Consejos a Carver

Consejos a Carver




L

e digo a Carver: Tú estás ahí, frente a la máquina de escribir y no se te ocurre nada. Sabes que tienes que escribir y no se te ocurre nada. Que tienes la imperiosa ganas -no te hablo de necesidad- sino que ganas de escribir, y no se te ocurre nada. Bueno anda, pones algo de música, Charles Mingus, por ejemplo, prendes un cigarro, un vaso de vino tinto o dos, no más que eso, cerciórate que no haya frío ni calor y escribes. Te hablo de ciertas condiciones ideales. De personales condiciones ideales. Se puede escribir en el infierno, en la antártica o rodeado de gatos y ratas. Luego escribes, escribes lo que se te cante. Una primera frase. Una frase cualquiera, la que tú quieras.
Por ejemplo: En aquella época en que mi padre golpeaba a mi madre. Escribes eso. Luego sigues, ya tienes la primera frase, ahora debes seguir: En aquella época en que mi padre golpeaba a mi madre, solíamos recluirnos, mis hermanos y yo en la vieja bodega que estaba destinada para dar forraje a los animales. Luego te fumas otro cigarro, avanzas con tu vaso de vino y continuas: En aquella época en que mi padre golpeaba a mi madre, solíamos recluirnos, mis hermanos y yo en la vieja bodega que estaba destinada para dar forraje a los animales, temblando, escuchábamos como mi padre le decía a mi madre, que se marchase de una buena (puta) vez, que estaba harto de sus infidelidades, que lo último que hubiese querido saber, era que también se había liado con su hermano Fabián. Y así, sigues contando la historia. En definitiva, lo que te quiero decir hijo, perdona mi paternalismo, es que pongas una primera frase. Que agarres del hilo de la primera frase, y poco a poco lo vayas estirando. Debes agarrarte de la primera línea. Que la última línea no desmerezca la primera. No te olvides que luchamos contra el tiempo. No así contra el olvido. Escribe para ti, no para los académicos de tu aldea ni para la posteridad. Nunca pienses en ganarte un premio ni un lugar en el parnaso. Dos entidades efímeras, que ni siquiera un asno las tomaría en cuenta. Nunca olvides que generalmente tus lectores; son más inteligentes que tú. Con más sed de lectura que tú. No te digo que escribas para ellos, sino que lo respetes.

Veo que es su quinta cubata. La quinta cubata de Carver. Que besa las tetas de una puta ucraniana, que mientras la besa trastabilla, cae al piso. Pienso que he perdido el tiempo explicándole a una mierda de tipo como Carver, de cómo escribir. Lo pierdo de vista. Escucho cantar a Armando Manzanero Somos novios. Luego viene Jhoana, se sienta en mis rodillas, me besa, me pregunta quién es el tipo que vomita sobre el mantel de plástico, donde están las flores de plástico. Le digo que es Carver. Me pregunta quién es Carver, le digo que es un tipo que escribe y que nunca en su puta vida llegará a nada escribiendo. Que sólo será recordado por vomitar sobre un mantel de plástico, en donde están las flores de plástico. Me dice que aquello no será posible, que muchos parroquianos lo hacen, que vomitan sobre el mantel de plástico, en donde están las flores de plástico. Salgo de allí, afuera cae la nieve.


4 comentarios:

A.S. dijo...
05:27
 

El hilo de la primera frase puede acabar convertido en la cuerda de la primera frase y uno quizás se ahorque con ella. Luego de vomitar sobre el mantel de plástico, claro.
Muy bueno, Hugo.

Tengo la sensación (dirás, bueno, por lo menos el tipo tiene de dónde agarrarse) de que escribís naturalmente como otros segregan otras cosas. O como para algunos privilegiados pensar, o vivir incluso.
Sí, vos me dirás que escribir no es simple. Sí, pero para los que estamos fuera de tu cabeza, lo que recibimos es sólido, fatal.
Saludos
Ricardo, desde algún lugar de Buenos Aires

Anónimo dijo...
09:50
 

Cuidado, Hugo, no divulgues los secretos del Mago, no te vaya a copiar Bill Gates.

Un abrazo
Héctor

La trascendencia depende de la calidad del mantel.