos (dejamos de ser sujetos negados y potenciales y nos convertimos en sujetos en acto) sobre la base de nuestras propias intervenciones en el proceso de resistencia y transformación, en fin: sentimos un poco menos extraña a la historia.
Es un arte que asume la tarea de proveer de riqueza simbólica a los espacios y sujetos que han sido victimas de un largo proceso de degradación económica, social, política y cultural. Espacios y sujetos a los que el "arte" suele abandonar o negar en sus posibilidades estéticas, éticas y creativas.
Es un arte que provee de símbolos alternativos mientras atenta contra aquellos símbolos que externalizan el poder de las clases dominantes. Como una potencia reveladora muestra las cosas como son y despierta - refuerza la conciencia crítica. Aspira a la preforma porque cabalga junto a lo que está en proceso de conformación y es radicalmente nuevo. Su campo de acción específico son las formas de percepción y las relaciones simbólicas. Quiere sustituir a las que sostienen (justificando u ocultando) la dominación por otras que permitan la igualdad sustantiva y la felicidad. Su principal certeza es: nunca habrá dimensiones lúdicas o estéticas en el infierno. El arte solo estará en condiciones de desarrollar facetas recreativas en los marcos de una sociedad desalineada, libre.
El arte por el cambio social considera que una sociedad nueva, constituida por hombres y mujeres nuevos, no se generan solamente a partir de las transformaciones económicas y en la propiedad colectiva de los medios de producción. Esos cambios (fundamentales para edificar un orden superador al del capital) sin autoconciencia y protagonismo popular pueden producir formas de opresión y enajenación que a la larga pueden revertirlos. Si el hombre y la mujer nuevos se conciben como meros resultados de los cambios producidos por el accionar de una vanguardia, nada tiene que hacer el arte (solo festejar al poder y ser frívolo, decadente). Si por el contrario, como consideramos, el hombre y la mujer nuevos emergen en un proceso de autotransformación y autoconstitución, el arte cumple un papel fundamental, porque puede y debe ser parte inseparable de ese proceso, porque abre un frente original (que a veces es el único) en la lucha contra la enajenación, principalmente contra la enajenación política y cultural.
El arte por el cambio social plantea que para que todos los hombres y mujeres sean alguna vez alados y sagrados, hoy se impone ir de a pié y ser profanos. Aunque también sabe ser "prefigurativo": esto es, construye -con intenciones políticas- algún paraíso pequeño o fugaz a modo de ejemplo y adelanto. Un arte que está más acá de los conceptos y las palabras y más allá de las estéticas, las técnicas e incluso los contenidos (aunque no los niega). Sus enemigos: los que muestran jardines donde hay campos de batalla, las expresiones asnales o pomposas del solipsismo. Los que se ensañan con espantajos. Los que pretenden cambiar las cosas desde lugares ideales y no desde las contradicciones de una humanidad deshumanizada con su correspondiente cuota de miseria y agobio.
Es un arte inoportuno para los que intentan preservar su ciudadela de indiferencia porque da cuenta de la desdicha y de las cosas que están en disolución. Sus trazos pueden tener el signo de la congoja más honda. Pero desde el fondo del reculadero (algunas veces desde cierta rusticidad primitiva, otras desde arquitecturas densas), paso a paso, desanda el camino de la deshumanización, lucha por abrir una ventana porque intuye un horizonte amplio y radiante. Funda una nueva épica. Descubre el nuevo sentido de la "provocación". Instituye las posibilidades de un destino vanguardista asumiéndose como un arte de retaguardia.
No se queda en la pura negatividad, asume la responsabilidad inherente al momento positivo. Por eso es "comprometido", porque lo plasman hombres y mujeres que asumen el (su) tiempo histórico y todas sus consecuencias. Parafraseando al Sartre de la Crítica de la Razón dialéctica, viven su arte "como contribución posible a la ideología de una época entera y al mismo tiempo como praxis particular de un individuo definido por su aventura histórica y personal en el seno de una historia más amplia que lo condiciona". No es un arte que se conforma con los desquites permitidos (los vanos carnavales). Es recalcitrante e insurrecto. Considera -como Ralph Waldo Emerson- que el destino es para los imbéciles. Esto lo hace inoportuno para los poderosos. Opera como un piquete: altera la circulación de símbolos. Afecta las intervenciones reproductivas en el campo de las superestructuras ideológicas.
Es un arte que se nutre de las posibilidades de los hombres y las mujeres de las clases subalternas y de sus rebeldías, nunca de sus alineaciones (no las confunde con romanticismo). Se basa en la imaginación indisciplinada. Es un arte que no se rinde a ni a símbolos ni a nombres ni a las instituciones muertas (o sea: a las instituciones que ya ni siquiera sirven para resistir). Es un arte extra institucional. Prescinde del prestigio y de otras imposturas.
Se afirma -desde Duchamps- que el contexto es un elemento determinante del hecho artístico. El contexto del arte por el cambio social es la lucha y el pueblo marchando. Este contexto es su medio cultural, su campo de investigaciones, de experimentación y de creación. Asimismo es su campo principal de legitimación y su destino.
El orden instituido en la materia no ha considerado a las luchas populares como un espacio de legitimación de la obra de arte. O sea: para algunos no es arte porque se desarrolla por fuera de todo espacio de legitimación instituido como artístico. Por lo tanto este también es un frente de batalla para el arte por el cambio social. Legitimar su propio espacio como espacio artístico, con sus circuitos sin galerías, sin curadores, sin filtros, sin comités de selección, sin editoriales o revistas, sin compañías discográficas, sin escenarios rutilantes, sin medios masivos, sin mercado. Su espacio de conspiración es otro. O sea, no solo se "vincula" a contenidos revolucionarios sino que aspira a revolucionar algunos elementos estéticos pero principalmente sus condiciones de producción, reproducción y exhibición pública. Propone una lógica diferente a la del capital en todos los planos.
Entonces, se trata de un arte de acción y en movimiento: produce, demuestra, comete, perturba, perpetra, pervierte, subvierte y revierte. Un arte irremediable e inaplazable, que tendrá que ser, alternativamente, clandestino, antropófago (recordemos que la antropofagia para Claude Levy Strauss, busca siempre la neutralización de las fuerzas temibles), con nombre o anónimo (en última instancia siempre será colectivo). Un arte que es parte de una praxis (que incluye a la política por supuesto) que rediseña totalmente el campo práctico y produce lo nuevo.
Es un arte que aspira a que nosotros pongamos la palabra fundamental y que no espera a que otro la ponga en nosotros.
Como la realidad no existe por si misma y como la clase dominante nos ha creado una que nos agobia, estamos obligados a crear una realidad nueva. Nosotros -como decía Simón Rodríguez- o inventamos o erramos.
Finalmente: cuando dibujamos, pintamos, cantamos, escribimos, filmamos o fotografiamos, cuando construimos colectivamente signos -pequeños saltos dialécticos que superan lo dado-, cuando nos calentamos el alma en el fuego de las antiguas ceremonias, cuando fundamos mitos y destruimos fetiches... nos hacemos visibles, nos constituimos como sujetos (dejamos de ser sujetos negados y potenciales y nos convertimos en sujetos en acto) sobre la base de nuestras propias intervenciones en el proceso de resistencia y transformación, en fin: sentimos un poco menos extraña a la historia.
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