aldo pellegrini

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LA BUSCADORA DE AMOR

Paso de comedia


PERSONAJES: La Buscadora de amor, El Testigo, El Optimista Prudente, El Soñador Impenitente, El Misántropo Desconfiado, El Comerciante, El Fanfarrón, Juan, Ana, El Ensimismado, Una Muchacha, El Temeroso, El Humanitario, El Inspector de Seguridad Pública, El Joven Giratorio.

Una calle de noche, iluminada por dos faroles. El frente de tres casas. En cada una, una ventana. Las tres ventanas se van abriendo sucesivamente en el curso de la escena: en la primera asoma un hombre de mediana edad, el optimista prudente. En la segunda asoma un hombre calvo de unos sesenta años, el soñador impenitente. En la tercera, un joven pálido con gorro de dormir, el misántropo desconfiando.

OPTIMISTA PRUDENTE. - Ya se ha hecho de noche. ¿Qué tenía que hacer esta noche? Dormir, por supuesto. ¿Qué otra cosa se hace de noche?... Humm… Yo puedo soñar. ¡Será sano soñar? ¿Vale la pena soñar? (Ve al vecino que se asoma.) ¿Me escucha usted, vecino? ¿Vale la pena soñar?
SOÑADOR IMPENITENTE.- ¡Claro que vale la pena! No solo vale la pena; es necesario soñar. Sí señor, es necesario. A través del sueño vamos más allá de la vida. Y para ir más allá todavía hay que soñar que se está soñando. La última noche mi sueño funcionó como un cohete de tres etapas: soñé que soñaba con un sueño. Como usted ve, he alcanzado el espacio sideral del sueño. Creo que por ahora puedo darme por satisfecho. He superado largamente los límites de la vida. Buenas noches, vecino.
OPTIMISTA PRUDENTE. - Buenas noches. (Ambos cierran las ventanas. Se abre entonces la tercera.)
MISÁNTROPO DESCONFIADO. - Cualquiera creería que es de noche. Hay luna, estrellas… hasta faroles encendidos. Pero a mí no me engañan: es una simulación de la noche. Quieren que me duerma para que no esté al acecho de la depravación de los hombres. A mí no me engañan. Estaré alerta. (Cierra.)
(Aparece, luego de un breve silencio, la buscadora de amor, seguida por el testigo.)
LA BUSCADORA. - Ya sé lo que usted entiende por amor. Estoy harta de esa clase de amor. No, no, ¡basta! Me he acostado con todos los hombres que encontré en mi camino, y todavía no sé qué es el amor… Salvo que para los hombres sea fumar un cigarrillo y contemplar el humo, después de haber logrado lo que querían. ¿Acaso el amor es humo?
EL TESTIGO. - Es probable. Acabado el acto de amar se produce la volatilización del amor. No hay duda que el hombre busca a través del humo demorar la inevitable disolución del deseo en la nada. La mujer es siempre creación del hombre como materialización del deseo. Sin el deseo del hombre, la mujer desaparecería. El amor es una forma de combustión en la que arden dos seres; es lo que se llama el fuego del amor. El humo es simplemente el producto final de esa combustión. Un noble producto, sin duda, pues en él se contiene lo que queda del amor. Como usted ve, la explicación es muy sencilla. ¿No la satisface?
LA BUSCADORA. - Absolutamente nada. Y le advierto nuevamente que no estoy dispuesta a acostarme con nadie si antes no averiguo qué es el amor. Yo busco el gran amor, el Amor con mayúscula.
EL TESTIGO. - ¡Oh, el tema del amor es un gran tema! Es lo que se llama el Tema Eterno. Lo que pasa es que hasta ahora no se lo ha investigado de un modo realmente científico. Yo soy un espíritu de formación científica y podría serle a usted muy útil. Utilizaríamos el único método racional y eficaz para encontrar el amor.
LA BUSCADORA. - ¿Hay un método para encontrar el amor?
