Bar Luciérnagas

Bar Luciérnagas



E
STÁBAMOS allí. En el Bar Luciérnagas. Borrachos. Como cubas. Un lugar lleno de gente. Putas, funcionarios, taxistas, poetas, el Alcalde. Gritos, música y humo de tabaco. Y una discusión. Siempre una discusión. Tema perenne de borrachos. La discusión. Esta vez la discusión giraba sobre qué tan fácil es escribir como Benedetti. Leandro decía que no se podía. Que el Oriental era insuperable. Sebastián dijo que él podría perfectamente escribir como Isabel Allende. Mas no como Benedetti. Que nadie podía escribir como el uruguayo. Susan de Cincinnati, no lo conocía. A Maricela le daba exactamente lo mismo. Benedetti o el Congo Belga. Todo el mundo borracho. Todo el mundo desquiciado. Mi opinión era que Benedetti era un mal poeta. Mejor dicho, un poeta fácil. Que yo podría escribir perfectamente diez poemas en una noche. Que lo podría hacer al estilo Benedetti. Que al cabo de un año, podría escribir veinte libros como Benedetti. Leandro dice que duda que yo pueda hacerlo. Que soy irrespetuoso. Además que no tengo talento. Me paro y le digo: qué te pasa pinche-culero-maricón-hijo de la gran chingada. Toma su vaso de vino y me lo tira en el rostro. Me abalanzo sobre él. Nos trenzamos a golpes. Sebastián viene hacía mí amenazante. Le pego un golpe a mansalva. Cae. Susan y Maricela tratan de separarnos. Leandro le pega a Susan. Yo le pego a Maricela. La trifulca se generaliza. Los parroquianos toman partido. Es una batalla campal. Botellas que cruzan el cielo del bar. Vidrios rompiéndose. El equipo de música que se hace añicos. Logro escabullirme. Subo la calle Esmeralda. Nada más llegando al cementerio, me encuentro con Benedetti. Sin decir agua va, le tiro un Uppercut a la mandíbula y un corto al hígado. Cae hundiéndose sobre la nieve. Un justo knockout. Te lo mereces cabrón. Y sigo mi camino.


4 comentarios:

Es una lástima que no esté usted muerto
cuando miro el reloj y son las dos

Digamos, por decir algo,
que salgo de la esquina
y le veo como parte de la noche
como trozos de mi miedo

Y pienso que podría
pasar de largo por su estela
mirando abajo la huella
de otros transeúntes.
Pasar de largo,
atravesar su verbo,
alejarme de usted.

Pero decido no salvarme
y pararme en frente de su sombra
No salvarme y darle lo suyo
de mi parte
de mi redonda parte,
de mi efímera parte.
No salvarme y romperle la madre.

Romperle la cara y no.
Darle en el hígado con un mazo y no.
Entonces veré complacida
que usted muere.

Pero tampoco crea a pie juntillas esto;
no crea nunca crea esta falsa madriza.

Es una lástima que no esté muerto,
cuando miro el reloj y son las dos

Anónimo dijo...
10:54
 

Recuerdo una noche de invierno, de nieve sobre Natales y sobre la calle Esmeralda. Allí encontramos un pollito aterido de frío a punto de congelarse. Lo tomamos y fuimos a "El Trebol", pedimos vino y gaseosas, el pollito prefirió el vino, bebió hasta caer de borracho. Lo dejamos en el lugar donde creció hasta ser un ave de buen parecer y seguramente se convirtió en un mejor caldo.
Eran los años felices, donde podías trenzarte a trompadas con Benedetti o salir a beber con un ave cualquiera.

Fernando De Gregorio dijo...
19:52
 

Excelente:Las mujeres son muy divertidas peleando y cada vez hay más boxeadoras... Por lo demás, Benedetti vivió bien , más que escribir bien.

Por concluir quiero decir que Benedetti no se merecía menos. ¿Qué hace un hombre de su edad a las tantas de la noche paseándose por una calle de algún lugar en la Patagonia? ¡Vamos hombre!