Carlos de Rokha

Carlos de Rokha

Carlos de Rokha en Punta Arenas, Chile. 
El Orden Visible, Poemas (1934-1955),
Editorial Multitud, 1956. Santiago, Chile.


LIBERACIÓN


Yo he masacrado, deleitándome, a una rana y a un cuervo, con placer inaudito, extraviante, bendiciendo sus entrañas así dejadas al contacto de estos esenciales vientos rituales, que mojaban mis labios de crueldad infinita y demoníaca. Los dos estando mudos parecían un dulce acto de magia, un recuerdo de atroces instintos, una visión de maleficio y ráfaga, una visión ensoñadora, total, un dibujo espantoso de Matías Grunewald, una descripción lujuriosa del Marqués de Sade, una página delirantemente dolorosa de Misckiwicks, o bien, un poema alucinante de Blake.
Más blasfemaban a Dios, odiando el mundo, me invocaban la piedad, haciendo gestos humanos, volviendo al cielo sus ojos porque indudablemente estaba del color de los míos. Entonces , mis labios pidieron perdón por haber perseguido a los cuervos, guiándome, siguiendo su sombra que tienen los jardines, según el dulcísimo canto de las ranas, ya fuese con una pluma sanguinaria o con el látigo, que yo bendecía, que creía nupciales a las ranas.
Nuevamente me arrepentí de aborrecer a las ranas, porque ellas conducen a los ciegos hacia los oasis durmientes en que repugnantes algas negras se extienden sobre el cadáver del guerrero, salpicadas de menudas cenizas, de pedazos de flores sumergidas (con que yo me embriago), arrojadas a los perros, hechas de débiles reflejos.
Arrodillándome, con el ángel brillante del vino entre mis manos sangrientas (tenebroso ángel cuyas alas quemantes torturan mi conciencia), acaricié la piel obsesionante, la piel bendita de esas bellas ranas, que asustan a los niños más azules.
Acaricié, deslumbrándome, esos cuervos que habitan la selva devoradora de los sueños donde los lobos destrozan mi cuerpo y mis cabellos.


A LA LLEGADA DE LAS HORDAS

Mi gran furor que os dará la medida de mi cólera.
En fuga al centro de mí y hacia mi ser en lo profético desencadenado.
Mi pasión por la noche, mi clarividencia.
De poseso coronado por Orfeo y la Bella.
Me hacen más libre, y a la vez, más dichoso y más múltiple.
Que vosotros que todo lo tenéis.
Que vosotros ho corsarios blancos.
Oh, hijos de un cielo que habéis adquirido al menor precio.
A quienes nunca he visto jugarse una última carta.
Como quien juega su cabellera a las aguas envenenadas.
En el supremo juego donde el que pierde es el gran victorioso.

¿No os espanta mi lengua de animal solitario?
¿O no es a vosotros a quienes ciega
mi ojo centelleante como un vasto océano?

Temedme. Alejaos de mí. Soy el monstruo sagrado, el asesino celestial y benigno.
Aquel que jamás tuvo nada, pero aún así
Su inaudita riqueza sobrepasa a la vuestra.

Porque yo hice mío lo desconocido.
Yo he tocado los límites del infinito.
Y, por último, sabedlo!
Vosotros, que alardeáis de santidad y pureza.
Nunca estaréis tan cerca de Dios como yo.
Que soy la otra cara de El.
Que soy la eternidad que revive en un hombre.
Que soy una edad desconocida.
Avanzando de himno en himno, de conjuro en conjuro.
Hacia el centro de mi corazón.
Hacia los mundos puros, los mundos malditos, los mundos negados.
Donde he llegado a ser
Un titán bronceado por los sueños
Y que marcha, sí, que marcha.
Abrazado a su abismo como a un postrer anhelo.

