Aforismos de Oscar Wilde
Vivir es la cosa más rara del mundo. La mayoría de la gente no hace más que existir.
La vida nos hace pagar un precio demasiado elevado por sus géneros, y el más insignificante de sus secretos lo compramos a un coste monstruoso y desproporcionado.
La vida es terriblemente deficiente de forma. Sus catástrofes se verifican mal y a gente sin condiciones para ello. Hay un grotesco horror en sus comedias, y sus tragedias parecen culminar en bufonadas. Siempre que se acerca uno a ella queda herido. Las cosas duran demasiado, o demasiado poco.
Los sistemas que fracasan son aquellos que se basan sobre la permanencia de la naturaleza humana y no sobre su crecimiento y desarrollo.
El despotismo es injusto para todos, incluso para el déspota, que probablemente había nacido para algo mejor.
Hay tres clases de déspotas. Hay el déspota que tiraniza el cuerpo; el déspota que tiraniza el alma; el déspota que tiraniza a la vez el cuerpo y el alma. Al primero se le llama príncipe. Al segundo se le llama papa. Al tercero se le llama pueblo.
Recomendar el ahorro al pobre, es a la vez grotesco e insultante. Es como aconsejar a un hombre que se está muriendo de hambre que coma menos.
No hay más que una clase de sociedad que piense más en el dinero que el rico, y es el pobre. El pobre no puede pensar en otra cosa. Esta es la desgracia de ser pobre.
¿No son acaso hermanos el rico y el pobre? Sí; y el nombre del hermano rico es Caín.
¿Por qué iba a agradecer el pobre las migajas que caen de la mesa del rico? A ella deberían estar también sentados, y ya empiezan a comprenderlo.
La cosa más trágica de toda la Revolución Francesa, no es que María Antonieta fuese decapitada por ser reina, sino que los aldeanos famélicos de la Vendée fueran a morir voluntariamente por la causa odiosa del feudalismo.
En la guerra, el fuerte hace esclavo al débil, y en la paz, el rico hace esclavo al pobre.
El empleo habitual del castigo embrutece muchísimo más a una colectividad que la ocurrencia ocasional del crimen.
Es una vergüenza que haya una ley para los hombres y otra para las mujeres. No debería de haber ninguna ley para nadie.
La única cosa que habemos de la naturaleza humana, es que cambia.
Convertirse en espectador de la propia vida es escapar a los sufrimientos de la vida.
Vale más recrearse en la vista de una rosa que colocar su raíz bajo el microscopio.
¡Dichosos los actores! Pueden optar por salir en una tragedia, o en una comedia, por sufrir o regocijarse, por reír o derramar lágrimas. Pero en la vida real es muy diferente. La mayor parte de los hombres y las mujeres se ven aobligados a representar papeles que no les van. El mundo es un escenario, pero la obra ha sido mal repartida.
El egoismo no consiste en vivir como a uno le parece, sino en exigir que los demás vivan como uno; y el altruismo es dejar que los demás vivan como mejor les acomode, sin meterse uno en sus vidas.
No es prudente encontrar símbolos en todo lo que se ve. Llena demasiado la vida de terrores.
El confort es la única cosa que nuestra civilización puede proporcionarnos.
Los augurios no existen. El destino no nos envía heraldos. Es demasiado prudente o demasiado cruel para hacerlo.
¡Cuántas cosas arrojaríamos lejos de nosotros si no temiésemos que alguien pudiera recogerlas!
Vivimos en una época en que sólo lo superfluo es necesario.
Siempre hay algo ridículo en lasc emociones de las personas que ha dejado uno de querer.
Los hechos son la primera tragedia de la vida; las palabras, la segunda: las palabras son, acaso, la peor. Las palabras son implacables.
Una sonrisa continua es mucho más cansada que un ceño perpetuo. La una arrastra todas las posibilidades, el otro sugiere un sin fin de ellas.
Siempre hay algo infinitamente mezquino en las tragedias de los demás.
Antes acostumbrábamos a canonizar a nuestros héroes. El sistema moderno es vulgarizarlos. Las ediciones económicas de grandes libros pueden ser deliciosas, pero las ediciones baratas de grandes hombres son siempre detestables.
Todo gran hombre hoy día tiene sus discípulos, e invariablemente es Judas el que escribe la biografía.
Nosotros hacemos dioses de los hombres y nos abandonan. Otros, los hacen animales, y ellos les acarician y le son fieles.
La moda es una forma de fealdad tan intolerable, que cada seis meses tenemos que modificarla.
Cada éxito nos trae un enemigo. Para ser popular es preciso ser mediocre.
El público es de una tolerancia; todo lo perdona, menos el genio.
Hoy día todo el mundo es inteligente. No puede uno ir a ninguna parte sin encontrar personas inteligentes. Esto ha llegado a constituir una verdadera calamidad pública.
La gente enseña para disimular su ignorancia, lo mismo que sonríen para ocultar sus lágrimas.
La sociedad perdona con frecuencia al criminal, pero nunca al soñador.
Al vulgo le es muy fácil simpatizar con el sufrimiento. Pero ¡qué difícil le es simpatizar con el pensamiento!
Sólo no pagando uno sus cuentas puede esperar vivir en la memoria de las clases comerciales.
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