Ramón Díaz Eterovic: Jorge Teillier/70
En esta foto, entre otros, Sebastián Teillier, Guido Eytel, Fernando Teillier y Ramón Díaz Eterovic. |
TRAS LAS HUELLAS DE JORGE TEILLIER EN LAUTARO
Mientras el tren se detiene en la estación de Lautaro, recuerdo un poema de Jorge Teillier: "En el pueblo donde algunos me conocen como el poeta cuyo nombre suele aparecer en los diarios, paseo por la calle Comercio...". Amanece y sobre el horizonte verde de los bosques desfilan nubes con presagios de lluvia. La estación está desierta y sobre uno de sus rieles duerme una añosa locomotora, tal vez del tiempo en que Teillier dejó su pueblo natal para estudiar pedagogía en la Capital, el año 1953. En el aire flota un aroma de pinos recién cortado y de las chimeneas de las casas brota el humo espeso de las cocinas a leña. Un perro recorre la línea del tren y sobre unos alambrados brillan las perlas depositadas por la lluvia durante la noche.
Avanzada la mañana del día en que se celebran los setenta años de su nacimiento, camino por la calle Comercio, que ahora se llama O'Higgins, rumbo a la estación del ferrocarril donde se realizará el acto de homenaje al autor de "Crónica del forastero". Me acompañan su hijo Sebastián, su sobrino Fernando y el escritor Guido Eytel. Murales callejeros, un poema grabado sobre piedra al inicio del puente que cruza el río Cautín, una placa en la casa paterna y otra en la plaza que lleva su nombre, recuerdan que Lautaro es el pueblo de Jorge Teillier y que sus habitantes, desde el alcalde hasta el más anónimo de los vecinos, se sienten orgullosos del vínculo que los une al poeta de los lares.
Jorge Teillier nació el 24 de junio de 1935, el mismo día y año en que Gardel entró al país de las leyendas y en que los mapuches celebran la llegada del año nuevo. Hijo de Fernando Teillier y Sara Sandoval, creó hasta el día de su muerte una de las poesías más profundas y originales de nuestra literatura. Su primer libro fue "Para ángeles y gorriones" (1956) y a éste le siguieron, entre otros poemarios, "El árbol de la memoria", "Poemas del país de nunca jamás", "El cielo cae con las hojas" y "El molino y la higuera". Dirigió la revista "Orfeo" y el "Boletín de la Universidad de Chile", y se le suele mencionar como el creador de la poesía lárica, enraizada en el mundo de la infancia y la provincia, como un espacio mítico desde el cual el poeta busca comunicarse con sus semejantes y gritar su desasosiego frente a un mundo que se autodestruye y aparta de las cosas esenciales de la vida. "La poesía lárica -señaló en alguna ocasión Teillier-, es de toda la gente que respete sus tradiciones y antepasados".
Mientras recorro Lautaro tengo la sensación de caminar por entre las estrofas de un poema de Teillier. El pueblo parece suspendido en el tiempo y al correr de los minutos aparecen los restos de un viejo molino, la casita del club de tenis del pueblo y el edificio de la Biblioteca Municipal donde han montado una exposición en recuerdo del poeta. En su interior algunos niños consultan los libros que les ayudan en sus tareas y la encargada del lugar habla con orgullo de la biblioteca móvil que recorre los poblados aledaños. De la biblioteca pasamos al Municipio donde sonríe Jorge Teillier en las fotos expuestas por Jorge Aravena Llanca. En algunos de los retratos lo vemos caminar junto a la línea del tren, y en otros, acompañado de su hermano Iván y del poeta magallánico Rolando Cárdenas.
Jorge Teillier murió el 22 de abril de 1996. Era un amigo generoso, siempre pendiente de encontrar la palabra justa para alentar el trabajo de sus camaradas de oficio. Su poesía es un solo y gran poema que nos habla del tiempo del arraigo, de la nostalgia por las cosas idas, de sus libros, poetas y escritores favoritos, de los colores y aromas de las cosas amadas. En el recuerdo lo veo entrar al bar Unión, con algunos libros y la revista "The Ring" bajo el brazo, atento a los saludos que le prodigan los parroquianos con los que solía conversar de lo humano y lo divino. Después de saludar a los amigos lo veo sentarse "a la mesa de los poetas" y sacar de entre sus papeles el último poema que ha escrito o escucho su comentario acerca del libro que ha visto en una librería de viejo y recomienda leer. De los maestros que reconozco en el oficio de escribir, Teillier es el principal, tanto por su maravillosa poesía que sigue iluminando, como por su modo sutil de enseñar, sin estridencias ni ostentaciones. Jorge era un poeta que se imponía por su transparencia y lucidez, y lo que se aprendía de él era lo que fluía espontáneamente de sus diálogos, donde siempre había un momento para desentrañar los misterios de la poesía y de la amistad.
