corín tellado
Por Francisco Umbral
Uno cree que si el Príncipe de Asturias fuera un premio coherente (que lo es), el primero se lo tenían que haber dado a Corín Tellado, por asturiana, por escritora, por universal, por tía, por macho, coño.
Corín Tellado, sin llamarse así, naturalmente (D`annunzio, que me fascina, se llamaba Rapagnetta), y sin salir de Gijón, ni siquiera de Oviedo, ha dado una literatura que se lee en varios continentes y ha despertado la atención de ensayistas tan prestigiosos como Mario Vargas Llosa.
CJC (Cela) me decía una vez que la reiterada atención d VLL, a Corín no era sino una forma irónica y sesgada de no prestar atención a los escritores españoles serios. Razón que le sobra a Camilo, pero la Tellado también tiene una componente sociológica que sin duda ha apasionado al estudioso peruano. Corín, a la que conozco personalmente (me importa, mucho, siempre conocer al escritor para conocer su literatura), es una mujer madura, enferma y amarga como mis queridas Patricia Highsmith y Susan Sontag. Una mujer a quien el dolor y el desamor de la vida han dado suficiente poso humano, sedimento lírico, como para escribir las novelas del encanto y el desencanto, con mejor o peor prosa, pero siempre con verdad.
En la larga posguerra española, cuando el erotismo estaba prohibido, censurado, mi amiga Corín se inventa el erotismo del corazón, el erotismo de los sentimientos. Eso mismo (sus heroínas) sería Flaubert sin la gran prosa del maestro y las connotaciones fisiológicas. Corín es el Flaubert macho que se inventa en la posguerra una forma literaria para burlar la censura; la novela de amor sin sexo, la novela de sexo sin sexo.
De entonces viene su prestigio de portal y zapatería, de quiosco y alquiler de novelas a cincuenta céntimos, que entonces todavía funcionaban el real y los dos reales, con su agujero en el medio (sale en Miguel Delibes). Todos los grandes del antifranquismo, de Cela a Buero Vallejo, pasando por Corín Tellado, se inventaron una fórmula para burlar la censura. El que escribía frontalmente "Franco es un cabrón", naturalmente no pasaba su novela, y encima iba a la cárcel, pero sobre todo era un mal escritor, porque escritor es el que es capaz de decirlo todo bajo cualquier sistema (el idioma siempre es más antiguo que el dictador).
Corín fue el erotismo femenino de los cincuenta/sesenta, y luego practicó la fotonovela y todos los géneros al uso. A mí, claro, no me interesan sus libros por el argumento (aunque todas las novias, hasta las más progres, acaban recayendo en Corín Tellado). A mí m interesan sus libros por lo que tienen de coartada antifranquista, de sutil regateo del Sporting de Gijón a la censura.
Lo primero que se observa en Corín es que cuida mucho más sus personajes femeninos que los masculinos. El personaje masculino siempre es un prototipo: ingeniero, arquitecto o simplemente guapo. Lo que Corín cuida es el personaje femenino, su sicología, su sensibilidad, sus sentimientos, sus pensamientos, su gracia. En esto se manifiesta el bollacón, como en la grandiosa Patricia Highsmith, a la que conocí en Barcelona, traté y amé. Pero en Proust se da igual preferencia, en sentido contrario, y también lo aceptamos por qué no- cuando el genio está por medio.
Los conflictos sentimentales de las parejas de Corín suelen ser sobre todo conflictos sociales, de pobres y ricos, conflictos de clase, pero la autora prefiere no profundizar en esto, pensando que el amor no tiene nada que ver con la política, cuando al amor -como el arte, la ciencia, la música- lo condiciona sólo la política, la época, y la época la marcan sólo los grandes políticos. El arte narrativo de CT no falla sólo por el estilo, que eso sería remediable, sino porque sitúa a sus personajes, en un contexto ahistórico , sin el cual es incomprensible todo lo que les pasa. Hay que entender que la princesa nunca se casa con el barrendero (todo lo más se lo folla de madrugada, si ella está muy ceguerona de champán). Corín Tellado es una gran novelista que no ha contado con la historia. Eso se lo puede permitir el poeta (y veríamos), pero el novelista tiene que jugar con un tiempo y un espacio histórico.
