Barack Tomahawk Obama

Barack Tomahawk Obama



I

ndependientemente de su tamaño, color y partido político, cada presidente norteamericano se guía por un solo interés. El interés norteamericano. Es así como visitó Chile, el último premio Nobel de la Paz. Pero antes de su noble llegada, nobleza obliga, y como no podía ser de otra manera, lanzó sobre Libia una andanada de 110 misiles Tomahawk, 20 de ellos dieron en el blanco, y 90 de ellos se pueden contabilizar, seguramente, como daños o efectos colaterales. Junto al Air-Force One, viajaron también 700 agentes secretos norteamericanos vestidos de agentes secretos norteamericanos, una jauría de perros y 200 tiradores escogidos. Un despliegue insolente digno de mafiosos. Él, su mujer, su suegra y sus dos hijas, se mostraron diplomáticamente maravillados, complacidos de estar algunas horas en este simpático y pequeño país. El presidente chileno se mostró como siempre: atolondrado, confuso y parlanchín. En Chile se quiere mucho al forastero, sobre todo si el forastero es rubio, de ojos azules o presidente norteamericano. En el país, ante tan ilustre visita, se revolvió el avispero. Todos juntos y eufóricos, se volvieron extremadamente loquitos, groupies totales. La derecha, la izquierda y el centro estaban invitados al gran convite, a la recepción que se ofrecería en el bombardeado Palacio de la Moneda. Se los veía a todos ellos encantados. Felices a más no poder, todos ellos queriendo estrechar la mano del Nobel de la Paz. Todos ellos compuestitos, con sus eternas sonrisas bobaliconas y sus trajes Armani. Ellos, los 300 invitados. Todos ellos dueños de una porción importante de este país. Un grupo musical chileno llamado Los Jaivas, deleitaron a la dilecta concurrencia. Otro grupo de baile haciendo giros extraños y dando patadas en el piso, le recordaron a las visitas que se encontraban en un lugar lejano y extraño. Mezcla de tropicalidad y vasallaje. Se eligió un menú de lo más heterogéneo, basado íntegramente en nuestra loca y peculiar geografía. Ostras de Chiloé, salmón de Aysén, erizos, ostiones y locos de Tongoy, wagyú (raza bovina originaria de Japón), de Osorno, cordero y centolla de Magallanes, atún de Isla de Pascua, papayas y chirimoyas de La Serena. Además, por supuesto, los mejores vinos chilenos. Los peores vinos chilenos son buenos, imagínese usted -atento lector- cómo serán los mejores vinos chilenos. Dicen que el baño del Air-Force One está bien equipado, que tiene ducha y un amplio despacho. Seguramente después del menú geográfico, lo van a necesitar. Él, su mujer, su suegra y sus dos hijas. Goodbye, Mr. President.


2 comentarios:

buena hugo, muy buena descripción del absurdo de toda esta cagaa...

Mierda los mininacionalismos y los maxinacionalismos.
El ultranacionalismo norteamericano es fuerte porque es un continente unificado. Surámerica en cambio sigue siendo un cóctel de republiquetas con posibilidad de nada, salvo meterse las "riquezas naturales" en el orto. A mi no me averguenza ser chileno o venezolano, me averguenza haber dejado Ser.
Al respecto mi madre tenía un dicho gallego: "Millor sería si netieras a lengua no cú".