Con la llegada de las primeras sombras llegan a la estación los invitados al festejo. El alcalde y los vecinos. Familiares y amigos de Teillier. Los poetas del Grupo Literario Prisma y los miembros del Grupo de Amigos de la Biblioteca Municipal de Lautaro. Niños y niñas que abren sus ojos con asombro. Antiguos residentes que recuerdan anécdotas vividas con el homenajeado. Jorge Aravena Llanca abre los fuegos y canta cuatro canciones dedicadas al poeta de "Cartas para reinas de otras primaveras". Luego se inicia una mesa de conversación en la que participan Guido Eytel, Elicura Chihuailaf, Ramón Díaz Eterovic y Hurón Magma. Anécdotas y recuerdos que hablan del impacto de la poesía de Teillier en los panelistas, y del privilegio de haber compartido una copa de amistad con él. Alguien recuerda que en los últimos días se han hecho muchos homenajes al poeta, pero que sin duda el más significativo es el que en esos momentos se realiza en su pueblo. Un homenaje modesto, sin el apoyo de las entidades que supuestamente promueven la cultura, pero emocionante y sencillo, como sin duda le habría gustado a él.
Terminada la conversación se procede a entregar los premios del Concurso de Poesía Jorge Teillier. Poetas de distintas edades reciben sus galardones. Una niña lee un poema dedicado a su padre. Después habla el alcalde de Lautaro y reafirma su compromiso con la memoria de quien es el hijo más ilustre del pueblo. El homenaje sigue con la lectura de un texto enviado desde Santiago por el amigo de juventud de Teillier, Juan Guzmán Paredes; y culmina con la actuación del conjunto folclórico municipal. Afuera cae la noche cerrada. Sopla el viento y ningún tren se detiene en la estación. Es la hora del brindis. Recuerdo otros versos de Teillier: "Voy a la sidrería. Allí están los parroquianos de siempre y me saludan mis viejos compañeros de curso que sueñan con ser alcaldes o regidores...".
Al otro día concurrimos al cementerio de Lautaro a visitar el lugar donde yacen los restos de Iván Teillier, notable creador de atmósferas y personajes sureños. Y por la tarde, en la Sidrería Kunz brindamos con Fernando Teillier Sandoval. Sus gestos, su risa y su humor recuerdan a su hermano Jorge. Por un instante me parece que el poeta ha aparecido en medio de la noche para pedir en voz baja una caña de sidra. Fernando cuenta jocosas historias de cines pueblerinos y de pronto alguien pide permiso para leer un poema. De otro rincón de la sidrería llegan algunos sones mexicanos. Se suman más poetas a la celebración. Poetas provenientes de Teodoro Schmidt, Carahue, Angol y Temuco. Al anochecer alguien recuerda que el tren nocturno está por pasar. Corremos al encuentro de la locomotora que rompe el silencio de la noche. A la hora de la despedida, pienso en un nuevo poema de Teillier: "Lo que escribo (...) es para los hermanos que afrontan la borrachera y a quienes desdeñan los que se creen santos, profetas o poderosos". Y en otros versos que dicen: "Todas las tardes regresan sus admiradores que en la estación se empujan para llevarlo en hombros a la vuelta de su gira triunfal y lo dejan en la primavera del césped de pez-castilla donde -como le prometió a su madre- sueña que ha esquivado -sin despeinarse- los golpes del olvido". Jorge Teillier ha cumplido setenta años y brindan por él las estrellas en el cielo de Lautaro.