JULIETA O LA CLAVE DE LOS SUEÑOS

Una mujer de champagne me llama desde un sueño
Donde ella con sus ojos me pervierte
Deliciosa es fascinante
Adorable envenenada
Sobre la boca una mancha más negra
Ese gesto que marca sus pasos
De bella condenada a las habitaciones

El Océano en sus manos renueva sus espejos
La vida que yo amo es ésta entre sus brazos

CASCADA DE COPA

Escribid mi nombre en el libro de la noche
Donde yo anuncio la venida de un océano más negro
A la caída de los pájaros que han perdido sus alas
Sobre los follajes en que sangra el sol

Es preciso saber sonreír a cualquier precio
Ser el paseante de un bosque de árboles negros y blancos.

Las araucarias puede servirnos de puentes levadizos
O de lo contrario todo estaría perdido
Al borde de un espejo sin fondo
Donde un gran pájaro de nieve imita las cascadas

Decidme
Dónde hay una reina que devore el corazón del prisionero
Decidme
Cuántos ángeles pueden nadar en una gota de agua

LAS DEGOLLABLES

Bellas a un aire de nadar
Se desnudan visten ropajes propios
Y sobre sus cuerpos presumen la clave
Del encanto de las chacales
Del tigre de la ronda

Mejor vestidas que jamás errantes sanguinarias
Aquí están consumiendo varillas de leche
Sorteando sus partes de azar
Entregan sus peinados a la silla maldita

Las chacales tatuadas con armiño
Son éstas panteras del orgullo henchidas de virtud
Con un cuerpo por roja rosa de la ronda
Evaporada sobre sus bocas todas semejantes
A la risa de la boa que encantan
Más puras están ebrias fascinadas envenenadas
Lobas obsesivas en el tratado de sus detalles mágicos

Liberáis por avaricia los enigmas favorables
Vuestros cuellos semejantes al hastío de las cascadas
Vuestros cuerpos semejantes a la pereza

Libres ya de ligaduras crean un pacto de dicha
Así con marcas de amor las adorables de las horcas
Viven de un cielo prestado a la ciudad perdida
Y como arrogantes vestiduras en los más crueles paisajes
Los pájaros son su ropaje de Medusas
Cantan a la llegada sobre la costa de granito
Sueñan cuándo vendrá el gran día

Hollad las rocas bellas gavilanes

JEAN ARTHUR RIMBAUD O LA SUITE NEGRA

El, que jamás ha osado poner precio a sus sueños,
Vio a los centinelas escupir los más esplendidos tapices
A ellos, los mismos que un día negaron las uvas del delirio.

El Festín de las Gracias lo había maldecido.

Bebía un licor extraído de todos los pantanos.
Donde la más bella aventura se perdía en sus propios misterio.
Mientras los aldeanos le veían salir de Les Ardens.

¡Adónde iba cuando en los graneros ardían los mitos del silencio?
¿Hacía qué radas de desventura en que oscuros caballos de espuma lloraban a orillas del mar?

Ángel por demonio su ensueño se ha saciado.
Con los heliotropos mea las estrellas
Cuando las Furias le soplaban las orejas
Y su cabeza de fauno ardía por las hidras
Por el ángel que afeitan vive siempre sentado
Prófugo de sí mismo quienes le adoraban eran los malditos
Los que pedían sus visiones a un Leviatán de los paraísos infernales.

Ellos han besado sus manos igualmente lamidas por larvas en desorden.

Ellos amaban al infante prodigioso.

Alquimistas de vocales hechicero castigado despierta.
Rompe las llaves mágicas que guardaban su clave
Y contra toda piedad arroja el mismo hastío.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
13:31
 

Por alusiones.
Y gracias otra vez :¬)

Gracias a ti Babias, Carlos de Rokha debe ser el poeta más extraordinario de Chile, silenciado y olvidado y también vuelto a olvidar. Llegará el momento en que todos volverán la mirada a este Grande. Eso espero. Eso Creo.

Saludos.



hugo

Dónde, cómo, puedo obtener un libro de Carlos de Rokha.

Gracias.

vminue@gmail.com