Herbert Mundy: Broome

Herbert Mundy: Broome


Después de cumplir con mis obligaciones laborales gusto de deambular por las plazas y cafés de mi pueblito del austro, observar las gentes en sus pequeños y grandes afanes. Esta actividad no me reporta grandes beneficios, es cierto que trato de revestirla de un manto de poesía, pero bueno, no soy perfecto y en no pocas ocasiones he debido salir huyendo de alguna pareja a la que no le ha acomodado mi afición a fisgonear. El caso es que hace unos días, en un cuchitril oscuro que ostenta el presuntuoso nombre de “Restaurant de Turismo”, sobre una de las silla desocupadas aledañas a mi mesa, encontré un montón de cartas, postales y hojas sueltas, todo unido con un mugriento elástico de billetes –para mal de mí fortuna, sin ningún billete-, quizá las sobras de un carterista, quién sabe. El hecho es que se trataba de fragmentos de algunas cartas escritas en inglés, me parecieron interesantes y he querido dar a conocer la historia que narran y su eventual desenlace con la esperanza de disuadir -espero que no a estimular- a los posibles lectores de cometer los mismo errores, los que derivan según mí entender, de la falta de reflexión y de pasiones inverecundas mal contenidas.

La traducción es mía por eso sólo a mi debe culparse de la falta de estilo y lo plano de la narración:

24 de Julio de 2011
Recordada K. Hace ya tres días que saliste de casa, la verdad aún no me acostumbro a tu ausencia, me he entretenido leyendo los viejos libros existentes en este caserón, mi español no es muy bueno pero he encontrado los poemas de una mujer que aparentemente vivió cerca de aquí, ahora que el invierno arrecia es más claro aún su mensaje, no obstante el tiempo transcurrido desde que fue escrito sigue siendo verdad que la tierra a la que vine no tiene primavera y que el viento hace a mi casa su ronda de sollozos y de alarido  (N. de T.).
Se ve que éste invierno será largo, nuestro cuarto se ha convertido en la habitación más fría de la casa y la chimenea no logra entibiar mi cuerpo helado, que en la obscuridad de la noche te busca en vano. El vértigo del vacío me abruma, no obstante seguiré trabajando en nuestro proyecto, espero vuelvas para retomarlo.

Enero 2012
Dicen que hay que aceptar el abrazo del viento para vivir aquí, pero no es fácil, hoy llovió con viento, parecía que todo iba a volar, luego pasó y salió un tímido sol. Aun así en mi (nuestro) patio conviven algunos frutales, ciruelos me parece, este año dieron fruto, pero no creo que lleguen a madurar, ahí están, tímidos, verdes y contrahechos, aguantando la lluvia y el viento, esperando un año en que puedan madurar y darse alegremente, sin saber, en su simpleza, que esta tierra no tiene primavera.

20 de abril de 2012
Increíblemente los ciruelos dieron fruto (Zoila hizo una mermelada bastante buena) y un manzano dio unas manzanitas chicas y retorcidas que ya están cocidas y me las comeré de postre. Lo más notable es que, escondido entre los ciruelos, ¡había un peral! y ayer conté cuatro peritas, ya no me atrevo a decir nada respecto de su maduración, ahí están y se ven lindas. El antiguo dueño tenía fama de tener "la mano verde" y parece que es cierto. Nada se sabe de ti, sigo esperando unas letras tuyas y escribiendo cartas que nunca enviaré.

15 de Junio de 2012
Que bonito es Broome, antes de tu carta no lo había oído mencionar, espero hayas comprado algunas perlas y tomado sol desnuda en esas playas de arena infinita. He preguntado en el puerto y por lo menos durante este mes no zarpa nadie en esa dirección, deberé seguir esperando. Dicen que quienes tienen casas con vista al mar (y miran por la ventana, habría que agregar) viven más tiempo que los citadinos. Me imagino que seguirás tomando tu café de media mañana en la terraza, sólo cubierta por tu sombrero de ala ancha, sintiendo el rumor del mar. La otra tarde una gaviota me grito tu nombre, sólo la vi alejarse, no supe que decirle. He perdido la cuenta de los días, espero puedas llamarme hoy antes de dormir.

4 de septiembre 2012
He estado recorriendo el muelle en estos días, he hablado con marinos de todas las costas de la tierra, algunos se comunicaban en idiomas indescifrables, otros cantaban en la antigua lengua de los hombres, aquellos aún buscaban la tierra prometida. A todos, sin excepción, les he preguntado por el Océano Indico, por esa costa de arena fina y playas calcinadas, unos, de piel negra como el ébano y ojos verdes como el jade (se hacían llamar cablocos), me hablaron de la mujer de piel dorada que en las tardes recorre desnuda los márgenes del desierto de fuego, de la mujer que contempla el mar vestida de sol y de nostalgia, de la mujer que se escabulle, de la mujer que cuando abraza quema. No pregunté más, supe que eras tú, ¿quién sino tú? Camine en silencio mi playa de piedras, el viento frío ya no hería mi piel, les dije a las gaviotas que yo estaba aquí, en esta playa gris, les pedí que te contarán que el mar que ves es el mismo que veo yo, que la inmensidad que nos separa también nos une, les pedí que te cantaran mi nombre. ¿Quién sabe si una mañana, al despertar, sientes que las olas gritan mi nombre?

Estas son las cartas que pude reconstruir, me pareció una bella historia de amor y desencuentro, como tantas que se pueden leer en revistas de adolescentes y que algunos podrán haber vivido en épocas de juventud y desenfreno. Pasaron los meses y con frecuencia pensaba en el protagonista de nuestra historia, me preguntaba que habría sido de él, si habría podido reunirse con esa mujer, que, bien mirado, no obstante vivir en el desierto a mi juicio era fría como un reptil. El hecho es que una mañana leyendo el periódico quedé impactado con una noticia que copio a continuación:

Hobart, Tasmania: En horas de la tarde fue recuperado por el rompehielos Aurora Australis el yate de bandera chilena Broome Princess, extraviado hace dos meses en las aguas del Océano Antártico. En su interior su único ocupante yacía congelado y en un avanzado estado de desnutrición. Sus restos permanecen en la morgue local a la espera que algún familiar solicite la entrega del cuerpo.

Obviamente no puedo estar seguro que este desdichado navegante sea el mismo autor de las cartas, pero las coincidencias son muchas y existe una buena probabilidad de que así sea. En fin, espero estar equivocado y que el protagonista de este relato este hoy en Broome gozando del sol y de esa mujer que, por cierto, no lo merece.

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(N. de T.). Aparentemente se refiere a Gabriela Mistral y su poema Desolación

comentarios:

De lo simple, de lo humano, de lo cotidiano, de pasiones, de sufrimientos, la poesía crea monumentos, bálsamos, sentidos. Grandiosa inspiración.