Irene y Enrique

Irene y Enrique

Cómo está Enrique le pregunto a Irene. Mejor no lo hubiera dicho. Mejor no tendría que haber preguntado. Está cada día más flaco. Ha bajado veinte quilos en tres semanas. El cáncer lo consume. Él no sabe nada. No sabe que tiene cáncer. Tiene dolores terribles. Dolores que no lo deja dormir. Que no deja dormir a Irene. Viajó con él a Punta Arenas. El médico fue todo lo sincero que un médico puede ser. Le dijo a Irene que se preparase para lo peor. Está postrado. Sólo un milagro puede hacer que Enrique se salve. Ella cree en los milagros. Ella le da ánimo. Le dice que ya pasará. Que Dios es más grande que cualquier médico. Pero me dice que ella sabe que aquello no ocurrirá. Que aunque tiene fe, aquello no ocurrirá. Pero también me dice que puede ocurrir. Que el milagro operará. Que puede suceder. Que Enrique se salve. Aunque no haya un buen pronóstico. Que hoy día amaneció bien, pero sabe que por la noche volverá el dolor y los gritos que acompañan al dolor. Que fue a ver a Doña Nancy. La mujer que ha curado a tanta gente desahuciada. La mujer que vive enfrente de mi casa. Que también ella está tratando de hacer algo. Que no pierde la esperanza. Me dice que Doña Nancy ha triunfado en donde la ciencia médica ha fracasado. Me recuerda el caso de Manuel. A él también lo habían desahuciado. Pero que la señora Nancy lo curó. Que Manuel tenía el mismo tipo de cáncer que Enrique. Dice que ella confía en ella. En Nancy. Dice que reza por Enrique. Que toda la parroquia del barrio lo hace. Rezar por Enrique. Que tiene fe. En Dios y en Nancy. Comenta que muchas veces los médicos se equivocan. Que todos nosotros estamos en las manos de Dios. Que Él es el único que puede ayudarnos. Luego me pide un kilo de patatas, una mata de lechugas y un paquete de cigarros. Me despido de ella y le digo que le de saludos a Enrique. Vuelvo a la cocina y veo que lo que estaba cocinando se ha quemado. Todo por estar hablando con Irene. Sobre la salud de Enrique. Todo por haber preguntado por la salud de Enrique. Maldigo a Irene y a Enrique.

comentarios:

Algo así le pasó a Rip Kirby en los cincuentas en Corea do Sul. Le preguntó a un agente aduanero qué significaba eso de la "moderación de comentarios", que él simplemente estaba preguntando por su mayordomo que se le había perdido al ingresar a tan bello lugar y que inmediatamente las autoridades se pusieron a exigirle "moderación", "calma" "Tranqui man", etc.
El mayordomo jamás volvió a aparecer, nunca más se reencontró con su empleador, y el señor Kirby pasó al olvido. Hoy, es un vejete resentido que maldice su cuestionamiento de las autoridades establecidas.
No tengo idea si don Kirby murió. La última vez que lo ví me batió que curtía un cáncer de próstata y entonces se destapó furioso: "Qué medicina ni que mierda ¡Nada! Quiero reventar aullando de dolor y pasión. Mirá si me voy a perder esta maravilla de sentir en carne viva Mi destrozo".