Chi-chi-chi Le-le-le... ¡Viva Chile!

Chi-chi-chi Le-le-le... ¡Viva Chile!



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acía treinta años que mi heladera no funcionaba. Que la vieja heladera de la cocina no funcionaba. Un día viene Maturana y me pregunta por la heladera. Le digo que hace treinta años dejó de funcionar. Me dice que es una SIAM. Una de las mejores de su época. La mira. La abre. La cierra. La vuelve a abrir. La vuelve a cerrar. Se agacha y mira el motor. De da un par de patadas al motor. Le pone el enchufe y comienza a funcionar. De esto hace un año y sigue funcionando. Anoche vi algo parecido con la FÉNIX 2. En un comienzo algo no funcionó. El rescatista Manuel González entró a la cápsula. Algo no funcionó. Volvió a salir. Luego volvió a entrar. Alguien le pegó un martillazo a la puerta de la nave, alguien, también, le pegó una patada para encarrilarla, y la Fénix 2 partió rumbo a la mayor proeza de la historia de Chile. Inmediatamente supe que la suerte estaba echada. Que todo funcionaría a plenitud. Y así fue. La tecnología y la suerte de improvisación que tenemos los chilenos, haría posible aquello. Supongamos que llueve. Supongamos que debemos caminar cuadras y cuadras bajo la lluvia. Que no sabemos dónde hemos guardado el paraguas. Lo buscamos y no lo encontramos. Pero debemos salir. Decidimos salir. Salir sin paraguas. En el momento de traspasar el dintel de la puerta. Sin paraguas. Deja de llover. Forma parte de nuestra idiosincrasia. Las cosas se arreglan. Y si no se arreglan, al final se arreglan igual. Un poco eso y un poco todo. En el caso de los 33 mineros fue ciertamente distinto. Se trabajó a destajo. Con inteligencia. Recursos. Ayuda y fe. Con los dueños de la mina de oro y cobre, enterrados en sus mansiones. Con el desparpajo y soberbia, tan caro a ciertos chilenos altivos y soberbios, en su infinita riqueza. Por unos días los gobernantes se mostraron humanos. Abrazados con la gente. Aunque mostrando siempre su cara de, estoy acá al servicio de la gente. Trabajando para el rescate y para las cámaras. Se trabajó noche y día para sacarlos del infierno subterráneo. Pero no debemos pensar, que solamente los dueños de la mina son culpables. Que son los culpables de la tragedia. De la tragedia de un sistema laboral inmensamente injusto. Sino que este gobierno y el anterior, y el anterior y el anterior, etcétera, son culpables. Culpables de pauperizar y atomizar, a los sindicatos de trabajadores, con leyes laborales indignas, con salarios paupérrimos y con programas paliativos, para sobornar la indigencia. La otrora C.U.T tan poderosa, que nucleaba a los trabajadores, y que podían negociar en igualdad de condiciones con los empresarios, ahora es un fantasma espectral. Podrían reunirse en un coqueto departamento de un barrio caro de Santiago. Atomizados como están, no tienen voz ni voto. Son pocos los trabajadores que sepan siquiera, el nombre de quién comanda la otrora indispensable, y poderosa organización. Esperemos, en verdad, que pronto se pose en las casas de miles de chilenos, una Fénix 2 que nos saque de la oscuridad, y que se nos invite al banquete en donde participan los azules, los rojos y los blancos. No pretendo hacer literatura de este logro, que nos compete a todos los chilenos, pero si no hacemos los cambios indispensables, para lograr un frente de equidad y respeto, todo lo demás será literatura.


