La compraventa

La compraventa

Una de tantas historias con un final atroz. Te lo advierto. Si tú quieres puedes dejar de leer y pasar a otra cosa. Cambiar de canal. No están los tiempos para finales desgraciados. Hasta yo que he vuelto de la guerra y que he luchado con el mismo demonio, me ha impactado. Las hermanas habían decidido vender el auto del padre muerto. Pusieron el aviso y comenzó a llegar gente. Al final llegó un oferente que se quedaría con el auto. Era una pareja joven con una hija pequeña. Una niña tan linda como el sol. Tenía siete años, rubia y de ojos azules. Si el sol fuese negro, sería una niña morena de ojos negros. Tan linda como el sol. El auto tenía pequeños desperfectos. Por lo tanto se hizo una rebaja al precio que se había convenido. Ellos llevarían el auto al norte. Se irían a vivir a un lugar más benigno. Más apacible. A un pequeño paraíso. Mostraron fotos del lugar. Se irían a vivir a Quillón. Cerca de Chillán. En el campo. En un lugar cercano al paraíso. Era gente muy agradable, sana y feliz. Con aquella hermosa hija que jugaba con las mariposas, mientras caían guirnaldas sobre su pelo. Digna que Zbigniew Preisner pusiera música a su risa, su baile y su encanto.

Se realizó la compraventa y hubo tiempo para conocerse más. Algunas comidas y paseos. Confidencias usuales de sobremesa. Ellos partirían hacía el norte. Al campo de Quillón. A esa Arcadia a la cual todo ser humano tiene derecho. El campo era propiedad del suegro del hombre. Del abuelo de la niña-sol. Mostraron más fotos del lugar. Una campiña idílica. Viñedos, un río, vacas pastando, una casona colonial, un lugar definitivo para vivir. La Arcadia perfecta. Ellos querían que su hija creciera en libertad y en consonancia con la naturaleza. Querían un futuro mejor para todos. Aquellas cosas que uno siempre quiere para la gente que ama. Esas cosas que uno siempre quiere para sus hijos.

Llegó el día de partir y las hermanas que vendieron el auto lloraron. La familia que había comprado el auto se puso muy triste. La vida siempre es una despedida triste. Luego todo retornó a una simple normalidad. Hacer cosas para que el tiempo pase. La monotonía de lo previsible. Interesarse por un tema y luego olvidarlo. Una historia más de tantas. Una simple historia más de tantas. De alguien que vendió un auto. De alguien que compró un auto. No se intercambiaron correos. No se supo nada del uno ni del otro.

Un día llegó el primo de las hermanas. Llegó a la casa de las hermanas. Lo había visto en la tele. En algunos de los canales nacionales. En las noticias. El abuelo de la niña hermosa como un sol, le había arrancado la cabeza con un hacha a su yerno. Una discusión de borrachos. Algo que pasa en Quillón. Algo que pasa en Chile. Algo que pasa en el mundo. En este miserable y tan querido mundo nuestro.

comentarios:

Anónimo dijo...
11:09
 

Atemoriza pensar la falta de control respecto del futuro o el descontrol de algunos en el manejo de su presente, este miserable y querido mundo nuestro, uf.