EL TESTIGO. - Bueno… Comencemos por aceptar que el procedimiento o método que usted ha utilizado hasta hoy ha resultado malo. Comenzó por la práctica antes que por la teoría. Es como comenzar por el fin… Evidentemente usted no debe acostarse con nadie sin antes saber realmente qué es el amor. Está claro, ¿no es cierto?
LA BUSCADORA. - Eso ya lo había decidido yo.
EL TESTIGO. - Notable coincidencia que facilita las cosas. El método que le propongo es el de la encuesta. Preguntar y preguntar. En realidad, el viejo método socrático. Las preguntas. Tanto se habla del amor que alguien debe saber qué es. No puede tratarse de un mito, una leyenda. Habla todo el mundo del amor… hablan los poetas… hablan los… bueno, hablan los poetas…
LA BUSCADORA. - ¡No será quizás una invención de los poetas?
EL TESTIGO. - No, también aparece en las crónicas policiales.
LA BUSCADORA. - Claro… eso le da realidad.
EL TESTIGO. - Bien, volviendo a nuestro método, dividiremos la encuesta en dos etapas. En la primera preguntaremos de puerta en puerta; en la segunda interrogaremos a los que pasan. La encuesta así será completa.
LA BUSCADORA. - ¿Quién hará las preguntas?
EL TESTIGO. - Usted. Parecerá más natural, puesto que se supone que son las mujeres las que ignoran qué es el amor.
LA BUSCADORA. - ¿Y usted que hará?
EL TESTIGO. - Yo seré el testigo y consejero.
LA BUSCADORA. - ¿Y por esa tarea qué exigirá usted?
EL TESTIGO. - (La mira fijamente primero y después vuelve bruscamente la cabeza.) Por favor… le pido un solo favor: no me mire con esos ojos que dan vértigo, que me hunden en la confusión mental…
LA BUSCADORA. - (Con decisión) Tenga la seguridad de que no me acostaré con usted.
EL TESTIGO. - No, por supuesto que no. Solamente quiero conservar toda mi lucidez para ayudarle en este problema. No tema usted, iniciaremos una investigación seria, con rigor científico.
LA BUSCADORA. - ¿Por dónde comenzamos?
EL TESTIGO. - Podemos comenzar llamando a estas tres ventanas.
LA BUSCADORA. - Está bien. (Se acerca a la primera ventana y llama. Se abre la ventana y asoma el optimista prudente.)
OPTIMISTA PRUDENTE. - ¿Qué pasa?
LA BUSCADORA. - Perdone que lo moleste, señor, ¿pero podría usted decirme, si lo sabe, qué es el amor?
OPTIMISTA PRUDENTE. - ¡Ah, que hermoso es que haya gente que piense en el amor! Continúa, niña, continúa por ese camino pero sin exagerar. El amor es un camino sembrado de peligros. Avanza, pero cuídate… (Suplicante.) y si te es posible, ¡dejadme dormir!
(Cierra la ventana. La buscadora de amor da unos golpecitos en la segunda ventana. Se abre y asoma el soñador impenitente.)
SOÑADOR IMPENITENTE. - Sí, ya sé a qué viene. La esperaba. Hace sesenta años que espero. ¡Cuánto la esperé! ¿Qué ha hecho en todo este tiempo? Esperé a la mujer portadora del amor. Esperé a que llamara a mi ventana. Usted la ha hecho. ¿Se da cuenta? Es necesario confiar siempre. Yo nunca perdí la esperanza.
LA BUSCADORA. - (Retrocede un poco asustada.) Yo no soy portadora de amor. Yo busco el amor.
SOÑADOR IMPENITENTE. - No se asuste. No es necesario que entre por la puerta; puede entrar a través de mi sueño.
(La buscadora de amor mira interrogante al testigo, y éste le hace señas de golpear a la tercera ventana. El soñador impenitente cierra su ventana y se abre la tercera, asomándose el misántropo desconfiado.)
LA BUSCADORA. - (Atropelladamente.) ¿Sabe usted qué es el amor?
MISÁNTROPO DESCONFIADO. - Si usted habla de amor significa que realmente es de noche. La hora de la irracionalidad. La hora de los fantasmas como el amor. La hora en que, en las mayorías de las camas del mundo, dos seres inconscientes mezclan sus pieles… ¡Puah!... Sí, yo sé qué es el amor; dos pieles nauseabundas que se mezclan en una noche de luna como ésta.