9 comentarios:

Cuando a fines del 68, Marta y yo íbamos a dedo a Perú. Paramos cerca de Antofagasta (si no me equivoco), cagados de hambre e intemperie. Paramos en un bar de ruta y un paisano del lugar nos invitó a comer algo y tomar "una cervecita". El hombre era minero -serían las cinco de la mañana y a las seis entraba a la mina-. A la mesa se sentaron cuatro o cinco mineros más y con un clima parecido a la alegría, pidieron al mozo: "Traenos cuatro". "¿Cuatro? -pensé sin abrir la boca- ¿Qué vamos hacer con cuatro porroncitos entre tantos bebedores?". Mi incógnita se develó en el acto. Se trataba de cuatro docenas de porroncitos que se liquidaron rápidamente. A esas docenas le siguieron varias tandas más de docenas de porrones que ha medida que se iban vaciando, formalizaban en el piso del bar, un imponente ejército acaramelado.
Entre otras cosas, los mineros nos dijeron que la cerveza los ayudaba a resistir los efectos del polvillo que les iba tapiando los pulmones. Más que mineros parecían gladiadores que iban a morir y saludaban a fantasmas. Todos rondaban la treintena de años y sabían que no iban a llegar a los cuarenta. Todos, cuando hablaban de Chile, lo hacían en primera persona. Gobernaba Frei padre y la conciencia y conocimiento político de los mineros era apabullante. Ni Marta ni yo abrimos la boca (salvo para ingerir cerveza), escuchándolos.
Terminada la montaña de alcohol de cebada, los mineros fueron al muere y Marta y yo, a Arica.

¡Grande Yoel!

Chicos, un placer pasar por aquí siempre.
un saludo

¡Qué me gustó la segunda lectura de esta joyita! llevo días sin poder (sin saber) cómo escribir el blog de Polar: ya lo tengo y se me escapa... este fin de semana será crítico. Abrazos

Un abrazo Cartaphilus. Yo también te leo y también es un agrado. Lo mismo leer a Yoel. Alejandro: leí que los dientes de Piñera van a recorrer Europa. Ese sería un buen tema. En verdad cualquier cosa que escribas será un buen tema. Escribes muy bien y tienes tu hinchada que esperan tus escritos. A veces te regañan por no hacerlo con la prontitud que ellos quisieran. ¡Adelante compadre!

Alejandro: tengo una duda. El inglés que habla Piñera ¿es el inglés que se habla en Harvard?

Por supuesto que no. Es un inglés sumiso, humilde. Está lleno de lugares comunes y de un pesado acento talquino. Nuestro presidente es un crudo y su inglés viene a ser más o menos como el español del buen don Juan pastelero. Eso sí, es peor el del viejo Mañas-lich, vestido de "dotor", suena a huaso. Estos weones se quieren mandar las partes con el pueblo.

Anónimo dijo...
10:11
 

El artículo estupendo de lo mejor que he leído sobre la tragedia. Muy bueno lo de los dientes de Piñera que van a Europa, seguramente tendrá que apurarse antes que los mineros se den con los cascos sobre sus cabezas.

Viviana dijo...
12:50
 

El único momento de dignidad para los mineros del cobre en Chile y para el pueblo en su conjunto, fue el período de Salvador Allende, entonces mi padre era minero en la cordillera, tenían buen sueldo, eran empleados particulares, contaban con buena previsión y sistema de salud. Quedé boquiabierta cuando mencionaron, al pasar -porque lo medular, la TV siempre lo dice de soslayo- que el minero más joven ganaba 350 mil pesos, una miseria.
Pero así están las cosas en Chile, en la pesca, en el agro, en fin en cualquier trabajo, donde para salvar la situación emerge la creatividad del chileno y de las chilenas. Acá un desperfecto en el motor de la lancha se arregla con un alambre o un elástico, lo mismo hace el colectivero con su auto y el campesino con sus herramientas, lo mismo hacen las trabajadoras de los call center y de los paking de frutas al usar pañales, porque se les niega el derecho biológico de ir al baño. La patada para que la cosa funcione es pan de cada día, pero mi patada y la de mi hijo expulsan nuestra bronca, la rabia por sabernos con capacidades y talentos entrampados y asfixiados por la miseria, por este sistema de mierda, pero a diferencia de los mineros y sus familias, ya no encendemos velitas ni le rezamos a ningún santo, está claro que Dios no existe, mientras salvaban a 33, murieron dos jóvenes mineros en sendas minas chilenas y Golborn no dijo nada, Piñera no dijo nada, nadie dijo nada...