Avanzada la mañana del día en que se celebran los setenta años de su nacimiento, camino por la calle Comercio, que ahora se llama O'Higgins, rumbo a la estación del ferrocarril donde se realizará el acto de homenaje al autor de "Crónica del forastero". Me acompañan su hijo Sebastián, su sobrino Fernando y el escritor Guido Eytel. Murales callejeros, un poema grabado sobre piedra al inicio del puente que cruza el río Cautín, una placa en la casa paterna y otra en la plaza que lleva su nombre, recuerdan que Lautaro es el pueblo de Jorge Teillier y que sus habitantes, desde el alcalde hasta el más anónimo de los vecinos, se sienten orgullosos del vínculo que los une al poeta de los lares.
Jorge Teillier nació el 24 de junio de 1935, el mismo día y año en que Gardel entró al país de las leyendas y en que los mapuches celebran la llegada del año nuevo. Hijo de Fernando Teillier y Sara Sandoval, creó hasta el día de su muerte una de las poesías más profundas y originales de nuestra literatura. Su primer libro fue "Para ángeles y gorriones" (1956) y a éste le siguieron, entre otros poemarios, "El árbol de la memoria", "Poemas del país de nunca jamás", "El cielo cae con las hojas" y "El molino y la higuera". Dirigió la revista "Orfeo" y el "Boletín de la Universidad de Chile", y se le suele mencionar como el creador de la poesía lárica, enraizada en el mundo de la infancia y la provincia, como un espacio mítico desde el cual el poeta busca comunicarse con sus semejantes y gritar su desasosiego frente a un mundo que se autodestruye y aparta de las cosas esenciales de la vida. "La poesía lárica -señaló en alguna ocasión Teillier-, es de toda la gente que respete sus tradiciones y antepasados".
Mientras recorro Lautaro tengo la sensación de caminar por entre las estrofas de un poema de Teillier. El pueblo parece suspendido en el tiempo y al correr de los minutos aparecen los restos de un viejo molino, la casita del club de tenis del pueblo y el edificio de la Biblioteca Municipal donde han montado una exposición en recuerdo del poeta. En su interior algunos niños consultan los libros que les ayudan en sus tareas y la encargada del lugar habla con orgullo de la biblioteca móvil que recorre los poblados aledaños. De la biblioteca pasamos al Municipio donde sonríe Jorge Teillier en las fotos expuestas por Jorge Aravena Llanca. En algunos de los retratos lo vemos caminar junto a la línea del tren, y en otros, acompañado de su hermano Iván y del poeta magallánico Rolando Cárdenas.
Jorge Teillier murió el 22 de abril de 1996. Era un amigo generoso, siempre pendiente de encontrar la palabra justa para alentar el trabajo de sus camaradas de oficio. Su poesía es un solo y gran poema que nos habla del tiempo del arraigo, de la nostalgia por las cosas idas, de sus libros, poetas y escritores favoritos, de los colores y aromas de las cosas amadas. En el recuerdo lo veo entrar al bar Unión, con algunos libros y la revista "The Ring" bajo el brazo, atento a los saludos que le prodigan los parroquianos con los que solía conversar de lo humano y lo divino. Después de saludar a los amigos lo veo sentarse "a la mesa de los poetas" y sacar de entre sus papeles el último poema que ha escrito o escucho su comentario acerca del libro que ha visto en una librería de viejo y recomienda leer. De los maestros que reconozco en el oficio de escribir, Teillier es el principal, tanto por su maravillosa poesía que sigue iluminando, como por su modo sutil de enseñar, sin estridencias ni ostentaciones. Jorge era un poeta que se imponía por su transparencia y lucidez, y lo que se aprendía de él era lo que fluía espontáneamente de sus diálogos, donde siempre había un momento para desentrañar los misterios de la poesía y de la amistad.
Con la llegada de las primeras sombras llegan a la estación los invitados al festejo. El alcalde y los vecinos. Familiares y amigos de Teillier. Los poetas del Grupo Literario Prisma y los miembros del Grupo de Amigos de la Biblioteca Municipal de Lautaro. Niños y niñas que abren sus ojos con asombro. Antiguos residentes que recuerdan anécdotas vividas con el homenajeado. Jorge Aravena Llanca abre los fuegos y canta cuatro canciones dedicadas al poeta de "Cartas para reinas de otras primaveras". Luego se inicia una mesa de conversación en la que participan Guido Eytel, Elicura Chihuailaf, Ramón Díaz Eterovic y Hurón Magma. Anécdotas y recuerdos que hablan del impacto de la poesía de Teillier en los panelistas, y del privilegio de haber compartido una copa de amistad con él. Alguien recuerda que en los últimos días se han hecho muchos homenajes al poeta, pero que sin duda el más significativo es el que en esos momentos se realiza en su pueblo. Un homenaje modesto, sin el apoyo de las entidades que supuestamente promueven la cultura, pero emocionante y sencillo, como sin duda le habría gustado a él.