(Cierra la ventana. Se aproxima el testigo.)
EL TESTIGO. - No hay que decepcionarse. Son todas respuestas que tienen una minúscula parte de la verdad. Nuestra tarea consistirá en reunir muchas de esas partes y reconstruir con ellas la verdad total. Sigamos… ahora toca interrogar a los que pasan… Ahí viene ese señor tan honorable… parece un buen sujeto… o quizás un mal sujeto, dado su aspecto demasiado inofensivo. (Entra el comerciante, hombre maduro, algo obeso.)
LA BUSCADORA. - ¿Sabe usted, señor, qué es el amor?
EL COMERCIANTE. - (Con énfasis.) ¡Alto ahí! No camine más… y felicítese. Acaba de encontrar el candidato ideal. Tengo precio para todas las formas de amor.
LA BUSCADORA. - (Indignada.) No vendo amor. Yo busco el gran amor… El Amor con mayúscula..
EL COMERCIANTE. - Mi pequeña, el amor es una cuestión de oferta y demanda. Es un producto como cualquier otro. Quizás menos sólido, más quebradizo que otros…
LA BUSCADORA. - Ya tengo suficiente; adiós, señor.
EL COMERCIANTE. - Adiós linda; cuando me quieras soy tuyo.
(La buscadora va a dirigirse al testigo, cuando aparece el fanfarrón.)
LA BUSCADORA. - Señor, perdone, ¿sabe usted qué es el amor?
EL FANFARRÓN. - ¡Vaya si lo sabré! Todas las mujeres se vuelven locas por mí.
LA BUSCADORA. - Yo no me vuelvo loca por usted.
EL FANFARRÓN. - ¿Sabe por qué no se vuelve loca? Porque usted ya es loca… y si no es loca, es sin duda una anormal… ¡Habráse visto desfachatez! (Se aleja.)
LA BUSCADORA. - (Dirigiéndose al testigo.) ¿Qué piensa de esto?
EL TESTIGO. - No hay que afligirse. Son todas respuestas previsibles.
LA BUSCADORA. - ¿Quiere decir que soy loca o quizás anormal?
EL TESTIGO. - Todos somos en cierto modo locos y anormales. Eso es justamente lo que nos hace distintos. Si usted fuera absolutamente normal no tendría esos ojos tan bellos…
¡Ah, qué ojos! (Se toma la cabeza, luego deja caer las manos y se sacude como para arrojar un peso, y mirando a lo lejos dice:) ¿En qué estábamos…? ¡Ah: en el amor!
LA BUSCADORA. - Allí viene una pareja. ¡Qué hago? (Entran Juan y Ana.)
EL TESTIGO. - A preguntar.
LA BUSCADORA. - ¿Sin duda saben ustedes lo que es el amor?
ANA. - ¡Con la novedad que nos viene! Es muy fácil… Me llamo Ana: (Señala con el dedo a Juan y luego a sí misma.) Juan ama a Ana. Ana ama a Juan. Es una suma. El orden de los factores no altera la operación. ¿No es así, Juan?
JUAN. - No estoy seguro.
ANA. - Tú nunca estás seguro de nada. Pero yo si estoy segura: tú eres mío, mío, mío, mío. (Se alejan rápidamente.)
EL TESTIGO. - (Acercándose.) Esa niña tiene un discreto sentido de la posesión. Unos pasos más y el pobre Juan será devorado por Ana en el sagrado nombre del amor. (Señala con el dedo.) Ya está hecho. Ya lo devoró. Es la mujer-araña.
ANA. - (Entra agitada.) Ha desaparecido. ¿Dónde está?
EL TESTIGO. - Usted misma lo ha devorado.
ANA. - (Lamentándose.) Lo hice sin querer… ¡Oh, mi amor…! ¿Qué te he hecho (Sale llorando.)
EL TESTIGO. - Acaba de sufrir su segunda e inevitable transformación: ahora es la mujer-cocodrilo.
LA BUSCADORA. - ¿Acaso no está bien que devore a su amado? Quizás sea el verdadero modo de conocer el amor. (Entra un señor ensimismado y algo detrás, una muchacha.)
LA BUSCADORA. - ¿Sabe qué es el amor, señor?
