En la Patagonia

En la Patagonia



Petiso, orejudo, enjuto y con traje. Era así como se presentaba cada noche en el prostíbulo de La Rucia. Pero también petiso, orejudo, enjuto y con traje era como andaba siempre por el pueblo. Crespito le decían. Tenía un sólo pelo en la cabeza. Un pelo crespo. Tenía en la mirada la determinación de conseguir aquello que otros hombres dudaban en obtener. Era implacablemente feo. Pero aquella mirada zahorí era su emblema. Era distinto. Ser distinto en el arte, en la ciencia, en el fútbol o en la vida te lleva al éxito o al fracaso. Eso bien lo sabía Crespito. O lo intuía. Fue así como conquisto a María. La mejor puta de donde La Rucia. Crespito era distinto. Y se la llevó. La sacó del ambiente. La instaló en su mediagua y la llenó de obsequios. Café, mate cocido, pollo al almuerzo y tres enaguas que brillaban al sol en el cordel. María era feliz y Crespito aún más. Los pájaros eran felices, las gallinas y el puerco que habitaban el patio al fondo de la casa eran felices. Cuando Crespito se iba a trabajar al frigorífico del pueblo María se quedaba esperándolo, cuando regresaba, los pájaros, las gallinas, el puerco, María y Crespito eran felices. Y así transcurrió una larga temporada hasta que María conoció a Empaná Ahorcá. Empaná Ahorcá era también distinto. Debía su apodo a que su abuela que hacía empanadas, promocionaba su producto de una manera bastante particular. Colgaba el amasijo de carne, cebolla, perejil y pasas de un hilo y lo ponía en su ventana. $50 la docena. Se conocieron en el grifo de la esquina cuando ambos iban a buscar el agua. Mejor dicho se reconocieron ya que ambos se habían visto ya en el prostíbulo de La Rucia. Las horas de espera son largas, más aún en la Patagonia. Y para María las horas que esperaba a que Crespito llegara a casa desde el frigorífico eran letales, eternales, ocho horas para una mujer hermosa sin recibir un piropo son un siglo. Y prontamente congeniaron. Es que como ya hemos dicho Empaná Ahorcá era distinto. Diez años más joven que Crespito y número cinco de la selección del pueblo E.A. era una maravilla de persona, amable, galante y además escribía versos. El diablo cuando no da miedo, sobrevuela las sacristías o mete la cola. En esta escena de tres metió la cola y el resto. Fue así como Crespito encontró a Maria y E.A. en la cama, felices ellos, los pájaros, las gallinas y el puerco. Crespito se había retirado tres horas antes del trabajo porque quería darle una sorpresa a María. Le habían aumentado el sueldo y le habían aumentado la categoría. Llegaba aumentado y silbando. En aquella época el silbido era tenor de buen estado de ánimo. Incluso uno sabía quién venía sin verlo sólo por el silbido. Ahora ya nadie silba. Pero no ahondaremos sobre digresiones silbísticas. No nos compete. Aboquémonos a nuestra historia. Los encontró en la cama, en su cama, y se retiró discretamente con el alma descuartizada. En cualquier lugar que no sea la Patagonia el alma está adolorida. En la Patagonia el alma, en estos casos se encuentra descuartizada. Se da unas vueltas por ahí, por el Infierno y vuelve a casa a la hora acostumbrada. María lo recibe como siempre con besos y abrazos. Él también. Pero nota que los pájaros, las gallinas, el puerco y él ya no son felices. Le dice a María que debe arreglar una rueda para el carro. El carro que utiliza para vender las entrañas de ovejas por las calles del pueblo los fines de semana. Pone a calentar un fierro en la fragua y toma a María por la cintura, la besa como siempre, más que siempre, con ardor, con vehemencia, con furor. María hierve como el fierro en la fragua. Y se van a la cama y hacen el amor. El sexo. En un momento él le dice "espera", vuelve con el fierro y se lo entierra en la vagina. La mata. Aquello pasó hace cincuenta años, en el pueblo dicen que María era muy linda pero que nunca tendría que haber engañado al pobre Crespito que era tan bueno. Yo escucho, me callo y escribo.


2 comentarios:

Anónimo dijo...
10:48
 

Ese cuento es como tus tallarines.
Saludos

Anónimo dijo...
23:33
 

Perdón... En España ¿alguien se levanta contra la monarquía? O... es que el Virrey ha arribado a la Antártida? Entonces que no me vengan con miedo en grágeas. No soy hacker, soy jaquercita y los viernes visito a domicilio. O... ¿es que no me respetáis como agente inmobiliaria?
¿Creéis que por ser mujer no me gusta la vagina frita?...
Sinceramente no entiendo la falta
de talles.
Me siento con los mismos derechos que cualquier esdrújulo y quiero ser libre como mierda de pobre. Estoy jarta que me discriminen por mi lengua a la mayo. PIdo altar y culto turístico. Soy de Tacna y vengo a pie.