Terminada la conversación se procede a entregar los premios del Concurso de Poesía Jorge Teillier. Poetas de distintas edades reciben sus galardones. Una niña lee un poema dedicado a su padre. Después habla el alcalde de Lautaro y reafirma su compromiso con la memoria de quien es el hijo más ilustre del pueblo. El homenaje sigue con la lectura de un texto enviado desde Santiago por el amigo de juventud de Teillier, Juan Guzmán Paredes; y culmina con la actuación del conjunto folclórico municipal. Afuera cae la noche cerrada. Sopla el viento y ningún tren se detiene en la estación. Es la hora del brindis. Recuerdo otros versos de Teillier: "Voy a la sidrería. Allí están los parroquianos de siempre y me saludan mis viejos compañeros de curso que sueñan con ser alcaldes o regidores...".
Al otro día concurrimos al cementerio de Lautaro a visitar el lugar donde yacen los restos de Iván Teillier, notable creador de atmósferas y personajes sureños. Y por la tarde, en la Sidrería Kunz brindamos con Fernando Teillier Sandoval. Sus gestos, su risa y su humor recuerdan a su hermano Jorge. Por un instante me parece que el poeta ha aparecido en medio de la noche para pedir en voz baja una caña de sidra. Fernando cuenta jocosas historias de cines pueblerinos y de pronto alguien pide permiso para leer un poema. De otro rincón de la sidrería llegan algunos sones mexicanos. Se suman más poetas a la celebración. Poetas provenientes de Teodoro Schmidt, Carahue, Angol y Temuco. Al anochecer alguien recuerda que el tren nocturno está por pasar. Corremos al encuentro de la locomotora que rompe el silencio de la noche. A la hora de la despedida, pienso en un nuevo poema de Teillier: "Lo que escribo (...) es para los hermanos que afrontan la borrachera y a quienes desdeñan los que se creen santos, profetas o poderosos". Y en otros versos que dicen: "Todas las tardes regresan sus admiradores que en la estación se empujan para llevarlo en hombros a la vuelta de su gira triunfal y lo dejan en la primavera del césped de pez-castilla donde -como le prometió a su madre- sueña que ha esquivado -sin despeinarse- los golpes del olvido". Jorge Teillier ha cumplido setenta años y brindan por él las estrellas en el cielo de Lautaro.
4 comentarios:
15:33
Ramón este Blog es tuyo??? o sólo participas del texto, aun no siendo así debo decir que me conmueve la lealtad de los amigos, un abrazo.
Rogelio.
http://insurrecion.blogia.com
19:08
Hola, ando en busca del poema "Telegrama" de Teillier, no he podido encontrarlo en internet... si alguien puede hacérmelo llegar estaré agradecida.
Mi mail: cleste@terra.com
16:37
Acá va el poema Melusina.
Telegrama
Simplemente
no me acostumbro a ver llegar la tarde,
el vuelo de los tordos, el ruido del canal,
las lágrimas malévolas de los floripondios,
y el dormitar envidiable de los gatos
sin compartirlo con tus ojos azules.
Jorge
(PD: el telegrama lo envío por mano
porque tiene más de once palabras
y no sé escribirte menos que ellas
y por ahora no tengo dinero para escribirte más).
23:01
Que bello, qué bello! Jorge, como antes lo hicieran con él otros poetas, nos protege desde ése, su cielo, donde las copas están siempre llenas de vino, amistad y sur. Jorge nos duele, pero también,pero mucho más que eso, aparece de vez en cuando a proveer de licores, nostalgias y maravillosos amigos y poetas en las estaciones demarcadas y accidentadas de nuestro camino.
Un abrazo en la fraternidad de este Teillier maravilloso, y a pocos días de un nuevo cumpleaños.
Claudia K.
lavanderaustral@gmail.com
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