Vidal sigue descansando en paz

Vidal sigue descansando en paz



El cementerio es una ciudad apacible en la que se reproduce, a escala silenciosa, las características de la comunidad a la que pertenece. En Chile, el cementerio más hermoso que conozco es el de Punta Arenas. Sus senderos de ordenados cipreses y la vista que desde él se tiene del Estrecho de Magallanes le confieren una magia difícil de traducir en palabras y que en su momento inspiró a poetas como Enrique Lihn y Rolando Cárdenas. Unos kilómetros más al norte, el cementerio de Puerto Natales también ofrece algunas cosas interesantes de conocer. Por ejemplo, cerca de la entrada se encuentra la tumba de Carlos Viveros y los demás obreros que fueron asesinados por las llamadas "fuerzas del orden" durante la revuelta obrera del año 1919 conocida como "la pequeña Comuna de Puerto Natales".

Lo que más llama la atención en el cementerio de Puerto Natales son unas placas plateadas, metálicas, instaladas en la mayoría de las tumbas y mausoleos. Estas placas tienen la leyenda: "la hora fatal" y un pequeño reloj que indica la hora exacta en que el finado dejó de preocuparse del paso del tiempo o de llegar atrasado a alguna parte. He visto unas placas similares en el cementerio de Punta Arenas, pero no en la cantidad que se encuentran en el de Puerto Natales. Ignoro si existen estas placas en otros cementerios del país, pero en los que conozco, nunca he visto nada igual.

El poeta Hugo Vera Miranda, mi acompañante en la visita al cementerio, me cuenta que hace tiempo vivió en Puerto Natales un sujeto de apellido Vidal que era conocido por su extremada pereza. Nos detenemos en el mausoleo que contiene sus restos y leo la leyenda que dice: "Vidal, aquí sigue descansando en paz".

En otro pasillo del cementerio encontramos a un extraño que fue enterrado junto a una nada despreciable biblioteca de unos cincuenta volúmenes. Pienso que tal vez el mentado paraíso es una biblioteca y que éste forzado residente del cementerio de Puerto Natales no hizo más que asegurarse que tendría a la mano sus libros más queridos. Me pregunto si entre sus libros no habrá alguna primera edición valiosa y a duras penas resisto la tentación de revisar la biblioteca. Busco la salida del camposanto y respiro aliviado cuando una vez más camino por una embarrada calle de Puerto Natales. Aún no se ha escrito mi hora fatal y al contrario de Vidal, tengo ganas de grabar algunas huellas en la arena antes de entregar las herramientas.

Ramón Díaz Eterovic.
10/08/2005.

2 comentarios:

Salvo la primera frase, el texto tiene llegada.
El título es redondo.

HE VISTO ESAS PLACAS DE "LA HORA FATAL" EN EL CEMENTERIO DE PUNTA ALTA, EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, ARGENTINA. ME PERECEN MUY EXTRAÑAS. BUENO SABER QUE HAY EN OTROS LADOS.