EL ENSIMISMADO. - No tengo tiempo. Debo ocuparme de cosas más serias. No tengo tiempo para perder en tonterías. (Da unos pasos y de pronto se vuelve.) ¡Ah, perdóneme! ¿Qué dijo usted? ¿Hablaba de amor? ¡Si es precisamente el tema que me preocupa, lo que yo busco…! ¡Qué cabeza!... ¡Soy tan distraído!... El día que se me cruzó el amor lo dejé pasar porque estaba distraído pensando… ¿Y sabe usted en qué pensaba? Pensaba justamente en el amor… ¡Qué cabeza la mía! (Se toma la cabeza.) ¿Y ahora qué es lo que buscaba yo?... ¿De qué hablaba? (Se vuelve a tomar la cabeza.) No lo sé… no lo sé… lo he olvidado…
EL TESTIGO. - ¿Ve usted? El amor es tan solo olvido.
LA MUCHACHA. - (Muy alegre.) Yo sí sé lo qué es el amor. (Se pone un dedo en la frente y parece pensar.) A ver… sí… lo sabía… (De pronto sacude la cabeza, riendo.) No… no lo sé. (Se va.)
EL TESTIGO. - Como usted ve, el amor es también ignorancia.
(Entra el temeroso y pasa apresuradamente. La buscadora de amor lo persigue.)
LA BUSCADORA. - Señor… señor, ¿puede decirme qué es el amor?
EL TEMEROSO. - No tengo nada que ver con eso. No es culpa mía. Todo se hizo sin mi intervención. (Se va.)
(Entra un hombre y se dirige a la buscadora de amor.)
EL HUMANITARIO. - ¿Usted es la que pregunta sobre el amor? Lindo tema, ¿no es cierto?, para divertirse, mientras la mitad de la población del mundo se muere de hambre. Pero usted tiene su estómago bien lleno y eso no le importa, como no le importa a los megalómanos que están en los gobiernos. Entonces, ¿qué hacen para llenar sus ratos de ocio? Predican el amor.
LA BUSCADORA. - Perdón, señor; yo no predico sobre algo que no conozco. Lo único que quisiera saber es qué es el amor.
EL HUMANITARIO. - ¡Linda curiosidad mientras mil quinientos millones de personas se mueren de hambre! ¿Por qué mejor no lava ropa, o se hace monja? (Sale gesticulando.)
LA BUSCADORA. - (Dirigiéndose al testigo.) Podría ser una solución hacerse monja.
EL TESTIGO. - Hummm…, no la vea a usted dedicada al amor de Dios. Hay demasiado fuego del infierno en esos ojos.
LA BUSCADORA. - ¿No sería mejor averiguar qué es el odio, y después por oposición, caer en lo que es el amor?
EL TESTIGO. - Quizás sí. Quizás haya que probar todos los sentimientos posibles y descubrir en definitiva que el amor es la negación de todos los sentimientos. Y así, haciéndose insensible a todo, uno podría tal vez encontrarse bruscamente con el amor.
(Entran el inspector de seguridad pública y el temeroso.)
EL TEMEROSO. - (Señalando la buscadora al inspector.) Esa es la mujer.
EL INSPECTOR. - Soy inspector de seguridad pública. Señora, usted está creando un estado de angustia colectiva. ¿Sabe lo que eso significa? Un verdadero atentado a la seguridad del Estado. Usted llama a todas las puertas, detiene a los que pasan. Ha alterado la tranquilidad de la ciudad. ¿Qué pretende usted con todo eso?
LA BUSCADORA. - Yo sólo quiero saber qué es el amor.
EL INSPECTOR. - ¿A quién interesa el amor? No tiene derecho a alterar la tranquilidad de los ciudadanos porque usted tiene problemas. No tiene ningún derecho a hacerlo.
EL TESTIGO. - Perdone usted, señor inspector. En cuanto a la tranquilidad de los ciudadanos, puedo asegurarle que toda la gente interrogada estaba bastante intranquila.
EL INSPECTOR. - Es posible; pero sepa usted que esa intranquilidad no molesta al Estado mientras no se vuelva pública; y esta señorita la está volviendo pública…
LA BUSCADORA. - ¿De modo que no puedo preguntar qué es el amor?
EL INSPECTOR. - No, no puede… porque el Estado es enemigo del amor, ¿lo sabe ahora? El estado es enemigo de todo desorden, y el amor es un desorden.
(Entra un joven girando sobre sí mismo y diciendo:
JOVEN GIRATORIO. - ¿Qué es el amor? ¿Qué es el amor? Yo lo diré: (Se detiene y se acerca un poco a la buscadora.) el amor es una especie de risa… de risa muy leve. (Se aleja, de pronto se da vuelta y vuelve a acercarse.) No, no es una risa, es una especie de gemido… ayyyy (Emite un suave y como suspirante "ay".) O más bien es un toc… toc… toc… una especie de reloj que galopa sobre el tiempo. O no… soy yo mismo… y eres tú… (Una pausa.) ahora eres tú sola que lo resume todo. Tengo una gran sed y quiero beber en tus ojos a grandes sorbos, igual que un ahogado que bebe el océano. Quiero naufragar en ti, y así volver a ser de nuevo yo. ¿Comprendes al fin?... Y ahora me voy… me voy para quedarme… me voy muy despacio para quedarme…(Se retira muy despacio hacía atrás mientras ambos extienden los brazos como si quedaran unidos.)
LA BUSCADORA. - (Como embelesada.) Se ha quedado conmigo. Ya no se separará de mí… Estoy sintiendo cómo es el amor. (Volviéndose al testigo.) ¿No es cierto que no se separará de mí?
EL INSPECTOR. - Me voy. Estoy harto de gente loca. (Se va con el temeroso.)
LA BUSCADORA. - Dígame la verdad. ¿Es cierto que no se separará de mí?
EL TESTIGO. - Está usted muy cansada.
LA BUSCADORA. - No, no; ya no tengo ningún cansancio. Todo me parece fácil ahora.
EL TESTIGO. - No es ése el camino amiga mía, no es el camino científico que buscábamos. Usted se engaña, y no querrá volver a engañarse, como otras veces… ¿no es cierto?
LA BUSCADORA. - (Decepcionada.) ¿Por qué todo tendrá que ser tan difícil?
EL TESTIGO. - Sí, es difícil. (Sacude la cabeza y chasquea la lengua en señal de consternación.) Es muy difícil… ¡no hay duda que es difícil!
LA BUSCADORA. - (Bruscamente hierática y como helada.) Ya no buscaré el amor. Buscaré la muerte.
EL TESTIGO. - Es la misma cosa. Por los dos caminos marchamos al infinito, buscamos perdernos… mejor aún, buscamos disolvernos…
LA BUSCADORA. - (Desesperada.) A veces pienso que mi tormento terminaría si yo me suicidara. ¿Qué piensa usted de eso?
EL TESTIGO. - ¡Ah sería un final hermoso! La muerte es el fin ideal de una buscadora de amor. Además, alguien ha dicho: "la muerte es inmortal"… Pero no creo que le daría solución a su problema. Lo pondría en suspenso para toda la eternidad.
LA BUSCADORA. - Entonces no hay solución…
EL TESTIGO. - Usted está muy cansada. Yo le propondría una cosa. (De pronto con exaltación:) ¡Qué hermosos ojos tiene usted! ¡Qué le parece si hiciéramos…?
LA BUSCADORA. - (Interrumpiéndole.) ¡Ah, ah…! (Agita negativamente el dedo.) Acostarse no.
EL TESTIGO. - No, por supuesto que no. Quería sólo proponerle una especie de descanso de la mente. Podríamos considerarlo como un pequeño intervalo en nuestra investigación. Iríamos a pasear por la orilla del río… hay una hermosa luna dolorida; nosotros los hombres la hemos enfermado. Quizás dos podríamos apaciguarla… Y entonces, quién sabe…
LA BUSCADORA. - (Reflexionando.) Sí, quién sabe… (Salen lentamente tomados del brazo. Cuando desaparecen se abren las tres ventanas.)
OPTIMISTA PRUDENTE. - (Dirigiéndose a los dos se van.) ¡Eh, amiga…! ¿Averiguó qué es el amor?
SOÑADOR IMPENITENTE. - Quizás ya aprendió a soñar en el amor.
MISÁNTROPO DESCONFIADO. - ¡Bah… dos pieles que van derecho a mezclarse!

Ilustración de Juanita Tagle Miranda.

Aldo Pellegrini, Teatro de la Inestable Realidad, Ediciones del Carro de Tespis, 1964, Buenos Aires, Argentina.

comentarios:

Anónimo dijo...
10:43
 

yo estoy asombrada ...como tu comprendiste a traves de mi dibujo,lo que soy?....todo calza perfecto me siento como que me desnudaron...ó me pillaste en algo muy mio...estoy muy asombrada....y gracias y enaltecida por tu audacia de colocar mi trabajo en tu pagina al lado de grandes escritores me siento muy bien...muchas gracias ..y que dios se lo pague...juanita la buscadora......