¿Y cómo se resuelve la novela de amor prescindiendo del sexo? La otra noche veía yo por televisión La gata sobre el tejado de zinc ardiente, del gran Tennessee Williams, al que amo y he traducido, en aquella versión de los cincuenta, infame, donde el doblaje acude a toda suerte de retóricas para ocultar la homosexualidad del actor Paul Newman, que también lo es en la vida.
Hollywood montó toda una maquinaria de purificación. Aquí, en España, el amor ha tenido que purificarse a sí mismo.
Corín Tellado sale indemne de esa prueba, quizá, porque es utilizada por el sistema, porque proporciona un sexo rosa y decente a los lectores franquistas. Pero a mi amiga Corín le ha quedado un tic cuarentañista, un "síndrome de Estocolmo", que diríamos hoy, según el cual sigue siendo rehén de aquella cultura que ya no existe.
Corín sigue haciendo novelas rosa por dos razones:
a) porque es lo que ha hecho toda la vida.
b) porque no quiere desvelar su verdadera sexualidad, como la propia PH.
Hay escritores de prestigio académico, o casi, que siguen utilizando este viejo recurso en una sociedad permisiva, como la española, porque le es más rentable. No engañan a nadie o engañan a todo el mundo. Pero la primera precursora/inventora de las trampas contra el franquismo fue Corín Tellado. Por eso somos amigos.
Corín Tellado, sin llamarse así, naturalmente (D`annunzio, que me fascina, se llamaba Rapagnetta), y sin salir de Gijón, ni siquiera de Oviedo, ha dado una literatura que se lee en varios continentes y ha despertado la atención de ensayistas tan prestigiosos como Mario Vargas Llosa.
CJC (Cela) me decía una vez que la reiterada atención d VLL, a Corín no era sino una forma irónica y sesgada de no prestar atención a los escritores españoles serios. Razón que le sobra a Camilo, pero la Tellado también tiene una componente sociológica que sin duda ha apasionado al estudioso peruano. Corín, a la que conozco personalmente (me importa, mucho, siempre conocer al escritor para conocer su literatura), es una mujer madura, enferma y amarga como mis queridas Patricia Highsmith y Susan Sontag. Una mujer a quien el dolor y el desamor de la vida han dado suficiente poso humano, sedimento lírico, como para escribir las novelas del encanto y el desencanto, con mejor o peor prosa, pero siempre con verdad.
En la larga posguerra española, cuando el erotismo estaba prohibido, censurado, mi amiga Corín se inventa el erotismo del corazón, el erotismo de los sentimientos. Eso mismo (sus heroínas) sería Flaubert sin la gran prosa del maestro y las connotaciones fisiológicas. Corín es el Flaubert macho que se inventa en la posguerra una forma literaria para burlar la censura; la novela de amor sin sexo, la novela de sexo sin sexo.
De entonces viene su prestigio de portal y zapatería, de quiosco y alquiler de novelas a cincuenta céntimos, que entonces todavía funcionaban el real y los dos reales, con su agujero en el medio (sale en Miguel Delibes). Todos los grandes del antifranquismo, de Cela a Buero Vallejo, pasando por Corín Tellado, se inventaron una fórmula para burlar la censura. El que escribía frontalmente "Franco es un cabrón", naturalmente no pasaba su novela, y encima iba a la cárcel, pero sobre todo era un mal escritor, porque escritor es el que es capaz de decirlo todo bajo cualquier sistema (el idioma siempre es más antiguo que el dictador).
Corín fue el erotismo femenino de los cincuenta/sesenta, y luego practicó la fotonovela y todos los géneros al uso. A mí, claro, no me interesan sus libros por el argumento (aunque todas las novias, hasta las más progres, acaban recayendo en Corín Tellado). A mí m interesan sus libros por lo que tienen de coartada antifranquista, de sutil regateo del Sporting de Gijón a la censura.
