Te llamabas Verónica

Te llamabas Verónica

Recuerdo cuando me tejías el chaleco. No recuerdo el año. Aquello no tiene importancia. El año no tiene importancia. Pero sí recuerdo cuando me tejías el chaleco. Y te llamabas Verónica. Te miraba tejer el chaleco y pensaba que nada ni nadie me separaría de ti. Que tanto amor era suficiente. Que tejer un chaleco era la prueba sublime de amor. Y yo te amaba. Posiblemente sólo por ver cómo me tejías el chaleco. Y algunas otras pruebas definitivas. Diminutas pruebas definitivas. Luego algo pasó. Un mal novelista diría que la vida nos separó. De esto hace siglos. Ayer supe de ti. Vino tu hermano y me lo contó. Le mostré el chaleco que tú me tejiste. Y lloré sobre el chaleco.

5 comentarios:

Anónimo dijo...
06:33
 

Y conseguiste hacerme llorar.

Anónimo dijo...
13:53
 

el chaleco fue tejido en el año 1985 era con unos cuadritos si mal recuerdo en gris con negro ...lo pusimos a los pies mientras haciamos el amor despues de fumarnos un pito de mary en el hotel chipre...je je je buena noche

anxos dijo...
20:52
 

Si alguien teje un chaleco no lo hace para construir una traidora metáfora literaria. Si alguien tiene la infinita paciencia de ocupar horas y horas sintiendo como la lana hace daño, y viendo como la lana al tejerla desgasta la piel de los dedos y los hace sangrar y forma callos que dolerán durante mucho tiempo, yo supongo que será por puro amor. O porque no hay más remedio, y caemos en lo mismo: si estás tan enamorado como parece igual es necesario que des otra vuelta de tuerca. Creo que hablamos de Henry James, pero en nuestro encuentro la literatura no era precisamente lo urgente, el tema urgente de conversación. Quizás lo más urgente era disfrutar de la lana convertida en plumas de cisne cuello negro o en sed o en deseo o en la simple necesidad de tomarnos de las manos y entrar al Masay a comer y a beber cerveza.
Posiblemente para quien tejió el chaleco, esa burda prenda de lana sea la mejor muestra de amor. Lo tejió. Ella, que nunca se molesta en tejer nada que no sea para protegerse de si misma, tejió un chaleco de lana para ti. Y después le dolió, le dolió. Se ofreció y lo lamentó porque le dolió tanto como a ti. El dolor es una alerta, como cuando el mitsubishi pajero emitía sonidos de alarma, sonidos de bocina de barco cuando avisa de que deja, o llega, a puerto. Y eso ocurrió, lo de la bocina del barco, cuando estábamos a tantos kilómetros del mar y tan cerca de tantas maravillas que nos quedan aún por disfrutar... Como los flamencos. El color rosa de los flamencos cautivándonos, como un sueño para el que todavía no tenemos palabras, en un lugar en el que descubrimos una laguna de chocolate tostado y leche tibia y flamencos rosados, anaranjados, negros, veloces y tan preciosos y tan íntimos. ¿Recuerdas’ Era como un sueño. Yo te abracé, excitada por tanta belleza, y te dije que con cada paso que daba a tu lado aumentaba el vértigo, el mareo, y te preguntaba como era posible semejante belleza. Y, a nuestros pies, que se hundían en el guano de los flamencos, crecían setas de tamaños y formas que nunca vi y ni siquiera ahora puede soñar.
Ella también soñó que su pelo se convertía en lana de guanaco. Se despertó con una deliciosa sensación. Soñó que en su cabeza nacía pelo blanco y, sobre el pelo blanco, nacía un pelo azafrán. Ufff, ufff... un hermoso delirio. La Gabriela Mistral, en ese poema que bien conoces y que releímos en Tres Pasos, hablaba del color azafrán de tus paisajes.
Bueno, que te escribo porque en tu post alguien lloraba sobre un chaleco tejido por la amada. Quizás tengas que saber por qué lloras y como se siente ella. Lo siento, querido Hugo, pero soy incapaz de hacer chistes sobre el dolor. Y es posible que tu post sólo sea un chiste.

Laguna de los Palos se llamaba el lugar encantado. En mi viaje de vuelta pasé por allí y todo había cambiado. En menos de veinticuatro horas todo había cambiado. Seguía siendo maravilloso. Pero lo que verdaderamente había cambiado era yo. La laguna seguía siendo de chocolate tostado. Estaban los flamencos anaranjados. El mismo guano. La misma semejante belleza. Pero seré obvio y cursi. Tú no estabas. Todo había cambiado. Ahora ya es tarde. Estoy cansado y me voy a dormir. Volveré esta noche allí. Soñaré que estamos allí. Dormiré a pata suelta.

ANDREA dijo...
16:59
 

EL SENTIMIENTO QUE EXPRESAS ES PROFUNDO E INTENSO, ES CONMOVEDOR Y VERDADERO