Estamos condenados a desaparecer

Estamos condenados a desaparecer

Estamos condenados a desaparecer. Irremediablemente. Lo cual constituye por demás de una pureza indescriptible. Nada, absolutamente nada quedará. Ni Cervantes ni el tipo que acaba de estrellarse en su moto. El Vaticano desaparecerá. Dios. No quedarán vestigios de nuestra presencia en el Medioevo. Los asesinos y sus víctimas desaparecerán. Y vienes tú, pedazo de nada y me amenazas con matarme sólo porque me cogí a tu mujer. ¡Vamos! Cógete a la mía. Seamos amigos. Antes de desaparecer.

5 comentarios:

Dandome un paseo por tus textos. Saludos.

Jajajsajs... claro que sí joder!
No merece la pena tanta mierda, no merecería la pena tanta mierda nisiquiera si no fuéramos a desaparecer

Omar Viñole... No lo imagino como entusiasta cojedor de esposas ajenas. El dr. Gregorio se muestra como un adicto de la monogamia alimentada a viagra (por supuesto, su enamorada se copa saboreando porongas de rockeros fracasados).
Para Mandrake en cambio, el encamarse con mujer ajena, era un compromiso y sus culeos espontaneos eran apasionados y breves.
El gran maestro, el maestro Calle era un entudiasta de la incursión en orto ajeno (era su propuesta vitalicia). Un amigo colombiano lo alojara una vez en su casa en Maracaibo, donde vivía con su esposa. El hombrecito salía todos los días a trabajar y su mujercita se encamaba con Calle. Una tarde, el amigo volvió más temprano que de costumbre y los encontró cojiendo. Se puso como loco. Tal su angustia que Calle haciéndose cargo de la situación, noblemente empuñó su verga hacia el amigo y le dijo: "Calma hombrecito. No sufras. Para tí también hay". Pero no hubo caso. El amigo se enfureció y Calle tuvo que volver a Colombia.

El Apocaplisis hace añares que está en marcha y es irrerversible. Yo publique un libro muy chanta al respecto en la comercial editorial Posadas de Méjico. En aquellos días (1973) también presenté en el teatro de La Casa del Lago en Chapultepec: "666 la Bestia" una puesta donde partía a machetazos la cabeza de un chivo para huntar a los actores con su sangre y cuajos.
No soy exégeta del Apocalipsis (me gustó "Apocalipto" de Gibson), lo entiendo instintivamente. El síndrome apocalíptico sexual no es el intercambio masivo hacia un proletariado exuberante. No. El síndrome, es la pérdida del deseo de cojerse a la mujer ajena. Nadie se coje a nadie, siquiera a la abuela o al pacífico abuelo.
Por supuesto, se trata de una cuestión de estadísticas y siempre habrá una marginalidad, una resistencia atávica del Instinto.

Dandome un paseo por tus textos. Saludos.

02:35 también yo

Anónimo dijo...
20:01
 

Mi esposa, la veterana Gatúbela, está a disposición de todo aquel que a ella le preste.
Para saber con quien pasará horas de amor, mi mujer se mira a los ojos de los hombres que le gustan y se quedan así, mirándose y viendo las cosas mas lindas deste mundo, las mejores películas. Mi mujer tiene unos ojos hermosos.