Lo primero que se observa en Corín es que cuida mucho más sus personajes femeninos que los masculinos. El personaje masculino siempre es un prototipo: ingeniero, arquitecto o simplemente guapo. Lo que Corín cuida es el personaje femenino, su sicología, su sensibilidad, sus sentimientos, sus pensamientos, su gracia. En esto se manifiesta el bollacón, como en la grandiosa Patricia Highsmith, a la que conocí en Barcelona, traté y amé. Pero en Proust se da igual preferencia, en sentido contrario, y también lo aceptamos por qué no- cuando el genio está por medio.
Los conflictos sentimentales de las parejas de Corín suelen ser sobre todo conflictos sociales, de pobres y ricos, conflictos de clase, pero la autora prefiere no profundizar en esto, pensando que el amor no tiene nada que ver con la política, cuando al amor -como el arte, la ciencia, la música- lo condiciona sólo la política, la época, y la época la marcan sólo los grandes políticos. El arte narrativo de CT no falla sólo por el estilo, que eso sería remediable, sino porque sitúa a sus personajes, en un contexto ahistórico , sin el cual es incomprensible todo lo que les pasa. Hay que entender que la princesa nunca se casa con el barrendero (todo lo más se lo folla de madrugada, si ella está muy ceguerona de champán). Corín Tellado es una gran novelista que no ha contado con la historia. Eso se lo puede permitir el poeta (y veríamos), pero el novelista tiene que jugar con un tiempo y un espacio histórico.
¿Y cómo se resuelve la novela de amor prescindiendo del sexo? La otra noche veía yo por televisión La gata sobre el tejado de zinc ardiente, del gran Tennessee Williams, al que amo y he traducido, en aquella versión de los cincuenta, infame, donde el doblaje acude a toda suerte de retóricas para ocultar la homosexualidad del actor Paul Newman, que también lo es en la vida.
Hollywood montó toda una maquinaria de purificación. Aquí, en España, el amor ha tenido que purificarse a sí mismo.
Corín Tellado sale indemne de esa prueba, quizá, porque es utilizada por el sistema, porque proporciona un sexo rosa y decente a los lectores franquistas. Pero a mi amiga Corín le ha quedado un tic cuarentañista, un "síndrome de Estocolmo", que diríamos hoy, según el cual sigue siendo rehén de aquella cultura que ya no existe.
Corín sigue haciendo novelas rosa por dos razones:
a) porque es lo que ha hecho toda la vida.
b) porque no quiere desvelar su verdadera sexualidad, como la propia PH.
Hay escritores de prestigio académico, o casi, que siguen utilizando este viejo recurso en una sociedad permisiva, como la española, porque le es más rentable. No engañan a nadie o engañan a todo el mundo. Pero la primera precursora/inventora de las trampas contra el franquismo fue Corín Tellado. Por eso somos amigos.
2 comentarios:
21:35
Corín tellado fue catalogada como una "sub-literata" por mi profesora de español...en ese tiempo yo tenía 15 años y era además de joven absolutamente indocumentada...pero leía sus novelas,más bien me las devoraba no sin un poco de culpa.
Con el tiempo mi tesis es que Corín Tellado fue la escritora que desarrolló en mí la fascinación por la lectura pues aparte de crear en mí el hábito de leer desarrolló mi imaginación a concho...¿parece siutico?,sin duda,pero me atrevo a decir que es lejos la escritora más ERÓTICA de la lengua española...culposas,cartuchonas y con un deseo hasta perverso de perder nuestras virginidades nos hizo consumirnos de "ganas" y también nos guió por el sendero de la autoerotización.
GRANDE CORÍN.
09:48
considerando que esta señora escribió como 4 mil novelas y que yo no tengo mucho tiempo.
quisiera que alguien me diga cuál es así como la mejorcita.
un entendido en la materia claro está.
y no me vengan con que son todas iguales.
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