Marcelo Fox: El gran olvidado
Marcelo Fox Invita a la masacre.
Por Juan-Jacobo Bajarlía.
En la primera carta que Antonín Artaud envío desde Rodez, el 17 de setiembre de 1945, aquél consignaba ya su repulsa por este mundo ordenado por el terror. Rimbaud, mucho antes, en su carta a Paul Demeny, de 1871, también arremetía contra el orden que impedía la creación poética. Marcelo Fox siguió estas huellas. Creyó en la destrucción para reestablecer el reinado del amor y la justicia. O como dirá en INVITACIÓN A LA MASACRE (1965), su primer libro: "Buscamos la Esencialidad a través de la destrucción", esta significación aparecerá después en uno de los aforismos de su SEÑAL DE FUEGO (1968): "Un nuevo orden para sembrar el Desorden; inaugurar las fiestas de la Resurrección".
En 1967 vino a verme. No nos conocíamos. Marcelo Fox, alto, cara redonda, ojos castaños y el cabello en desorden, sólo hablaba de los estómagos. De las luces que se encienden ante la insipidez y la medianía.. Su voz profética, impregnada de lecturas ocultistas, veía el aniquilamiento como ley para instaurar el futuro. El orden mágico para diluir las viejas sombras. El rumor enmohecido de las
constelaciones.
Cuando lo antologué en CANTO A LA DESTRUCCIÓN (1968), dije de su peculiar manera de sentir el aniquilamiento: " Este concepto, unido al del amor por los hombres, lo desarrolla Marcelo Fox en INVITACION A LA MASACRE . Anuncia la destrucción total. El aniquilamiento que ha de sobrevenir cuando el amor sólo sea una palabra vacía, gastada por el tiempo".
Poco después una voz no identificada, algún amigo extraterrestre que emergía de las tinieblas, obcecado en no dar su nombre, me dijo telefónicamente: "No lo espere a Marcelo. Se arrojó a las vías del tren.
DESDE EL INFIERNO ESCRIBE MARCELO FOX
escribo desde el infierno en donde no llegan
vuestros dulces momentos felices
vuestros breves encantos cotidianos
ni esa manera encantadora de decir NO;
escribo como escribí simpre
con la navaja rozándome la garganta
con el tedio instalado en mi propio laberinto
con ser siempre extranjero en todo lugar
con la serpiente inoculándome su veneno.
quise salvarlos de vuestra hecatombe diaria
intenté regalarles una mañana en calma
quise entregarles un atardecer viril y virginal
intenté obsequiarles una noche fragorosa
quise que construyeran una salida honorable;
intenté por todos los medios que
salieran de vuestras infectas madrigueras
pero no… aquello no fue posible.
y ahora recuerdo mis días en buenos aires
mi sobretodo y mi cara de ángel alucinado,
mi hedor y el vuestro tomados de la mano
y alejados por varios planetas de distancia,
llegaba a vuestros bares y llegaba la lepra,
no tuve amigos, ni musa, ni horizonte,
sólo desprecio y una pizca de risita aislada,
sólo frío y un mozo que me invitaba a irme
de toda aquella inmensa ciudad abandonada,
que me regalaba la certeza del disparo.
y así fue como vino el tren; el tren de buenos aires,
que tuvo hacía mí la mayor consideración;
el choque, el olvido y la pérdida de un condenado.
Os saludo desde el infierno y espero de corazón
-no lo necesitamos aquí ni allá-
no volvernos a ver: chau buenos aires.
hugo vera miranda.
Un cuento de Marcelo Fox
Mutilación
MU
Me corté los labios al afeitarme. La sangre salía. Era dulce. Me gustaba. Después traté de que la pequeña herida se cerrara. No lo conseguí. Dormí con un esparadrapo sobre la boca. A la madrugada desperté.La almohada estaba manchada de rojo. Las sábanas. El piso. Miré un espejo. Por la mejilla izquierda se extendían granulos escarlatas.
Un día u otro habría tenido que suceder. Me lo habían avisado. Una cuestión genética, hereditaria, dijeron. Fui al médico.
-Por el momento la única forma de salvación es que le amputemos la cabeza.
-Pero doctor.
- No se preocupe. La ciencia avanza. El cerebro, los ojos y demás centros vitales le serán transplantados a la cavidad abdominal.
LA
Ahora salgo aunque nada más que de noche, cuando las gentes tienen menos oportunidad de distinguir que sobre mis hombros hay solamente un masacote de yeso reproduciendo rasgos humanos. Desprendiéndome la camisa puedo ver. Me alimento por el ombligo. Logro articular sonidos mediante un aparato injertado un poco más arriba. Con algo también por el estilo oigo.
Adaptarse. Resignarse. Una psicóloga me ayuda a ello.
La cosa volvió a comenzar por un pié y una mano del mismo lado. Del mismo lado izquierdo.
-Seguir amputando. No veo, no hay otra salida
-Pero doctor.
-Cálmese, hombre, cálmese. Considere que el problema técnico de amputar cuatro extremidades es mucho más simple que el separar una cabeza del tronco y trasladar los órganos de los sentidos a…
-Comprendo, quiero comprender. Esta bien …Lo que no entiendo es por qué las cuatro, mis cuatro extremidades deben ser…
-Bueno…Es que total tarde o temprano…En fin. Usted sabe como son las cosas…Perdóneme, pero hay otros pacientes que…Venga, salga por la puerta trasera.
Casi inmóvil. En un rincón. La psicóloga me habla de los fines de la humanidad, de las consecuencias siempre funestas del pesimismo. Me lee también a Parménides. Y me lo interpreta. Si el Ser está inmóvil y el movimiento es mera apariencia, para qué preocuparse de mi inmovilidad.
Los había oído nombrar a Freud, Marx, Hegel, San Lactancio. Nietzche, antes de decidirse por Parménides como más conveniente para mi caso.
Lo único que lamento es no poder masturbarme. A veces trato de refregar el miembro contra las paredes. Sólo consigo laceraciones. Les pedí que me castraran. Lo hicieron.
-Disculpen que les cause tantas molestias, es que…
-No. No se preocupe. Nosotros estamos aquí para ayudarlo.
He acabado siendo un cerebro que flota en un líquido de no se que color. Sólo quedan conectados con el exterior mis centros auditivos. Oigo una voz que repite los evangelios que hablan de la fatuidad del mundo y la carne y de reinos infinitos.
Trato. Debo estar contento. Se ocupan de mí hasta lo último.
En el lóbulo occipital ya empiezo a sentir otra vez los síntomas conocidos. Pronto será el fin. Gracias por todo.
Un día u otro habría tenido que suceder. Me lo habían avisado. Una cuestión genética, hereditaria, dijeron. Fui al médico.
TI
-Por el momento la única forma de salvación es que le amputemos la cabeza.
-Pero doctor.
- No se preocupe. La ciencia avanza. El cerebro, los ojos y demás centros vitales le serán transplantados a la cavidad abdominal.
LA
Ahora salgo aunque nada más que de noche, cuando las gentes tienen menos oportunidad de distinguir que sobre mis hombros hay solamente un masacote de yeso reproduciendo rasgos humanos. Desprendiéndome la camisa puedo ver. Me alimento por el ombligo. Logro articular sonidos mediante un aparato injertado un poco más arriba. Con algo también por el estilo oigo.
Adaptarse. Resignarse. Una psicóloga me ayuda a ello.
CIÓN
La cosa volvió a comenzar por un pié y una mano del mismo lado. Del mismo lado izquierdo.
-Seguir amputando. No veo, no hay otra salida
-Pero doctor.
-Cálmese, hombre, cálmese. Considere que el problema técnico de amputar cuatro extremidades es mucho más simple que el separar una cabeza del tronco y trasladar los órganos de los sentidos a…
-Comprendo, quiero comprender. Esta bien …Lo que no entiendo es por qué las cuatro, mis cuatro extremidades deben ser…
-Bueno…Es que total tarde o temprano…En fin. Usted sabe como son las cosas…Perdóneme, pero hay otros pacientes que…Venga, salga por la puerta trasera.
Casi inmóvil. En un rincón. La psicóloga me habla de los fines de la humanidad, de las consecuencias siempre funestas del pesimismo. Me lee también a Parménides. Y me lo interpreta. Si el Ser está inmóvil y el movimiento es mera apariencia, para qué preocuparse de mi inmovilidad.
Los había oído nombrar a Freud, Marx, Hegel, San Lactancio. Nietzche, antes de decidirse por Parménides como más conveniente para mi caso.
Lo único que lamento es no poder masturbarme. A veces trato de refregar el miembro contra las paredes. Sólo consigo laceraciones. Les pedí que me castraran. Lo hicieron.
-Disculpen que les cause tantas molestias, es que…
-No. No se preocupe. Nosotros estamos aquí para ayudarlo.
He acabado siendo un cerebro que flota en un líquido de no se que color. Sólo quedan conectados con el exterior mis centros auditivos. Oigo una voz que repite los evangelios que hablan de la fatuidad del mundo y la carne y de reinos infinitos.
Trato. Debo estar contento. Se ocupan de mí hasta lo último.
En el lóbulo occipital ya empiezo a sentir otra vez los síntomas conocidos. Pronto será el fin. Gracias por todo.
comentarios:
04:09
yo no me olvido d marcelo fox.
fue un grande.
demas esta decir que aparte d ser un grande, inspiro a otro grande como fogwill en un libro.
asique mis respetos.
MARCELO FOX NO TE OLVIDO.
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